Capítulo II

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¿Qué tanto lo llegaba a odiar?

Definitivamente mucho, aunque, ¿su odio hacia Midoriya Izuku era lo suficiente como para hacer tal cosa? No lo sabía.

Acostado boca arriba sobre su cama, decidió imaginarse una balanza. Por un lado, tendría la repugnancia, por el otro, el placer de verlo sufrir. La repugnancia ganaba, sí, pero no por tanto como le gustaría aceptar.

Además del hecho de que no era gay, estaba el hecho de que era de Deku de quién se trataba todo ese rollo. Sí, Deku, con su cara de inútil y con sus ganas ilógicas de querer ayudarlo siempre, aunque le repudiara por completo. Deku y su maldita manía de creerse superior, manía que, por cierto, últimamente parecía aumentar. No iba a negar que el pecoso ya no seguía siendo el mocoso llorica que lo seguía a todos lados en su infancia ni tampoco el que temblaba con tan solo verlo, pero eso tampoco quería decir que aceptase aquello. Le enojaba el solo ver que era capaz de mantener su mirada con valentía, como si nunca hubiese temido de él.

"¿Cómo curar la enfermedad del corazón roto? ¡Difícil pero no imposible!"

No quiso ni hacerse la pregunta de por qué aún tenía abierta esa página web en su móvil, pero la dejó allí, con los corazones salpicados como decoración quemando sus ojos. Las palabras, asquerosas, por cierto, decían que el corazón roto era algo muy complicado de curar, aunque con tiempo, podría volver a amar y alguna idiotez más que Katsuki se negó a leer antes de vomitar sobre sí mismo o explotar el aparato, y es que no podía continuar con su mala manía de destruir los móviles cuando se le diera la gana.

Enojado, se preguntó entonces de qué demonios serviría romperle el corazón si luego se recuperaría. Tiempo, orgullo y ganas de matar pérdidas. Pero claro, también decía que tardaría bastante tiempo, eso si se perdía todo contacto con la persona culpable, y si es que la persona culpable no continuaba haciéndole daño, algo que, si él realmente se propusiera lograr, haría sin duda alguna.

De nuevo, la sensación de satisfacción al imaginarse a Deku con sus mejillas pecosas cubiertas de lágrimas, con la permanente expresión de sufrimiento y suplicándole que lo amara, lo invadió tan rápido que se asombró cuando notó la sonrisa macabra en su cara, la cual se perdió con rapidez debido al continuo flujo de pensamientos contradictorios.

La balanza iba de un lado a otro, y en su mente había perdido la cuenta de cuántas veces ganaban las dos posibilidades.

—Mierdaaaaaa —gruñó contra su almohada, golpeando los costados de la cama con los puños.

Era definitivo, necesitaba aire fresco; pensar en Deku tan seguido le hacía la cabeza un revoltijo de malas emociones, peores de las que tenía consigo siempre.

Salió de su cuarto, importándole poco que faltaran menos de quince minutos para que todos tuvieran que estar sí o sí en sus habitaciones, y bajó las escaleras con las manos metidas en los bolsillos, refunfuñando en voz baja.

Si continuo con ese movimiento, es posible que aumente mi Quirk en un dos por ciento, eso considerando que pueda concentrar el poder lo más que pueda. Pero, me pregunto si con eso conseguiré que mis piernas no se lastimen, no me gustaría que All Might...

Estupendo, salía de su cuarto para evitar tenerlo en su mente y el verdadero le aparecía en menos de cinco minutos.

Se detuvo en medio de los escalones, oyendo el murmureo conocido y fastidioso siquiera antes de verlo por la curva de las escaleras. Cuando apareció después de unos segundos, con el cabello húmedo y con una toalla sobre los hombros, supo que a juzgar por la cara de nerd que llevaba, otra vez se había metido de pleno en sus pensamientos.

Explotando CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora