HISTORIA 3 (o cómo entrampar a un tramposo)

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   Ella pasaba su mirada de uno a otro esperando una respuesta. A los trillizos casi se les escapa la risa. ¿Habéis oído alguna vez que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad? Pues parece ser que es cierto, porque Carmen entusiasmada empezó a decir:

  —Pues nos habíamos quedado solos en casa cuando hemos visto una cosa muy extraña detrás de la  pared y…

   Luis se apresuró a taparle la boca y contestó:

   —La verdad es que no tenemos ninguna explicación lógica.

  —¡Os lo dije! –gritó el visir—. Son espías, y como tales serán juzgados.

  —¡Os lo ruego, visir— gritó la sultana—, no parecen peligrosos!

  —Creo, querida sultana —contestó el visir—, que no sois la más adecuada para juzgar a los demás, ¿o he de recordaros al antiguo sultán?

   La pálida piel de la sultana se volvió más blanca aún cuando escuchó esas palabras, que fueron dichas con un tono que helaba la sangre.

  —No, visir —replicó ella con un profundo desánimo—, no has de recordarme nada porque soy incapaz de olvidarlo. No hay un solo día que no piense en ello. Únicamente os pido que estos chicos tengan un juicio justo.

  —¿Por quién me tomáis? —dijo el visir con aire ofendido—. Para que veas que soy un hombre de buena voluntad, celebraremos el juicio ahora mismo.

  —¿Ahora? —dijo José—. Pero si ni siquiera tenemos un abogado que nos defienda.

  —¡Lo diré sólo una vez! —chilló el visir—. Habéis infringido nuestras leyes y no se os permite hablar, y muchísimo menos defenderos.

   Las últimas palabras las acompañó con ligeros golpecitos de su dedo índice sobre el pecho de José. Fue en ese preciso instante cuando Nikon, al que ninguno habíamos visto hasta ese momento, salió de debajo de la mesa como un cohete y dejando un trozo de empanada que se estaba comiendo, mordió con todas sus ganas al visir en la pantorrilla. Nos pilló tan de sorpresa que no supimos reaccionar: los trillizos se partían de risa revolcándose por el suelo, Natalia y Carmen se quedaron quietas como estatuas con la boca abierta, y yo le gritaba a nuestro perro para que soltara la pierna del visir quien, intentando quitárselo de encima, tropezó y cayó al suelo.

   Cuando conseguí que Nikon lo soltara, el visir se levantó con la cara transformada, y dirigiéndose a la sultana dijo:

  —Lo siento, emperatriz, pero un ataque personal al visir ya no es asunto vuestro y su majestad no puede interceder. Se acaba de anular el juicio. Pero para que su majestad vea que, aun después de un ataque a mi persona, sigo siendo benévolo, utilizaremos la caja de la verdad que tan bien conoce la sultana.

   Había tanto odio y a la vez satisfacción cuando pronunció estas palabras, que todos sentimos un escalofrío; hasta Nikon gimió y se escondió detrás de Carmen con el rabo entre las piernas. La sultana abrió la boca como para decir algo, pero la volvió a cerrar y salió de aquella estancia con los ojos vidriosos.

  —¡Informad de todo a estos delincuentes! —gritó el visir mientras se marchaba cojeando.

   Los guardias nos rodearon y nos hicieron caminar a través de pasillos y escaleras que parecían querer bajar hasta el mismísimo centro de la Tierra. Uno de aquellos guardianes, uno muy gordo que parecía ser el jefe, nos iba explicando:

  —Nos dirigimos a la celda donde pasaréis esta noche. Mañana por la mañana seréis conducidos al gran salón del trono. Y escuchad bien: mientras estéis allí y dure la ceremonia de la caja de la verdad, no os está permitido decir ni un sola palabra, siendo castigada la desobediencia de este requisito con la ejecución inmediata. En una cajita habrá dos papeles: en uno de ellos está escrita la palabra “muerte”; en el otro será el propio visir quien escriba a la vista de todos la palabra “vida”. Si realmente sois inocentes, esa inocencia os guiará para que saquéis el papel adecuado, y se os compensará concediéndoos un deseo; si por el contrario sois culpables, inevitablemente sacaréis la palabra “muerte” y seréis ejecutados de inmediato.

Siete historias (o excavando en el pozo de la fantasía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora