Cita con el psiquiatra.

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Mantuvo su vista fija en la silla negra de la sala de espera.sintió por un momento la tentación de tocarla y mirarla de cerca, poder observar cada detalle, fue entonces cuando el hombre delante suyo le sacó de su ensimismamiento.

—Tom, buenas tardes...pasa por favor. —dijo el hombre mirándolo de arriba abajo. El barbón dio un pequeño chasquido con la lengua evitando una sonrisa al mismo tiempo que tendía su mano en forma de saludo.

—Esas sillas... Andreas...¿ quién las compró?  —preguntó el chico una vez dentro de la habitación.se notaba un poco nervioso.El Rubio lo contempló unos segundos, analizando cada uno de sus movimientos.

—¿Cuál es el punto Tom?se directo.— respondió el joven psiquiatra invitándolo a tomar asiento.
Tom carraspeó con timidez dejando que su mente volviera a formular una pregunta asertiva.

—El punto es... que me han gustado.—sonrió al finalizar la oración. Parecía estar satisfecho con sus palabras, sabía que Andreas lo estaba poniendo a prueba.El rubio entrelazó los dedos acomodándose para comenzar la sesión.

—Cuentame...¿Cómo has estado en estos...—calculó de forma mental los días que habían transcurrido desde la última visita—... 5 días ?—finalizó dejando la pregunta en el aire e ignorando lo antes mencionado. Tom se acomodó en el sofá, rascó su barba mientras suspiraba cansado. Sus ojos viajaban a través de toda la habitación, echó un vistazo en el ordenado escritorio del psiquiatra antes de responder.

—d-de cierta manera... han sido días tranquilos.—tragó saliva. En ese mismo instante su mente estaba trabajando a cien mil por hora, no quería retroceder en todo esto, había evolucionado mucho como para estropearlo. Era su última visita a la consulta de Andreas y podría al fin sacar el enorme peso que llevaba consigo.

—Me parece muy bien Thomas, me alegra escucharte decir qu-

—Dime Andreas, esas sillas... ¿Son muy caras ?— le interrumpió.
Quería tirar de su cabello por dejar que su mente le controlara, quería gritarse a si mismo que lo dejara de una vez.
Sonrió tranquilo para darle al rubio la impresión de estar hablando de alguna trivialidad, nada en concreto.
Andreas pensó unos segundos y cerró su boca.

—Son caras, sí. Lo son.—asintió levemente con la cabeza el psiquiatra correspondiendo su sonrisa. Tom mordió su lengua hasta que sintió el metálico sabor de la sangre.

—Hey, no tienes que hacer esto... Sabes lo mucho que te ha costado, no vuelvas atrás...—dijo con voz trémula el rubio —Por favor.—continuó—Piensa que esta es otra más de nuestras típicas sesiones.—El castaño apretó fuerte sus ojos intentando guardar la calma. respiró un par de veces y miró reticente al hombre frente a él.

—Bill... No existe.—dijo Tom apretando ambas manos contra sus muslos —Es solo producto de mi imaginación...e-él no existe ni existirá nunca.—ahora yacía con la respiración agitada como su hubiese corrido kilómetros. Pudo sentir como su mente había hecho corto circuito al decir eso. Ni él se creía que Bill no existía. había sido tan real, tan importante. Lo había dejado tan roto...prácticamente lo hizo pedazos. Lo amaba de una manera auténtica, casi mágica. El problema comenzó cuando Bill lo había abandonado, lo había tirado como una basura. Como un cobarde. Por medio de una maldita carta. Desapareció como un fantasma y se negaba a creer que todo lo que juntos vivieron había sido una mala jugada de su mente, una mera ilusión.Su ausencia había sido tan palpable que creyó haber estado soñando.
Tras un tiempo sus amigos preocupados le exigieron que debía tomar alguna clase de terapia,nunca nadie conoció a Bill en persona, ninguno de sus amigos, tampoco su familia, solo sabían de su existencia por Tom, que no dejaba de hablar de él cada vez que podía.

Un leve pero persistente cosquilleo recorrió su estómago incomodándolo de sobre manera.Comenzaba a sudarle la frente.

—Bien... muy bien, ha sido difícil para ti, lo sé. El estrés luego de perder tu empleo, la separación de tus padres... Es más común de lo que imaginas...—dijo Andreas cansinamente. Tom lo observaba con ojos pétreos,sin vida. Tenía la boca entre abierta respirando de forma inaudible. El joven psiquiatra clavó su vista en el leve temblor de las manos del castaño. Inmediatamente sintió que algo no andaba bien.

—Tom, te sientes bien?—Preguntó preocupado. El barbón lo miraba fijamente.Caminó unos pasos hacia la puerta, iba a llamar a alguien por cualquier eventualidad entonces sintió la calidez de algo mojarle su traje. Se detuvo en seco, miró el piso, no había nada.Volvió la vista a Tom quien sostenía una reluciente navaja en su mano.

Tom sentía el latir de su sien. La excitante y embriagadora adrenalina recorría su cuerpo haciendo que al respirar se le escurriera saliva por las comisuras labiales.

El psiquiatra lo miraba con los ojos abiertos a tope. Su boca formaba una 'o'. La camisa inicialmente color blanca estaba teñida de rojo. Ninguno de los dos hablaba. Andreas pasó su mano sobre la mortal herida palpándola horrorizado. Tom caminó hacia él como si estuviera perdido, lo tomó por los hombros haciendo que el rubio contuviera un grito de desesperación. El castaño cayó al piso de rodillas ante su víctima.

—Tú Andreas, no sabes nada de perder a alguien al cual amas...— Tomó aire comenzando a sollozar.—N-no lo sabes, Bill es real, Bill es mi vida...—dijo pausadamente con lágrimas en los ojos.

El rubio se desvaneció cayendo al piso en un golpe seco. Tom sonrío cansado, empuñando la navaja para terminar lo que había comenzado, lo sostuvo en el aire dándose valor.

—Tom, oye te estoy hablando.—dijo Andreas chasqueando los dedos a escasos centímetros de la cara del castaño.

—Cuentame... ¿Cómo has estado en estos...-—calculó de forma mental los días que habían transcurrido desde la última visita—... 5 días ?

||Psicosis||Historia Corta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora