~Cap 1. Kardiff~

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Era verano, había ido con mis padres a una pequeña casucha que parecía que se iba a caer en cualquier momento; era una casa heredada de mis abuelos al norte de la península, en Kardiff, un pueblo escondido y alejado de cualquier ciudad conocida.

Llevaba yendo a esa casa desde que tenía uso de razón, pero aun así no conocía a nadie, por lo que siempre solía estar sola en casa.
Aquellos dos meses siempre se me hacían eternos, puesto que todos los días eran monótonos: mis padres se iban y yo me quedaba en mi habitación normalmente leyendo; más tarde comíamos y se volvían a marchar.
Lo que os decía, monótonos y aburridos, así eran todos los veranos.

Me había levantado con dolor de cabeza y mucho frío, lo cual era muy raro, puesto que estábamos en junio y el termómetro de mi habitación marcaba casi 40°.
Me levanté de mi cama con torpeza y fui directa al cuarto de baño. Sin gana alguna, me duché y me puse unos tejanos rotos, mi camiseta favorita de Vans y mis desgastadas converse negras. Sin duda alguna, hoy iba a ser un día normal y corriente.
Me tumbé en mi cama dispuesta a releer el primer libro que viera cuando llamaron a mi puerta.
Salté de la cama, y bajando los escalones de dos en dos, me dirigí a la puerta.
No solía recibir visitas. De hecho, nunca recibía visitas. Abrí la puerta.

Delante de mí había una chica, la cual no mediría más de metro 50, con un cabello negro que se dejaba caer hasta su pecho. Vestía con un vestido sin mangas,gris y corto , y en sus pálidos pies llevaba unas chanclas sencillas. Sus ojos verdes reflejaban un poco de miedo, era una chica tímida

-Eh..umm...¡Hola...!- Dijo ella.
-Hola...- La verdad es que no tenía muchas ganas de hablar, seguía encontrándome un poco mal, pero aun así seguí hablando con ella- Encantada, mi nombre es Laila, Laila Heipper.
-Llámame Sylvia- Sonrió e hizo una leve pausa. - Hace poco que estoy aquí, me mudé ayer - Señaló una casa al final de la calle, mucho más grande que la mía y pintada de blanco con toques azules - Y parece que voy a ser tu vecina.
Sonreí.
-Ven, entra si quieres. - dije mientras alargaba mi brazo señalando el interior.
Dicho esto, empezamos a hablar en el oscuro salón con una coca-cola entre nuestras manos.

Hasta aquel día Donde viven las historias. Descúbrelo ahora