HISTORIA 6 (o cómo vivir el pasado) 2ª parte

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  —Julián tiene razón y como no queremos entreteneros más, ha llegado la hora de marcharnos —contestó José.

  —¿Ya volvemos? —protestó Carmen, que por fin había conseguido que Nikon fuera en busca del palo que ella le tiraba—. Qué cortito ha sido.

  —No he dicho regresar, he dicho marchar —y viendo que no entendíamos nada, continuó diciendo—. ¿Os acordáis de que al principio dije que esto era un experimento?

  —Claro, en vez de una historia hemos vivido “la historia” —contestó muy hábil Luis.

  —Sí, pero el experimento es otro. Vamos a intentar viajar no sólo en el tiempo sino también en la distancia; es decir    —aclaró al ver que no le seguíamos—, no podemos irnos de aquí sin ver la tumba de Tutankamón por dentro. Intentaremos llegar a un futuro no muy lejano; unos cuantos años bastarán.

  —Estás loco —dijo muy asustado Moui—. ¿Tienes idea del castigo para los ladrones y profanadores de tumbas?

  —¡Eh! –gritó enfadada Carmen—, nosotros no somos ladrones, ni eso otro que has dicho.

  —No nos pongamos nerviosos —dijo Natalia, y girándose hacia José le gritó histérica—: ¡Tú no estás bien de la cabeza. ¿Quieres que nos metamos en una tumba, con un muerto de verdad?!

  —Bueno, en realidad no quiero llegar hasta la cámara mortuoria, sólo quiero echarle un vistazo a todos los increíbles tesoros antes de que ladrones de verdad entren y lo pongan todo patas arriba. ¿Qué mal puede haber en eso? —preguntó suplicante José.

  —Creo que José tiene razón —dije intentando aparentar que no estaba nerviosa—. Al fin y al cabo esta es su historia; le tendremos que dejar a su bola.

  —Bueno —dijo Carmen apuntando a mi hermano con el palo que Nikon le había devuelto—, pero si no me gusta donde nos llevas, se lo diré a mamá.

   José mirando a Julián y a Luis les preguntó:

  —¿Qué?, ¿os atrevéis?

  —Por supuesto —contestaron a la vez contentos, como si se les hubiera propuesto jugar un partido de fútbol.

   Natalia, al notar que todos la miraban, enseguida dijo:

  —¿Por qué me miráis de esa manera? Que yo recuerde, en ningún momento habéis tenido en cuenta mi opinión, así que haced lo que queráis.

   Ni siquiera nos dio tiempo de despedirnos de Finofer y Moui. En tan sólo un instante estábamos sumidos en una oscuridad absoluta, y por el olor se diría que en una habitación que desde hacía mucho nadie ventilaba. 

  —¡Ahh! —gritó Julián—, me ha entrado polvo en los ojos, no veo nada.

  —Ni tú ni nadie —le dije—. Está todo muy oscuro.

  —¡¿Es que aún no os habéis enterado de que odio la oscuridad?! —gritó Natalia—. ¡Que alguien encienda una luz!

  —Espera un momento —oímos decir a Carmen—. Tengo la linterna de los trillizos en mi bolsillo.

  —Sólo por curiosidad —dijo ahora Luis—, ¿se puede saber por qué no la has utilizado en Plutón con lo oscuro que estaba?

  —Pues, sencillamente, porque nadie me lo pidió —sentenció Carmen, acabando la conversación mientras apretaba el interruptor.

   A pesar de que, como recordaréis, la linterna era muy pequeña, la sala estaba tan repleta de objetos brillantes y de oro que el pequeño rayo se multiplicó de forma que, hasta el último rincón de la estancia, quedó iluminado. Julián, que aún se seguía refregando los ojos, preguntó:

Siete historias (o excavando en el pozo de la fantasía)Where stories live. Discover now