Capítulo 17: Alguien (o Algo) Más

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Luego recordó que tenía uno a su lado. Y que tenía que responderle.

—¿Y la actuación se va a celebrar ahí? —señaló el gran portón del teatro. Jessica pareció no darse cuenta. Eso, o su larga cabellera le cruzaba por delante de los ojos.

—Es probable —rió—. No sé, no estoy segura. Ha sido simple deducción.

—Pues no sé si la jugada te ha salido bien o no, pero sea como sea, creo que se nos han adelantado.

Entonces se dio cuenta en la expresión de sus compañeros que algo no encajaba. Sopló un mechón de su cabello y pudo presenciar con claridad lo que ambos vieron hace unos segundos. Los ostentosos portones del teatro les invitaban a pasar, a perderse en sus butacas, a presenciar un macabro espectáculo. Tenían que enfrentarse a ello; algo previsible. Lo extraño era que ambas puertas permanecían abiertas.

Y eso significaba que no serían los primeros en adentrarse en sus entrañas.

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Cubrió la incertidumbre cada centímetro de su pálida piel. Ahora debía enfrentarse de nuevo a la dura realidad tras escuchar las curiosas historias de su madre. A una realidad de gárgolas de piedra, ángeles caídos y sonrisas burlonas. A una realidad vestida de gala.

Irónicamente, no se podía permitir el lujo de caminar tranquila por los recovecos del edificio. Sólo la calma que la mano de su madre entrelazada a la suya le transmitía le permitía seguir adelante. Era una buena guía. Al menos, eso se repetía en su mente. Eso y que conocía Dreamland como si fuera su propia casa. Ahora era el momento de demostrarlo.

Tragó saliva al atravesar el umbral de la puerta. El interior estaba sumido en la más absoluta penumbra. La única luz provenía de fuera, pues era aquella que se colaba por la abertura entre los portones cerrados de la entrada. Resignada, Sarah se dirigió hasta ellos y los abrió de par en par. Ahora veían con claridad que, de forma sorprendente, el interior del teatro lucía su cuidado y pulcritud como si de costumbres intrínsecas se trataran.

Mirase por donde mirase, Sharon no divisaba ni una sola mota de polvo. Incluso las plantas mostraban su mejor cara, con sus flores abiertas de par en par y sus diversas fragancias extendiéndose con elegancia sobre el oscuro lugar. Hubiera deseado tal preciso cuidado en el sistema de iluminación. Se imaginó miles de ratas mordiendo los cables, riéndose de ellas, presumiendo del tono amarillento de sus dientes.

—Supongo que no hay tiempo para turismo. Tendremos que ir directamente al Salón Principal.

Sharon no puso pega alguna a la idea de su madre. Deseaba acabar aquella tarea tan pronto como le fuera posible. Por eso, encaminó la marcha a través del amplio vestíbulo con Sarah pisándole los talones. La luz llegaba justo para iluminar el picaporte de la puerta que llevaba al interior del Salón Principal. No obstante, se percató de un pequeño detalle.

De la pequeña rendija bajo la puerta asomaba débilmente un rayo de luz, cálido, naranja. Al abrirla supo por qué. En esos momentos pensó que ya jamás podría volver a cerrar los ojos. Si la fachada le pareció portentosa y el vestíbulo limpio y acogedor, lo que se extendía frente a ella era la culminación de un sueño hecho realidad. Incluso creyó sonreír ante tal espectáculo de luces y colores.

Scarlett: Carnival Ride (Trilogía Scarlett n°3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora