Yoongi odia la Navidad.
No es culpa de la Navidad en sí, pero la odia y es un hecho. Sin embargo, un poco de alcohol en el organismo y la cólera de las siete de la tarde le llevan a conocer a Jimin, un chico que parece llevar la Navidad encima.
Yoo...
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Estaba seguro de que estaba teniendo un sueño agradable cuando despertó.
Fue la luz que golpeaba contra sus párpados lo que arrugó su ceño y deformó su gesto, frunciendo los labios en una fina línea, molesto.
Situarse fue más complicado. Mediante presionar con torpeza la mano contra la superficie en la que estaba tumbado, supo que era una cama. No su cama, la de dura espuma, sino una que permitía a su menudo cuerpo hundirse. Una nube de sábanas enredadas.
Al abrir los ojos, el resplandor comparado con la completa oscuridad le cegó. Un gruñido vibró en su garganta, mudo, utilizando los dedos para frotarse los párpados sin piedad, intentando volver a entreabrirlos.
Finalmente lo consiguió. Durante unos instantes, todo fue un cuadro de manchas de luz. Se esclareció poco a poco y tomó forma, permitiéndole mirar hacia los lados desorientado, levantando el rostro del colchón.
Era la habitación de Jimin.
A pesar del alcohol ingerido, recordaba todo lo ocurrido la noche anterior.
Los besos húmedos, el enredo de extremidades y las risas impacientes cuando chocaban contra algo, demasiado perdidos en ellos como para preocuparse por su alrededor.
Tuvieron sexo en cada lugar que pedía Jimin a través de su boca pecadora.
Tropezaron con la silla y terminaron sujetándose a duras penas contra la encimera, subiendo al menor allí para tener mejor acceso a cada punto de placer. Contra la alfombra de cachemir, cubiertos de una fina capa de sudor y con los huesos de la cadera clavándose en el suelo. En el sillón, enlazados uno con el otro sin poder respirar, y agotados al final en la cama.
Como se había prometido a sí mismo Yoongi, grabó el mapa de la piel de su amante con los labios. Exploró su cuerpo y se enamoró de él por una noche.
Una única noche, se dijo cuando yacían exhaustos entre jadeos y sonrisas sin aliento.
Ninguna más.
Sin embargo, ahora estaba despierto y la luz del baño yuxtapuesto a la habitación le deslumbraba por completo. Lanzó una mirada lógica al otro lado de la cama, encontrándosela vacía. Aún tenía la menuda silueta marcada, la sábana blanca algo arrugada y con el olor delicioso a él.
