Me dirijo hacia la habitación de Layla. Toco la puerta un par de veces, y como de costumbre no abre. Estas situaciones ya comenzaban a exasperarme. Abro la puerta y en cuanto entro la visualizo en su cama con la pijama puesta y sin rastro de maquillaje.

—Los invitados llegaran en cualquier momento, será mejor que te alistes. —Le informo.

—¿De qué estás hablando? —Dice incrédula. —La Navidad queda cancelada.

Layla era bella, lo era ante los ojos de cualquiera que pudiera mirarla. En este momento no podía verse más hermosa. Su rostro impecable y su melena rubia alborotada la hacían verse bella y real. En cuanto sus ojos azules me miran tristes, caigo en la realidad de nuevo.

—Sarah se pasó toda la mañana decorando la casa y Romina preparando la cena. —Cuando menciono a Sarah ella frunce el ceño, pero no dice más. —Tu padre está alistándose, será mejor que tú lo hagas también.

—¿Hiciste esto por mí? —Dice después de unos segundos. Sus ojos azules atrapan mi mirada.

—Realmente lo siento, Layla. —Mi disculpa no solo abarcaba lo sucedido en el invernadero. Habían pasado tantas cosas por las que me debía disculpar.

—Si, yo también. —Dice dejando salir un largo suspiro. —Supongo que es el milagro de Navidad.

En cuanto dice esas palabras, no puede evitar contener su risa. Es la primera vez que realmente la he oído reír. Una risa genuina y real. Me gusta su risa. Un mechón rebelde se coloca en su mejilla, por lo que lo alcanzo y lo apartó colocándolo detrás de su oreja. Tan pronto como mis dedos tocan su piel, sus ojos se posan en mí y deja de reír.

Maldición, esos ojos. Sigo mirándola, incapaz de apartar la mirada. Rompe nuestra mirada y se aclara la garganta. Su reacción es algo reservada, creo que la hice sentir incómoda.
—Mejor me apresuro en alistarme. —Dice colocándose de pie y dirigiéndose hacia su closet. Antes de entrar me dirige una última mirada. —Espero no arrepentirme de esto.

—Te aseguro que no lo harás. —Respondo con un guiño. Ella sonríe y cierra la puerta.

Dejó salir una respiración que se encontraba atorada en mi garganta desde los últimos cinco minutos que acaban de pasar, algo anda mal conmigo. ¿Acaso le había lanzado un guiño? Joder, algo definitivamente andaba mal conmigo.

-...-

Todo se encontraba en orden. Solo faltaban unos cuantos minutos para que la cena fuera servida, la familia de Amber al igual que ella se encontraban aquí charlando con el padre de Layla. Sarah se encontraba ayudando a su madre en la cocina y Henderson se encontraba en la puerta principal para que todo se mantuviera en orden.

Visualizo a Maurice subiendo las escaleras, por lo que me acerco a él y lo tomó por el cuello de la camisa regresándolo de vuelta a la sala. Él intenta apartarse de mi agarre con sus torpes golpes.

—¡Solo quería ver a Layla! —Dice en cuanto lo suelto. Acomoda su saco y su corbata mientras me fulmina con la mirada.

—Tendrás que esperar hasta que ella por sí sola baje de esas escaleras. —Contesto. Parece querer contradecirme, pero Amber no tarde en aparecer para llevárselo tomándolo del brazo.

El timbre suena y en cuanto me percato de quién atraviesa la puerta no puedo contener mi sorpresa. Me abraza mientras me coloca un sombrero navideño y bastante ridículo en la cabeza.

—Luke, ¿Qué estás haciendo aquí? —Digo aún conmocionado.

—No podía dejar de que pasaras la Navidad sin tu familia. —Dice colocándose un sombrero ridículo también. —¡Sombreros para todos!

MI GUARDAESPALDASWhere stories live. Discover now