Capítulo catorce

1.8K 138 21
                                    

***

Navidad de 2014.

Pensé que regresar a casa traería paz a mi vida, pero ha sido todo lo contrario.

Si en el hospital sentía que estaba encerrada, aquí es igual. No he querido salir y no pienso hacerlo. No quiero que la gente sienta lástima por mí. No tengo ánimos de conversar con nadie a pesar de que mamá insiste en que debo respirar aire fresco e olvidar lo que pasó.

¿Cómo olvidar lo que pasó?

No es así de sencillo y menos cuando a horas determinas debo inyectarme una estúpida inyección de insulina para controlar los niveles de glucosa en la sangre.

¿Cómo olvidar que perdí a un ser que jamás conoceré?

Un ser que, esta hace apenas unas semanas, no tenía conocimiento que crecía dentro de mí.

Lagrimas caen mientras recuerdo los acontecimientos vividos semanas atrás.

Perdí todo lo que consideré importante en mi vida, todo lo que por años forjé... de ello solo queda ilusiones rotas.

¿Con qué ganas podría retomar un deporte que consideré mi vida?

Si en este momento no tengo suficientes fuerzas para seguir adelante con mi carrera como patinadora sobre hielo. Y no creo que en un futuro logré recuperarme y seguir a delante.

«No debo llorar» «No debo recordar» «Deja de atormentarte» Repito. No obstante, no puedo detenerme.

Sollozo en mi cama, abrazando mis piernas.

Últimamente no he salido de mi cama, paso el día durmiendo, recordando, llorando o mirando algún punto fijo; esa es la rutina que llevo.

Dejo de sollozar cuando escucho voces provenientes del patio trasero de la casa.

—¡Jule, espérame! —reconozco la voz de Julian, mi menor hermano.

Como acto reflejo me levanto de la cama para apreciar qué ocurre y veo a mis hermanos jugar con la nieve.

Al menos son felices, pienso

Ayer nevó todo el día, dando como resultado un día sumamente frío y dejando un manto de nieve por donde mires.

—¡Atrápame si puedes Julian! —grita Julianne a su mellizo, ambos tienen bolas de nieve en las manos.

Julianne y Julian han estado preocupados por mí, pero no he querido ver a nadie. He querido estar sola, solo espero que ellos comprendan mi estado.

Retiro una lagrima que acaba de deslizarse por mi mejilla; me alejo de la ventana.

Me gustaría tener su edad y vivir sin preocupaciones, disfrutar de esta época del año. Es Navidad, pero para mí es un día más, un día sin significado especial.

—Lissa, ¿puedo pasar? —pregunta mamá desde el otro lado de la puerta.

Lo pienso un momento, dudosa de qué contestar. Al final termino diciendo:

—¡No! Quiero estar sola.

—Lissa, es Navidad. Por favor baja, debemos estar unidos, al menos por hoy —Se detiene, pero al segundo siguiente añade—: Ayudamos a abrir los regalos, por favor, cariño.

—¿Regalos? ¿Crees que con cosas materiales se solucionaran mis problemas?

—Lissa entiende que te estás haciendo daño alejándote de los demás. ¿De qué sirve que estés ahí sola? Hija, ni siquiera quieres bajar a desayunar, almorzar o cenar con nosotros. ¿Qué hemos hecho para que no quieras vernos? —Su voz se quiebra en la última frase. Apoyo mi frente en la puerta de la habitación tratando de reunir fuerzas para contestar a mamá.

La chica con el corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora