Capítulo 1: Nueva Tabsa

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Hacía casi una década, Nueva Tabsa era un tranquilo pueblo de interior, a varios kilómetros de la costa, rodeado por dos vastos sistemas montañosos que lo aislaban de las ciudades de Fadwell, al oeste, y Fídial, al sureste. Este aislamiento podría haberse considerado un grave contratiempo para el crecimiento de la región, pero no era este el caso, por muy cierto que fuera que las comunicaciones se presentaban un tanto complicadas, con muy pocos accesos al mismo. Los dos más transitados y conocidos eran, al sur, un gran valle llamado Rémani, y, al este, el Paso de Láber, un estrecho camino practicado en la montaña por su lado menos rocoso que alcanzaba los mil doscientos metros de altitud. Aún así, la actividad en Nueva Tabsa era la de un pueblo en auténtico auge, debido, en mayor parte, a la explotación de sus minas de hierro.

Cuando la mayoría de la población se dedicaba a la agricultura o a la ganadería, la aparición del yacimiento atrajo a centenares de personas para trabajar en la mina, además de todo el empleo indirecto que originaría a su alrededor. Se utilizó el valle de Rémani para crear una ruta comercial a través de la cual distribuir el hierro extraído, pero pronto se establecieron allí otros negocios para abastecer a los nuevos habitantes de la región. Numerosas tabernas se levantaron entre las viviendas recién construidas junto a herrerías, posadas, casas de telas... Un crecimiento que cogió por sorpresa a los habitantes originales de Nueva Tabsa, unos a favor y otros lamentando dicho descubrimiento.

Cualquier visitante que nunca hubiese estado antes en el lugar habría sabido decir, sin equivocarse un sólo centímetro, dónde se encontraba la línea tras la cual comenzó a crecer tan desmesuradamente el pueblo. El viejo estilo de casa de madera, amplia y de dos alturas, contrastaba en exceso con las nuevas edificaciones, más austeras y pequeñas, propias de los que están de paso, de aspecto cuadrado, hasta tres pisos y una única vivienda por planta. Esto no gustó en absoluto a los más viejos, que vieron cómo su pueblo perdía su propia personalidad.

Pero no sólo empresarios y trabajadores de otras regiones vieron la oportunidad económica que ofrecían las minas; muchos fueron los ladrones, estafadores y demás escoria que también se apuntaron a la fiesta. Por suerte o por desgracia, estos atrajeron otro tipo de trabajadores, mercenarios en su mayoría, que se ofrecían para dar protección a establecimientos o personas, a modo de escolta.

Así pues, una gran variedad de personas se dio lugar en Nueva Tabsa: empresarios con grandes o pequeñas fortunas para invertir; los que pasaban sólo una temporada probando suerte en alguno de los trabajos ofertados; quienes querían pasar inadvertidos; aquellos que se aprovecharían de los demás; y los que únicamente buscaban prestigio y poder. La calidez de un tranquilo pueblo de agricultores y ganaderos se transformó, en muy pocos años, en la extrema frialdad de una industrializada pequeña ciudad en la que nadie confiaba en los que les rodeaban.

—¡Fuera de aquí! —gritó el dueño de la taberna a la par que empujaba a un viejo y andrajoso personaje, el cual tropezó y terminó por caer al suelo—. ¡Esto no es una casa de la caridad; si no tienes el dinero suficiente ve a pedir comida a otra parte!

El hombre entró de nuevo en su local cerrando con un portazo tras de sí. El del suelo intentó incorporarse, pero, débil como estaba, trastabilló una vez más hasta volver a caer de espaldas y quedar finalmente sentado. Tras la capucha azul oscuro no se distinguía ningún rostro y sólo sus brazos desnudos, sobresaliendo de las mangas arremangadas de la túnica, mostraban la piel arrugada del anciano.

Un joven de altura media, de escasa barba y melena lisa hasta los hombros, estas de color castaño, se acercó con rapidez al viejo, ofreciéndole su ayuda para levantarse. Este no la rechazó y, apoyándose en su brazo con las dos manos, logró al fin ponerse en pie.

—Gracias, muchacho —dijo lentamente y con voz ronca—. Es difícil encontrar gente amable en estos días, aunque, la verdad, en la tierra del legendario Héroe de Tabsa pensaba que encontraría a algunas personas más que merecieran la pena.

Cautivo de las tinieblas (saga Ojos de reptil #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora