Epílogo : La Navidad del año siguiente

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Risas y conversaciones se escuchaban en la planta baja. Ernest estaba en la cama envuelto en las sábanas sin desear levantarse, pero sabía que debía hacerlo ya que estaban todos esperando a que bajaran, aun así él no deseaba moverse. Eran las 6 de la tarde y había pasado desde el mediodía hasta ese momento en la cama.

Rob y él habían llegado al medio día de Houston junto a Timy, el hijo adoptivo de su asistente, amante y sobre todo compañero de vida. Rob el día que hablaron por primera vez del niño, le había contado su triste historia y no pudo evitar lamentarse por lo mal que se había comportado cuando esos hombres habían ido a pedir ayuda para niños quemados la Navidad pasada.

Timy era uno de esos niños que habían sido abandonados hacía mucho tiempo y que por destino Rob había conocido. Inmediatamente pudo adoptarlo e hizo lo mejor que pudo para intentar curarle las quemaduras de las piernas y las manos. El año anterior, estuvieron en América por casi seis meses entre la recuperación y terapia para que pudiera caminar sin problemas y este año fue un mes completo, en esta ocasión la intervención fue estética.

La mamá de Rob y su sobrino los habían estado esperando en esa gran casa que compró para que vivieran todos juntos. Era una especie de mansión, Timy decía que era un castillo medieval. Sabía que era una exageración, pero Ernest quería que todos vivieran juntos y como él tenía más dinero del que pudiera gastar en muchas vidas convenció a todos para compartir semejante lugar. Pero él iba a aceptar si ellos no hubieran querido verlo seguido.

¡Ja! Dijo el destino, casi siempre compartían todo y como los gemelos de su sobrino ya caminaban, mal, pero lo hacían por todos lados de la gran casa, todo se volvía un real loquerío cuando los hermanos de Rob y el mismo Timy se juntaban a jugar.

Un loquerío que Ernest amaba profundamente.

—Debemos bajar... —habló Rob adormilado— creo que quieren que ya bajemos, debemos ayudar a preparar la cena de Navidad.

—Olvídalo. Contraté al mismo servicio de catering que te llevó la cena el año pasado y esta noche iban a traer todo, seguro que el laberinto de gritos y ordenes que escuchamos es debido a las cajas de comida que están dejando.

Rob se sentó de improviso y lo quedó mirando fijamente. Ernest sonrió, le gustaba verlo despeinado y con expresión de haber hecho el amor hasta saciarse. Sin duda su culo lo sabía, aún estaba adolorido por la cogida monumental que le había dado Rob al llegar del aeropuerto en la privacidad de su habitación que ambos compartían. Amaba que él fuera quien tomara el control.

— ¡Entonces sí fuiste tú quien envió esa misteriosa cena a mi casa el año pasado! —tomó una almohada y se la aventó sobre la cabeza sin mayor fuerza— ¡Lo negaste! Lo hiciste varias veces y siempre dijiste que no sabías de lo que hablaba.

Ernest soltó una fuerte carcajada mientras dejaba que su amante se desquitara con la almohada, pero en una de esas le tomó de la muñeca y lo inmovilizó en la cama subiéndose a horcadas sobre él dejando el culo al aire y riendo fuerte.

—Eso no importa —lo besó al ver que iba a protestar. Cuando cortó el beso ambos estaban jadeando y listos para una ronda más—. Lo que importa es que estamos juntos, el pasado siempre quedará atrás y solo lo evocaremos para no cometer los mismos errores ¿recuerdas que nos prometimos eso la primera vez que hicimos el amor? —Rob asintió, estaba ruborizado por todo el jaleo que había armado— Entonces ya no importa esa Navidad. Fui antes de eso una mierda, lo fui con mucha gente y todavía no he podido disculparme con todos a los que ofendí, humillé y lastimé. Ahora solo quiero ser una mejor persona y creo que lo voy a lograr con tu ayuda.

Canción de NochebuenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora