El inicio del desastre

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Apoyó sus manos en el pecho de Vittare.

No podía evitar sentirse emocionado, ansioso y muy excitado. Había esperado mucho tiempo para que llegara a pasar aquello, incluso años.

—Espera, ¿qué estás haciendo? —Preguntó intentando deshacerse de las ataduras que lo mantenían atrapado en la cama.

Él no contesto. Dirigió sus manos a la camiseta del muchacho y la levantó, observó ese abdomen y se relamió los labios, para luego depositar un suave beso en aquella piel y empezar a lamerle. Desabrochó el pantalón, corrió el bóxer e introdujo su miembro en la boca.

Vittare arqueó su espalda intentando controlar los sonidos provenientes de su garganta. Sus ojos se habían nublado y sus músculos se tensaron, pero eso no impedía las olas placenteras que le provocaban su compañero.

—Li...—gimió—. Basta...

No lo escuchó. En cambio, el muchacho colocó sus brazos en sus piernas, levantándolas levemente sin parar de chupar, lamer, incluso morder. Vittare sentía que moriría, sí, de excitación. Hasta que llegó al clímax, soltando un desgarrador gruñido.

El castaño alzó su mirada buscando la de su compañero una vez ya tragado el semen. No pudo evitar una sonrisa llena de orgullo al verlo con las mejillas sonrojadas y su pecho subiendo y bajando con rapidez. Se levantó sobre la cama y empezó a deshacerse de sus ropas lentamente. Sí, necesitaba provocar a su compañero, seducirlo. Una vez desnudo volvió a sentarse en el abdomen del muchacho.

—Diablos, Vi. Te ves tan malditamente erótico de esa forma—murmuró empezando a mover su cadera, y así, rozando su miembro con su entrada.

Los impulsos lograron poseerlo. No aguantaría más, estaba totalmente seguro.

—Q-quiero... —balbuceo—. Joder, quiero estar dentro de ti.

El castaño expandió su sonrisa.

—Y yo quiero tenerte dentro de mí.

El castaño comprobó si el pene de Vittare estaba totalmente húmedo y duro, listo para la acción. De esta manera, el chico lo tomó con sus manos y lo introdujo en su interior. Los chicos gimieron al instante.

—Sí... joder, sí...—dijo el chico acostumbrándose a tener ese pedazo de carne.

—Muévete —pidió el mayor.

Su respuesta fue una pequeña risa. El castaño apoyo sus manos en la colcha y empezó a mover su cadera cada vez más rápido. Ni en sus sueños más sucios se había imaginado la sensación real de tener a Vittare dentro de él, incluso era mejor, mucho mejor.

En cambio, Vittare mantenía sus ojos cerrados, mordiendo su labio inferior con tanta fuerza que ya llegaba a sentir ese sabor metálico que otorgaba la sangre.

No podía seguir soportándolo.

Entre ansiedad y adrenalina consiguió deshacerse de las ataduras que lo mantenían aprisionado en la cama y se lanzó sobre el cuerpo de su compañero. Sus manos cayeron en los barrotes de la cama, apretándolos, usándolos para embestir al castaño con mayor agresividad.

Nunca habían sentido un orgasmo de esa magnitud, tan intenso, tan impresionante. Ambos cuerpos cayeron sin energías, sin ganas de nada.

...

A la mañana siguiente Vittare fue el primero en despertar. Intentó no hacer algún ruido con el cual despertar al castaño y se dirigió a la cocina, sin antes ponerse unos bóxers y pantalones. Aprovecho esos momentos de soledad mientras el agua se hervía para lavar su rostro, manos y dientes. Se sentía extraño, creyó que fue la idea de haber tenido sexo con su mejor amigo la noche anterior.

Un café no le vendría mal. Algo que apreciaba era de disfrutar un buen desayuno junto los primeros rayos del día.

— ¿Cómo dormiste? —Se giró al escuchar esa dulce voz.

—Bien—contestó observando al castaño apoyarse en la isla de la cocina—. Debiste colocarte algo antes de venir.

—Oh, vamos. Deberías estar feliz con que tenga el bóxer puesto, al menos.

Vittare colocó su taza de café en el mueble.

—Li...

—Sabes... verte sin camiseta me hacen entrarme ganas de tocarte—interrumpió el muchacho—, y creo que tú también quieres.

No estaba mintiendo. Ver a Li con esa tela le entró ganas de arrancársela. Se acercó y su cadera fue recibida con unas piernas abiertas y un fácil acceso a su reliquia. Su boca se dirigió a los pezones del castaño, mordiéndolos y lamiéndolos, quitándole unos quejidos a su dueño.

—No te controles, Vi... Sí, hazme lo que tú quieras...

Vittare tomó los muslos del castaño y lo levantó bruscamente hasta dejarlo en la isla sin preocuparse de botar las cosas que yacían sobre ella. Con un simple movimiento desabrocho sus pantalones, corrió sus bóxers y entro sin problemas.

Embestidas duras, profundas, deliciosas. Así lo describía el castaño, bañado en éxtasis y placer. Sentía como Vittare llegaba a su punto G, logrando arrebatarle un grito.

Lástima que todo ese placer, todas esas sensaciones fueron solo por esos días.

Ahora, todo era diferente, aquel castaño que reía y se sumergía en placer con aquella persona que tanto amaba, aquel castaño que creía ser feliz, se encontraba frente a mí con las lágrimas recorriendo sus mejillas.

—Te cuento esto porque eres mi mejor amigo—decía el chico—y, joder, de cierta manera tenía que desahogarme, ¿entiendes, no?

—Licalel...—murmuré sin saber qué contestar.

—Me duele mucho el pecho, nunca me había sentido tan mal—paso sus manos por sus mejillas, intentando limpiar sus lágrimas—. Diablos, lo amo tanto que no sé qué hacer.

—Yo tampoco—susurré—, pero... si Vittare decidió hacer tal cosa no creo que haya algo qué hacer.

— ¿Me estás diciendo que tengo que rendirme? —dijo. Me fue difícil entenderle, su voz estaba quebrada y no paraba de gimotear—No creo poder hacerlo...

—Pero...

—Pase muchos años esperando para que en algún momento él dejara de verme como su mejor amigo... Y cuando lo logro, él...

No consiguió acabar. Me levante del sofá y me encamine a la cocina en busca de un vaso con agua y un pañuelo para que se limpiase las lágrimas.

—Gracias—murmuró cuando se los entregue.

Me senté a su lado y coloqué una mano sobre su rodilla.

—No es necesario que sigas contándome—le dije.

—Yo quiero. Yo... necesito hablar con alguien sobre esto.

—Claro...

—Nunca creí que enamorarse sería tan doloroso y al mismo tiempo, tan hermoso. Mierda, ¿Cómo pude caer tan bajo?

— ¿Cómo él pudo haberte hecho eso? —Dije—Los tres siempre fuimos tan grandes amigos...

—Pero ya no, todo acabo.

No, nada ha acabado. Esto es... solo el inicio.

Un horrible inicio.


Mil balazos al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora