—¿Ves a la niña que tiene un moño rosa en el cabello? —Asiento cuando la encuentro, pero luego afirmo haciendo un sonido pues me doy cuenta de que no me está mirando—. Vivió hasta los diez años con su madre biológica, quien era una prostituta drogadicta que se atrevió a inyectar a su hija para drogarla y pagarle a su proxeneta, era demasiado pobre como para costear su adicción, así fue como se enfermó. Sus padres adoptivos se enteraron de su condición cuando sufrió una serie de síntomas, entonces, de la noche a la mañana, ya no la querían y la botaron.

Cierro los párpados y me recargo en la puerta, si una pareja decide adoptar supongo que es porque ansían tener un bebé, formar una familia. ¿Cómo es posible que le hicieran eso a una pequeña indefensa que necesitaba amor más que nunca? No es un objeto que puedas arreglar, es un ser humano. No solo tuvo que lidiar con su madre biológica, también con dos imbéciles y con una enfermedad incurable y mortal.

—Ahora dale un vistazo al niño que hace rato corría haciendo reír a su madre y a la enfermera. —Hago lo que me pide, el chiquillo ahora salta como si fuera un canguro, no puede quedarse quieto—. Su madre también tiene SIDA, se enamoró de un tipo que la chantajeo hasta que ella cayó, no solo la contagió, la abandonó al enterarse de que estaba embarazada. Está muriendo, tiene cáncer. ¿Tienes idea del dolor que sintió al saber que iba a transmitirle algo horrible a su hijo? ¿Que no va a estar ahí el día que a él le toque la peor parte?

—No —murmuro. No puedo saberlo y deseo nunca sentir un dolor tan grande.

—Casi todos los bebés con SIDA mueren el primer año de vida, los que salen adelante sobreviven, por lo general, hasta los dieciséis —dice—. Dime qué es lo que ves, Han, ¿qué escuchas? ¿Qué sientes?

—Veo niños pequeños sentados en sillas de colores riendo y jugando, escucho risas; y extrañamente me siento feliz, a pesar de lo que me has dicho.

—No te traje aquí para que sintieras lástima, tú eres la que les darías lástima a estos niños, porque ellos no eligieron sufrir por su enfermedad, tú sí eliges sufrir. Son unos guerreros valientes que luchan por vivir y no se lamentan por ello, al contrario, luchan con más valentía. Siempre que estés a punto de llorar recuerda que hay personas que están en una situación más difícil que la nuestra y no lloran, están sentados en sillas de colores riendo y jugando, Hannah, siendo felices, a pesar de las circunstancias. Con esto no quiero decir que no puedes llorar o que hacerlo es de débiles, pero hazlo por cosas que valgan la pena y no por un tipo que no ha hecho nada más que demostrarte que no lo vale.

La sinceridad en su tono me deja sin habla, en esta ocasión no quiere molestarme, está diciendo lo que realmente piensa.

—¿Por qué haces esto si no te agrado? —cuestiono.

—Estoy harto de escuchar tus lamentos, vive, Hannah, tu existencia no acaba si un chico no sabe valorarte, tienes todo para salir adelante, solo necesitas ser valiente y atreverte a salir de tu cárcel. La vida es muy corta como para que no veas las cosas hermosas por estar llorando escondida detrás de la misma pared.



Oliver estaciona su auto unas calles atrás de mi casa, tallo mi rostro con las palmas, una sensación desconocida crece en mi pecho, no sé qué es, pero me agrada. Y al mismo tiempo me siento pesada.

—¿Por qué sabías tanto de ellos?

—Mi madre era la enfermera —responde. Mis labios forman un círculo debido al asombro—. Me arriesgué llevándote, si nos hubiera visto habría armado un escándalo.

—Gracias por llevarme y por ser tan cruel —susurro.

—No soy cruel, Han, solo digo la verdad.

Química imparable © (AA #2) [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now