El viaje.

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Desperté más que apurada, eran las 6:00 a.m del 3 de enero, debía decirle a mis padres que perderíamos el avión, que podríamos tomarlo a tiempo si nos dábamos prisa. Entré a la habitación y miré hacia la cama, mis padres no estaban ahí, pero si una nota:


Querida hija Estella.

Ya hemos tomado el avión. No te avisamos porque tu tía Merry también vendrá y quiere que la acompañes tú, vístete y lleva todo a su casa porque pasarás el día ahí, mañana saldrá otro vuelo. Estaremos en la casa de tu abuela viendo anuncios para comprar la nuestra. Te amamos y te esperamos.

Besos de

                                                                                                                                                                  Papá y mamá. 


Se habían ido a Estados Unidos y me habían dejado aquí, ahora tendría que esperar otro día para salir de aquí de Mánchester, pero no puede ser tan malo pasarla con mi tía, yo la quiero mucho y no creo que tengamos que pasar otro día aquí. Recogí mis maletas y me fui a las 07:00 am.

Llegué a su casa, quedaba sólo a unas calles de la mía. Entré por la puerta principal para tocar el timbre, de repente se abrió la puerta y vi a mi tía Merry, tan rubia y tan joven como siempre,  una persona bastante amable y con mucho estilo, muy educada. Con sus brillantes ojos azules me miró y me abrazó diciendo:

 ¡¿Cómo estás, mi pequeña estrella?!

—Estoy bien, tía, gracias.—Respondí liberándome en sus brazos.

¿No te parece adorable, cariño?— Dijo tía Merry con una gran sonrisa de oreja a oreja. De la nada había aparecido Spott y escuché un ladrido, era su pequeño perro poodle, dio un lenguetazo en mis pies mientras yo sonreía a mi tía bruscamente.—La verdad es que no me gustan mucho los animales, tía. Sin embargo siempre he querido tener un pomerano mini toy, o un pomerano husky, también me gustan los conejos.—Le respondí, tomando a Spott por el lomo y sujetándolo en mis brazos. 

Entramos a la casa, una casa de color verde con grandes muebles y una decoración victoriana. Tía, que me invitó al cuarto de huéspedes, había sacado un paquete grande envuelto en papel de regalo de una mesa de noche de madera de pino que hacía juego con la cama, el cual me colocó de frente de la cama con una gran sonrisa en espera de que yo lo abriera.—Wow, tía. Muchísimas gracias—Le agradecí con mucha alegría en una gran sonrisa. 

 —No es nada, mi estrella. No te lo había podido dar antes porque tuve que sacar de los ahorros para comprar un saco de galletas para mi pequeño Spott,—Se lamentó—pero mejor tarde que nunca. Es mi regalo de navidad para tí. Te lo compré porque pensé que tal vez querrías uno, siempre te veo mirando al cielo a cada rato y leyendo revistas sobre la NASA.—¡Es un Quasar Q200! De verdad que estoy muy agradecida, te lo agradezco muchísimo tía.—Le dije mientras la abrazaba fuertemente.— ¡Me alegra mucho que te guste, mi estrella!

Pasó un rato y ya eran las 09:06 p.m, no me había dado cuenta de que el tiempo corría tan rápido, ya quería probar mi nuevo telescopio, un telescopio nada económico y original. Salí al patio, traté de armarlo usando instrucciones y no pude, la verdad es que no tenía maneras de armarlo, lo intenté demasiadas veces y me rendí, decidiendo guardarlo y me fui a duchar para dormirme, eran las 12:30 a.m.

Apenas despierto por la alarma me pregunté por qué había tenido un sueño tan extraño. Estaba en una casa llena de dulces y aparecía alguien con una máscara blanca que me mostraba muchas cosas a través de una pantalla. Sin embargo, no le presté mucha atención luego, cuando eran las 04:00 a.m, me duché y recogí mis cosas, mi tía y yo estábamos afuera mientras unos vecinos muy gentiles escoltaban las maletas hasta el carro. Mi tía era alguien soltera, a pesar de ser tan agradable, nunca había querido a alguien de esa manera porque simplemente esperaba que llegara el hombre indicado, sólo tenía 28 años. Entramos al carro y llegamos al aeropuerto, a las 05:00 a.m, leí una revista del cosmos de esas que me traía papá de sus viajes y se hicieron las 06:00 a.m, el avión iba a despegar, estaba emocionada de ver el cielo desde uno. Sin embargo, me había quedado dormida en el viaje porque había pasado la noche tratando de armar el telescopio el cual al final de todo no armé. Desperté justo cuando aterrizamos, mi tía Merry me había dado un bocadillo que las azafatas repartían a los pasajeros, era un dulce de leche, el cual me acabé todo y estaba delicioso, ya habíamos llegado a Estados Unidos. 

En cuanto llegué a New York, vi a mamá y papá batiéndome las manos, detrás de ellos estaban mis abuelos que sonreían esperando a que llegara a ellos, los abracé fuertemente a los 4, les explique sobre mi telescopio y lo feliz que estaba sobre tenerlo, pero no lo podía armar. Papá se había ofrecido a armarlo cuando llegáramos a nuestra nueva casa, mamá prepararía unas galletas de chocolate las cuales yo amaba, estaba al punto de gritar de alegría cuando me dijeron que me llevarían a el Central Park en la noche, quería tomar unas fotografías ahí, mi cámara era algo vieja y aún servía, me encantaba tomar fotos. 

Llegamos a la casa de mis abuelos, estaba feliz de verlos porque tenía tiempo sin hacerlo. Mi abuela era una persona con apariencia joven, tranquila, amable, tenía los ojos azules y el cabello castaño oscuro. Mi abuelo era un ser pacífico, manso, obeso de cabello claro y con un gran sentido del humor. 

Me senté en el mueble para seguir leyendo esa revista que tanto me gustaba, pero me interrumpió alguien. Era mi tía que me ofrecía unas galletas de coco que había comprado para la merienda, junto con una gaseosa de uva, le agradecí y las disfruté mientras seguía leyendo.

Luego se hicieron las 06:00 p.m, ya era hora de ir a el Central Park y tomar las fotografías, pero a mi madre le dolía la cabeza, así que me dijeron que iríamos otro día, me dio igual ya que luego podría tomar fotos, tomaría muchas fotos y eso me ponía de maravilla con sólo pensarlo.

Llegamos a mi nueva casa de color blanco y con una hermosa fuente en el jardín, una casa bastante grande y con muchas plantas y árboles, sobretodo un gran patio para ver las estrellas desde la copa de un árbol. Ya la mudanza estaba colocada, me asombré mucho al verla puesta, bajaron mis cosas y las colocaron en mi nueva habitación del segundo piso que era mucho más grande que la anterior, estaba vacía, pero tenía una cama de madera de cedro, una mesa en juego con la cama, 2 repisas para libros y 2 ventanas, estaba conforme por ahora porque iba llegando recientemente, podía arreglarla a mi gusto. Me asomé un rato por una de las ventanas a ver el cielo, era una ventana grande y bonita, me encantaba.

Luego de cenar, fui a ducharme para irme a la cama, mi padre ya estaba durmiendo y no había recordado decirle lo de mi telescopio, así que me dormí.

Así acabó mi primer día en New York, sin tener idea de que tendría una gran aventura en ese lugar.


Capullo Invernal.Onde histórias criam vida. Descubra agora