CapítuloVeinticuatro|Gritos|

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Dio media vuelta y comenzó a buscar con la mirada a alguien que se le hiciese sospechoso. Subió las escaleras y caminó por el pasillo de los reservados. Una puerta se abrió y de ella salió una alegre pareja tomada de la mano. Se no se inmutó al darse cuenta de que la mujer, era Melissa. Ella, al percatarse de que él la estaba observando, dio un salto y soltó la mano de su amigo. Sonrió incómoda y se acercó a paso temeroso a Noah.

—Jefe, yo...

— No tienes nada que explicarme. Lo sabes, ¿cierto?

—Sí, pero...

—Limítate a tus asuntos.

La miró de arriba abajo, detallando el estrecho vestido rojo que se ceñía a su cuerpo. No cabía duda, era ella la que había arreglado a Kara para esa noche. Miró al hombre, el cual lo miraba con emoción. ¿Por qué lo miraba así? Bufó y siguió su camino. Luego de varios minutos de búsqueda sin frutos, salió del Club con su peor cara.

El aire frío lo invadió en cuanto puso un pie fuera del Club, el olor de vómito le chocó de inmediato. Contuvo la respiración y caminó hacia su auto. Antes de entrar, observó cómo una pareja se liaba en el mismo lugar en donde había estado él con Kara.

Sonrió de lado.

Bueno, al menos alguien tendrá diversión esa noche.

Se metió al auto y cerró la puerta. Masajeó sus sienes en un intento fallido de que su dolor de cabeza cesara. Miró a su lado y observó a Kara, quien estaba cruzada de brazos mirando por la ventanilla. Estaba abrazándose a sí misma. El vestido lo tenía hacia arriba, dejando ver sus piernas y parte de sus bragas. Noah parpadeó un par de veces, siéndole imposible apartar la vista.

—Puedo verte las bragas.

—No es algo que no hayas visto ya.

Encendió el auto y la calefacción. Condujo hacia su casa, y llegó más rápido de lo que había esperado. Metió el auto en la cochera, se bajó y ella lo siguió. Caminaba descalza con los tacones en las manos. Ninguno dijo palabra alguna. Entraron a la casa y subió las escaleras. Entró en la habitación, aquella en la que durante un tiempo, había evitado entrar con todas sus fuerzas. Ella entró dejando los tacones a un lado.

—¿Podrías prestarme algo cómodo para dormir, por favor?

Fue a su habitación, y buscó una camisa blanca. Regresó a donde estaba Kara y se la entregó.

Observar su cuerpo, hacía que todo el suyo reaccionara. Ahora, todos sus sentidos se encontraban encendidos y totalmente conscientes de la mujer que tenía en frente. El vestido se le veía de maravilla y quería arrancárselo del cuerpo.

¿Cómo lograba excitarlo de tal manera, sin siquiera tocarlo o provocarlo?

Bajó a la cocina y se sirvió un vaso de vino blanco, el cual se bebió de un trago y volvió a servirse otro.

¡Maldición!—exclamó al sentir una punzada en las heridas. Terminó de beberse el vaso y subió a su habitación.

Entró al baño y se desnudó ignorando su erección, la cual había disminuido considerablemente. Por un espejo, detalló sus heridas, de las cuales había brotado un poco de sangre, pero según él, no había nada de qué preocuparse.

Se metió a bañar. El agua caliente que se deslizaba por su cuerpo, era ligeramente relajante. Pero, cuando el agua tocaba sus heridas, éstas ardían. Cuando salió, echó un poco de alcohol en sus heridas, las cuales, ardieron aún peor. Ignorando el dolor, se vistió. Salió al balcón y se sentó en la silla colgante.

Recordó la noche en la que Robert los había interrumpido.

¿Qué hubiera pasado de no haber tenido esa interrupción?

Suspiró y se abrazó a sí mismo. Suspiró e intentó olvidar el hecho de que si él no se hubiera escapado de la clínica, algo muy malo le hubiera ocurrido a Kara.

¿Por qué no dejaba de pensar en ella?

¿Por qué le dolía imaginar que algo malo pudiera ocurrirle?

Era realmente frustrante y odiaba sentirse así.

...

Kara se despertó con un leve dolor de cabeza. Había tenido la misma pesadilla que siempre tenía.

Disparos, sangre y gritos.

Se estiró en la cama y abrió sus ojos. De inmediato, recordó todo lo sucedido la noche pasada y cerró sus ojos nuevamente. Estaba avergonzada. Sabía que él tenía razón. Sabía que no debía salir así sin más. Por alguna razón, no quería encontrarse con Noah. No después de las cosas que le gritó. Las merecía, lo aceptaba.

Salió y bajó las escaleras. Todo estaba en absoluto silencio.

—Ven a tomar algo.—la voz de Noah la hizo estremecerse. Bajó más la camisa y caminó hasta la cocina.

—¿Por qué no tienes camisa?—preguntó desviando la vista.

—Porque acabo de hacer ejercicio.

El móvil de Noah comenzó a sonar. Había perdido la cuenta de las veces que lo habían llamado.

—¿No vas a responder?

—No.

—¿Por qué?

—Porque no. —dijo extendiéndole un vaso de jugo. Ella lo tomó y comenzó a beberlo—. Es más, ¿Por qué haces tantas preguntas? No me cuestiones.

El ambiente incómodo comenzaba a sentirse cada vez más.

—Quiero que me digas todo lo que sucedió anoche.

Kara lo miró, tenía la misma expresión de la noche pasada. Se estremeció y comenzó a hablar. Mientras hablaba, podía ver cómo Noah apretaba los puños mientras que su mandíbula se tensaba cada vez más.

Se acercó a ella y la envolvió en sus brazos, pegándola a su pecho desnudo. Odiaba saber que ése imbécil se había atrevido a ponerle sus asquerosas manos encima de nuevo y él no estaba ahí para ayudarla. Era un malnacido y pronto pagaría por todo lo que le había hecho.

De repente, la puerta de entrada se abrió, mostrando detrás de ésta a Rebecca, George y al lado de él... estaba Clara.

—¿Interrumpimos?

Corazón Principiante✔️Where stories live. Discover now