#28 (2/2) - FINAL.

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¡Hola, hola!

Es muy raro que escriba una nota al principio del capítulo porque siempre lo suelo hacer al final, pero quiero dejar claro que la historia ES FICTICIA y que todo lo que pasa aquí NO tiene porqué ser cien por cien real.

Sé perfectamente cómo es una prótesis de pierna (aunque hay varios "tipos"), pero esta que he descrito en la historia viene de mi imaginación. Me gusta salirme de "lo normal" e innovar a ver si les gusta a ustedes, a la gente que me lee, pero siempre hay alguien que no está conforme y tiene que poner mil pegas.

Me he informado sobre algunas cosas, tanto como para la prótesis de Kay como para lo que van a leer ahora, y las he mezclado con ficción así que, POR FAVOR, no se tomen todo lo que leen al pie de la letra. No hablo solo de mi historia, hablo en general de todo lo que lean.

Bien, sin más aquí dejo el capítulo final.

¡Gracias por leer!

PD: Preparen los pañuelos.

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Ian buscó a Katie con la mirada.

La había perdido.

Luego era ella quien lo llamaba niño pequeño a él.

Entonces la vio frente a una valla que separaba el parque de un enorme campo de tierra y se acercó a su lado, dándose cuenta de que ella tenía la mirada perdida y cristalizada mirando hacia la gente en bicicletas, monopatines o simplemente jugando.

Ian se acercó a su mejilla sin tocarla, solo rozaba su piel con los labios. Su perfume comenzó a enloquecerlo y a mezclarse con el que él llevaba, pero no le importaba. No combinaban mal ni era desagradable la mezcla de ambos olores.

Levantó un poco la cabeza, casi pegando su frente a la sien de ella, que seguía en la misma posición sin inmutarse, aunque Ian se estaba muriendo por dentro en girarla y darle un beso de película delante de todo el parque.

–¿Estás bien? –Le acabó murmurando al oído, controlándose.

Ella pareció reaccionar, sacudió la cabeza un poco, despejando pensamientos, se pasó las manos por los ojos para quitar posibles rastros de lágrimas y giró la cara carraspeando para quedar a escasos centímetros de la de Ian.

–¿Estás bien? –Le repitió mirándola a los ojos.

–Sí, creo. –Murmuró casi en un susurro.

–Vamos a otro sitio. –Propuso y Katie asintió.

Esta vez, era ella la hipnotizada por los ojos de Ian. Era marrones "normales", color miel más bien, tan bonitos que parecían un atardecer. Parecía que la luna iba a ponerse en ellos en cualquier momento.

Ian sonrió dándose cuenta de lo que había causado en ella, ganándose un dulce rubor de la parte contraria. Pasó un mechón de pelo azul por la oreja de ella y se dio cuenta de la cantidad de piercings que llevaba ahí. No le importaban.

La agarró de la mano con suavidad y entrelazó sus dedos con los de Katie, volviendo a incorporarse un poco para alejarse de su cara o entonces acabaría asaltando sus carnosos labios contra los propios.

La guió por todo el parque. Él no tenía rumbo a donde ir, ni siquiera tenía pensado uno, y a ella no le importaba donde la llevara, sabía que estaba a salvo con Ian a su lado. Nada malo podría pasarle. Ahora lo sabía.

Salieron del parque y llegaron a un bar donde pensaron en tomarse algo, ya fuera una bebida o cualquier aperitivo. No importaba.

Ambos querían estar juntos haciendo cualquier cosa, ambos estaban disfrutando de la compañía del otro aunque a veces se quedaran sin qué decir.

Mensajes para ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora