Y ahora nosotros debíamos marcharnos de Bariloche lo antes posible. Ya cuando estuviéramos en nuestro alojamiento decidiríamos a dónde ir. No quería que Lucas oyera mis pensamientos y pudiera rastrearme. Con suerte, quizás me dejaría en paz.

—Era Lucas —le dije a papá mientras caminábamos rápidamente por la vereda—. No me acordaba de que su mamá vive acá y que cruzarlo era una posibilidad. Ahora vamos a tener que irnos a otro lado.

—Pero tenemos el alquiler pagado por adelantado —se quejó.

—No importa. Si vamos a volver al veintidós de septiembre, voy a seguir cruzándome con Lucas allá... y puede que él sepa cosas de las que prefiero no enterarme.

—No —me dijo papá con un suspiro—. No te lo vas a seguir cruzando.

—¿Por qué no?

—Porque no vamos a seguir viviendo en Paraná —dijo, soltando algo que me había estado ocultando seguramente desde que habíamos llegado—. Los encapuchados destrozaron nuestra casa. Vamos a volver, sí. Pero buscaremos a tu madre y nos iremos lo más lejos posible. Es muy riesgoso seguir viviendo allá.

—Oh... no —expresé, pensando en la idea de tener que abandonar a Adrián y a mis amigas—. No podemos hacer eso. ¿No podemos comprar o alquilar otra casa en Paraná?

—Me temo que no habrá otra manera. Si destruyeron la casa, los encapuchados tendrán acceso a objetos personales nuestros y sabrán nuestras identidades. Podrían rastrearnos y obligarnos a usar nuestros poderes para luego alimentarse de nosotros. La mejor manera de huir de ellos es dejando la ciudad... y no regresar por un buen tiempo, hasta que esos seres endemoniados se hayan marchado por completo y volver a radicarnos ahí sea seguro.

—Con más razón Lucas va a querer buscarme ahora —dije, acelerando el paso—. Si no me ve ni tiene noticias mías desde esa noche, entonces debe estar desesperado por hablar conmigo. Necesitamos irnos ya.

Llegamos a nuestro monoambiente y comenzamos a aprontar un bolso con nuestras cosas. Rogaba al cielo que el telépata no hubiera logrado rastrearnos. Si necesitaba estar al lado de su madre, era posible que no hubiera podido seguirnos lo suficiente. Rogaba que así hubiera sido.

—Papá... —dije en un momento, cuando casi estábamos terminando—. ¿Qué va a pasar con Amelie? Si nos vamos de Paraná y perdemos el contacto con los Martínez, Roberto jamás la curará.

—No te preocupes por eso —me dijo—. Yo tengo un plan y sé que va a funcionar. Vos confiá en mí. —Supe que no me iba a dar mayores detalles, pero era mejor así y no hice más preguntas.

Toda esa situación me generaba demasiada incertidumbre. No quería tener que abandonar mi ciudad ni pasar por todo lo que eso conllevaba. Pero parecía que no tenía otra opción, y debía confiar en mi padre.

Si no podía estar con Adrián, al menos me consolaba el hecho de haber sido capaz de salvar su vida. Él me extrañaría y se sentiría ofendido al enterarse de que me había ido de la ciudad sin avisarle, pero seguiría con su vida y buscaría formas de salir adelante y ser feliz. Yo intentaría hacer lo mismo por mi parte, en el sitio que papá eligiera para asentarnos, aunque no pensaba estar con ningún hombre durante un largo tiempo. Esperaría el momento adecuado para contactar a Adrián. Esperaría por él, porque él valía la pena. Solo esperaba que él fuera capaz de esperarme a mí hasta tanto fuera seguro estar juntos, aunque sabía que no estaba en condiciones para exigírselo.

Claudia y Soledad también se ofenderían, pero les enviaría algún mail para avisarles que en el futuro volverían a saber de mí, y algún día retomaríamos el contacto. Es más fácil recuperar una amistad que un gran amor. Los grandes amores tienden a buscarse mejores amores si se sienten traicionados... Y no me cabía duda alguna de que Adrián se sentiría así.

Flor del eterno regresar: 16 otra vez (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora