CAPITULO 3 SENTIMIENTOS PARTE 2

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Toda su vida era siempre tan oscura, sin luz, sin vida, sin un motivo real para sonreírle, su familia nunca había sido una real familia, al menos no como ella siempre imaginaba que debían ser, sus padres siempre tan orgullosos y engrandeciendo a su hermana Olga, siempre aplaudiendo cada logro que ella hacía, siempre junto a ella, siempre comparándola y siempre haciéndola a un lado y últimamente haciendo de menos lo que ella más amaba en el mundo y lo que le encantaba hacer; escribir.

Todo había sido oscuridad hasta que Arnold llego a su vida; tal vez mucha gente podría decir que realmente estaba loca, ¿Cómo era posible que tu amor de infancia siguiera tan intacto tan fuerte ahora en la adolescencia?
Para ella era simple, Arnoldo nunca le había hecho caso, nunca hubo nada y simplemente la ilusión de que algún día él se diera cuenta de su amor, estaba ahí, seguía viva dentro de su ser, la noche anterior lo había descubierto, aun lo amaba, le encantaba, le gustaba, le fascinaba estaba volviéndose realmente loca, loca por él.

Siempre en soledad, siempre triste, siempre molesta por el modo que fue desplazada por su hermana ante sus padres, ella nunca había podido expresar o más bien ser escuchada realmente en su casa, Phoebe, era su única y mejor amiga, era su hermana con ella si podía contar, podían platicar, jugar, divertirse y darse consejos, algo que debería de hacer con su madre, pero su madre.

Miriam no es una mala mujer, simplemente ha estado aburrida y harta de la rutinaria vida que lleva al lado de Bob, ella lo descubrió cuando su padre estuvo enfermo y su madre tuvo que ir en su lugar a la empresa de localizadores, las cosas cambiaron al principio y ella obtuvo un poco de Miriam, pero después paso lo mismo, rutina y a su madre simplemente no se le daba eso de poder hacer mil cosas a la vez, no podía trabajar y estar bien en casa con su familia, no puede estar siempre en su casa y estar bien con su familia; aun así la amaba pese a que no la sintiera cerca como deseara.

Bob, el gran Bob Pataki, rey de los localizadores, ambicioso y muy competitivo, casi su padre no le pone atención, no recuerda cuando fue la última vez que Bob la cargo y le sonreía amorosamente, en realidad habían sido pocas las veces que a Bob le salía de corazón abrazarla y había dejado a un lado la magnífica Olga para poder estar con ella.

Para sus padres ella era una desconocida y ella se sentía fuera de lugar, no se sentía en un hogar donde realmente perteneciera, muchas veces había deseado desaparecer y que todo sería mejor si ella no existiera, pero Arnold…Arnold ilumino su vida.
-¡Helga!

Rodo los ojos fastidiada, como si realmente a su madre le importara que se le hiciera tarde a su curso literario de los sábados, ni siquiera habían querido pagárselo y por eso ella trabajaba con la señora Vitello.
-¿Qué quieres Miriam? –Pregunto al bajar a la cocina

-¡Oh! Cariño, quería pedirte de favor si puedes ir a la tienda, es que a Olga se le antojo unos chocolates y…
-¡Criminal Miriam! No puedo debo irme, por si no lo recuerdas mama tengo que ir a mi curso de…
-Vamos Helga, ¿Qué te cuesta? Es tu hermana por favor

-¿Acaso a ustedes les importa algo que no sean ustedes mismos? –Miriam abrió abruptamente los ojos ante lo que había dicho su pequeña hija, sin comprender o más bien sin querer creer lo que su hija estaba queriendo decir.
-Pero…

-Ya me voy Miriam…y si tanto antojo tiene que le diga a su esposo –Murmuro antes de encaminarse a la puerta sin dar vuelta atrás, molesta y dolida.
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En casa de los huéspedes, se encontraba un joven rubio mirando el cielo, para él era un bello y hermoso amanecer, mientras rozaba sus labios sintiendo aun el hermoso y delicioso tacto de los suaves labios de la rubia, la noche anterior había obtenido un avance en su relación con Helga, por lo menos ahora no podía ignorarlo ¿O sí?

UNA PROMESA DE AMORUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum