Aparición del Segundo Espectro

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Con un gran sobresalto, despertó Ernest, nuevamente en su cama.

Se tocó el rostro y extrañado del líquido que mojaba sus dedos se dio cuenta de que eran sus lágrimas que no dejaban de caer por su cara. Sentía su pecho contraído y no supo bien que hacer, solo miraba sus dedos mojados deseando con todo su ser que todo hubiera sido un sueño terrible, pero sabía que todo había sido real.

Nuevamente sonó su reloj y pudo comprobar que otra vez era medianoche, lo que significaba que había pasado un día entero. Aturdido repasó toda la habitación intentando saber cómo era posible que hubiera dormido tanto.

Como la primera noche, el reloj dejó de sonar solo y casi de inmediato la puerta de su habitación se abrió. Ernest aún con el dolor en el pecho y algunas lágrimas cayendo por sus mejillas, se levantó con piernas temblorosas, caminó hacia la puerta abierta y la cruzó al encuentro del nuevo espectro, al le decía que debía ir en su búsqueda.

En todo el lugar solo se veía una fuerte luz. Asombrado de ver como la sala, ahora mucho más grande de lo que realmente era, estaba toda iluminada. Había mesas alrededor llenas de comidas y bebidas diversas; al centro de todo, se encontraba un hombre gordo con una túnica parecida al anterior espectro. Ambos parecían la misma persona y a la vez eran dos distintas. Necesitó parpadear un poco porque ese espectro expelía una brillante luz, mucho más de la que el anterior espectro emitía, una luz natural. Éste era mucho más alto y bastante gordo, estaba seguro de que tenía al menos unos tres metros y medio de altura.

— ¿Tú me mostraras algo de mi presente? ¡Oh magnifico espectro! —Ernest habló sin malicia, pero algo cansado emocionalmente.

—Así es, te mostraré el presente y espero que disfrutes del viaje.

El espectro se rió de sus palabras y lo instó a que se sujetara de su túnica. Es así que juntos caminaron por la puerta de salida para dar a la calle sin tan solo haber bajado por las escaleras.

Notó que era la Nochebuena, entonces comprendió que realmente había hecho un viaje al pasado con el anterior espectro. Se estremeció al darse cuenta lo poderosos que eran ellos ya que podían modificar el tiempo sin ningún problema.

Centrándose en lo que el espectro le mostraba, observaba algo desconfiado todo a su alrededor. Veía como todos corrían de un lado a otro saludándose, otros cantaban en las esquinas. Ernest no estaba seguro de que esperar, solo se dejó llevar.

Caminaron por las calles sin ser molestados y la angustia solo se acrecentaba cada vez más a medida que iban avanzando entre las calles. Pudo ver a la gente que usualmente se le cruzaba, ellos eran sus vecinos de las otras oficinas y que jamás se había detenido siquiera a saludarlos a pesar de que ellos sí lo hacían. No estuvo seguro de cuanto caminaron, pero cuando llegaron a un barrio sencillo y tranquilo pudo ver que las familias si bien no eran pobres, no les sobraban mucho el dinero.

Ellos se detuvieron en una casa en particular, entraron en ella por la puerta sin que nadie lo percatara. El espectro tuvo que agacharse para poder entrar sin problemas; cuando estuvieron en un rincón, vio a una señora con dos niños que le hablaban sin cesar. Cada uno tendría unos 13 y 14 años más o menos y estaban arreglando la mesa para la cena.

— ¿A qué hora llega mi hermano, mamá? —Preguntó el menor— Nos aseguró de que estarían a tiempo.

—Lo sé, es tarde y lo más probable es que su jefe no lo dejó salir temprano a Rob, solo nos queda esperar a que lleguen para cenar.

Ernest supo que se refería a su asistente y se preguntó con quién llegaría. Una sensación extraña se asentó en su vientre, igual a como cuando se quedaba viéndolo sin que él lo notara. Secretamente disfrutaba verlo reír de la nada o como cuando tenía la mirada distraída. Estaba tan emotivo que temió ahondar en ese sentimiento que sentía.

Canción de NochebuenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora