Capitulo 8

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La noche estaba increíblemente helada y silenciosa, la calle estaba un poco desierta muy pocas personas salían a caminar a las seis de la mañana, la única excepción fue un señor que paseaba a su perro, llevaba una bufanda estilo Ravenclaw al igual que su lobo siberiano. Ambos tenían un parecido bastante increíble con diferencia de que el hombre radiaba más combinado de amarillo y verde. En cuanto mi madre se había marchado huí del hospital escondiéndome en una cabina telefónica que había a dos cuadras pero por desgracia no había calefacción y el frío comenzaba a apoderarse de aquel cuarto cerrado, velozmente tomé mi celular y con las manos un poco tiesas y heladas pisé los números de la pantalla.

-Vamos Dinah responde... - supliqué.

Miré de reojo hacia los lados y de nuevo me había topado con el mesero, llevaba un abrigo negro y una bolsa de mercado que llegaba hasta casi al suelo. Su mirada se detuvo en la mía de forma inconsciente, su rostro sorpresivo rebelaba la impresión que sentía de igual forma que había pensado en seguirlo.

Salí de la cabina y un ventarrón de frío me dejó casi paralizada. Me abracé a mi misma sin poder avanzar más, el mesero tiró las bolsas y se acercó a pasos rápidos, se quitó el abrigo y me lo colocó alrededor de mis hombros.

- ¿Estás bien?- preguntó sorprendido.

- No era necesario, estaba llamando a mi amiga pero no me responde- solté con la cabeza gacha,

- Ohh y ¿tienes donde quedarte?.

- Bueno... - miré hacia la distancia sobresaltada y pude ver que desde una calle había salido Garin con una capucha, por suerte estaba mirando hacia una dirección contraria, como si estuviera buscando algo. Inmediatamente coloqué una mano en el medio de mi frente como si el día estuviera soleado. ¿Ahora que voy a hacer?.

- Acompáñame- el mesero me había rodeado con un brazo antes de que pudiera darme cuenta haciéndome girar de espaldas - Si quieres puedes quedarte en mi casa y cuando pase la tormenta te ayudo a contactar a alguien.

Tímidamente medio sonreí como una tonta. << tipo que la coincidencia es pura suerte >>.

- Ok- respondí temerosa con la cabeza gacha.

Miró hacia el frente y vaciló por un segundo- Vamos.

Caminamos por la dirección contraria a pasos rápidos, al parecer el se había percatado de mi mal presentimiento pero sin duda no dijo nada. Estaba temblando como lo haría un animal sin pelo pero esta vez de forma menos continua. El calor comenzaba a dispersarse por mi cuerpo de manera que el frío se disipaba poco a poco, sin duda este abrigo era bastante bueno y no sólo lo decía por su gruesa textura, era muy caliente como para aparentar haber salido de un sauna y lo mejor era que olía a perfume de hombre.

Habíamos caminado cuatro cuadras cuando siquiera me había percatado de lo grande que eran las calles por aquí. Mis piernas estaban casi inmóviles por el frío que entre mis teorías me preguntaba como era posible que pudiera seguir avanzando, a medida que caminábamos más se aclaraba el día pero de todas formas el Sol no reponía el intenso frío que hacía. Por curiosidad me detenía a mirarlo de reojo preguntándome que pensaría de mí pero cada vez que me detenía a la mirarlo el hacía lo mismo, no tenía el valor suficiente para mirarlo a la vez así que desvíe la mirada a mis zapatos deportivos. Ojalá mi madre me hubiera traído unas botas para abrigarme los pies pero por desgracia lo único que cargaba eran unos addidas superstars.

- Y... ¿Que tal estas?- preguntó con la mirada fija.

- Supongo que bien - asentí - Me encanta tu abrigo es super cómodo.

- Es la piel sintética, me hubiera gustado uno más largo pero ya se habían agotado.

Un ventarrón helado me despeino de manera imprevista haciendo que mis mechones cayesen disparejos, una fuerte sensación de dolor invadió mi estómago haciéndome estremecer luego de haber recordado aquel latigazo. Apreté los puños con fuerza sin ser consciente de que mis manos estaban temblorosas, aquella sensación iba a ser algo inolvidable por completo y cuando pueda poseer el poder de mi custodia desearé no haber nacido.

Ohh papá cuanta falta me harás ahora que te fuiste.

Bajé la cabeza inocentemente para evitar que una lágrima pudiera brotar de mis ojos, tan sólo quería encerrarme en una habitación para llorar durante todo el día desconsoladamente. Dentro de diez días o nueve me casaré con un psicomaniatico antisocial que me hará la vida imposible hasta dentro de diez meses que halla nacido el niño o mejor dicho su primogénito del que aprenderá a ser igual de cretino que su padre. Mi madre no es consiente de lo patán que puede llegar a ser en el sentido de su falta de conocimiento y su falta de brevedad hacia la religión Árabe Judía, nosotros como tal no llegamos a ser estrictos en todo el sentido pero no es el echo de ignorar la religión completamente. Se que si mi padre hubiera seguido con vida pensaría en insistir acerca de la boda negándose a que mi mano derecha fuera un completo ignorante y hostil hombre de hacienda. "De las islas del sur". En estos momentos si mi padre se diera cuenta estuviera retorciéndose de camino al paraíso y yo pues - Créelo.

Miré hacia alrededor nuevamente y todo seguía extrañamente silencioso así que la curiosidad se adelantó.

- Pensé que habrían más autos- comenté distraída.

El se puso pálido de repente- Es cierto...

- ¿Que?- pregunté alterada.

- Hoy es dieciocho día de la alimentación- miro hacia el cielo por un segundo- tenemos que darnos pisa, ven.

- ¿Pero que eso no lo celebran el 16 de octubre?- me tomó de la mano y empezamos a correr.

- Después te explico ¿eres de gran Bretaña no?.

Asentí

- Te hablaré un poco sobre la historia de Francia pero tendremos que darnos prisa antes de que sea demasiado tarde- exclamó.

Cruzamos la calle de manera fugaz mientras nos ocultábamos seguidamente bajo los techos de las tiendas, el mesero miraba al cielo como si estuvieran lloviendo cuchillos o peor, para mi suerte no había nadie en la calle que nos tomara fotos pensando que escapamos del manicomio de Garin.

- Ya casi llegamos- me tomó de la mano y comenzó a correr más de prisa hasta llegar a un viejo departamento. Sus manos temblorosas hacían el intento de abrir la puerta hasta que finalmente la llave había entrado en la cerradura y la reja se cerró. Tomamos el elevador que por suerte tenía buena calefacción, repentinamente comenzaba a sentir algo de calor así que me quité el abrigo quedando descubierta con la camisa y los jeans. El mesero antes de que pudiera reaccionar había tirado la camisa al suelo dejando ver su desnudo torso musculoso y sin previo aviso me estrechó contra la pared plantándome un apasionado beso a lo Grey.

El ascenso de Marrash (GANADORA DE LOS VANIR AWARDS) #UHAwards2017 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora