46. A lo mejor la vida de Isobel se complicó más que la mía, o tal vez no

Comenzar desde el principio
                                    

No puedo más.

Me pongo de pie dispuesta a irme lo antes posible.

—No. No. No. Siéntate, por favor. No te vayas, todavía... Quiero platicar contigo otro tema.

¿Ahora qué?

Intento limpiarme un par de lágrimas y me siento otra vez. —La escucho, Alteza.

—¿Por dónde empiezo? —dice a sí misma. Puedo ver que va a tratar un tema más delicado—. Cuando te cuente esto pensarás que no soy quien deba juzgarte, pero de igual manera quiero que lo sepas —Isobel luce avergonzada ahora—. Me he estado citando con Lamar Vela —confiesa.

Ay no.

—¿Con Lamar? —Mi voz sube una octava.

Isobel coge con temblor en sus manos su taza de té y bebe.

—Me llena de vergüenza decirlo, pero... somos más que amigos.

¡Son primos!

No sé qué decir. —Alteza...

—Lo conozco poco. No debí, Elena.

—¿Han llegado... lejos?

Ella sabe a qué me refiero.

Isobel se pone de pie, dispuesta a no darme la cara.

Oh, Madre Luna...

—Me temo que sí.

¡SON PRIMOS!

—Alteza...

Voy a decírselo.

—No debí —insiste, culpable—. Sé de Lamar Vela lo que él me ha contado. ¿Qué si todo es mentira?

Todo es mentira.

—¿Por qué el arrepentimiento ahora?

—Reflexionar sobre tu asunto me dio en qué pensar —admite, riéndose de si misma—. No sabes lo fácil que fue juzgar a alguien que no soy yo. Lo siento tanto, Elena. Siento sobre mi espalda tu dedo acusador.

Tengo que ayudarla.

—Alteza, aléjese de él.

Isobel me mira. —¿Estás confirmándome que Lamar no es buen hombre?

Los ojos de la princesa se cristalizan.

¡Se llama Duardo Garay!

Debo adornar la verdad para ella. —Es un lobo de mar... Tiene un corazón esperando por él en cada puerto.

Isobel suspira derrotada. —Algo así imaginé.

—Por favor, aléjese de él —le insisto.

Con esto Garay me confirma que es capaz de todo con tal de vengar a su madre.

—Me citó fuera del castillo —agrega, para mi horror—. Por primera vez estaremos expuestos. No obstante, pienso pedirle a una sirvienta que me acompañe.

No puedo creerlo. —¿Fuera del castillo?

—Hasta ahora él ha venido a visitarme.

—¿La reina le autorizó recibir a un hombre en su habitación?

¿O dónde han estado... ?

—¡Por supuesto que no! —Isobel luce avergonzada—. Soy una romántica idiota, Elena. ¿Has escuchado las leyendas sobre el Príncipe negro? —Miro el balcón de la habitación de Isobel con preocupación—. Yo las he leído todas —dice, cogiendo uno de sus libros—. Él visitaba a la princesa. Lamar no es el Príncipe negro, pero...

Le supo contar el cuento.

Maldito seas, Duardo Garay.

—Me siento tan avergonzada —añade—. ¿Cómo lo sacaré de mi corazón ahora?

Debe hacerlo...

—No se sienta mal, Alteza —Le ofrezco mi mano y ella la toma—. Aún está a tiempo.

—Quiero pensar eso —suspira—. Ambas vamos a hacer lo correcto, ¿de acuerdo?

De acuerdo.


----------

¿Impresiones? 🙈 Les cuento que a partir del siguiente capítulo empezaremos la cuesta abajo...

A ver si adivinan a qué me refiero 🙈

¡Gracias por sus votos y comentarios!

¡Gracias por sus votos y comentarios!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Crónicas del circo de la muerte: Reginam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora