Capítulo I

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Bakugou Katsuki era extraño e impredecible, al menos para Kirishima y Kaminari, que pasaban algunas horas en compañía del rubio explosivo durante el día y que veían la mayor parte de las rarezas que hacía y también decía.

—Ese bastardo...

Para Kirishima, la mayor rareza del rubio ceniza era oírlo maldecir cada dos por tres, y aunque eso no fuese demasiado extraño viniendo de Katsuki, sí se le hacía bastante raro que los improperios aumentaran de nivel con tan solo ver a Midoriya. Más bien, pensó el pelirrojo, los improperios aumentaban aún más cuando el pecoso simplemente lo pasaba de largo, ignorándolo sin darse cuenta siquiera.

—Miren a ese idiota, actuando todo confiado. Es un nerd, maldita sea, un puto nerd.

Por otro lado, Kaminari creía que lo raro decaía en lo mucho que Bakugou, con su expresión continua de fastidio, parecía mirar al menor, siguiéndole la pista desde la lejanía y no tanto en silencio, odiando cada movimiento que hacía y llenándose la boca con insultos bastantes hirientes, seguramente con la esperanza de que el odio que sentía llegase a Midoriya, que en realidad jamás se enteraba demasiado de lo que el chico despotricaba a la distancia.

Con una mirada cómplice, el pelirrojo y el rubio del rayo llegaron a la silenciosa conclusión de que, de todas formas, era divertido verlo y oírlo, así como todo lo demás que ambos consideraban divertido.

—Pero, ¿qué demonios? —cuestionó entonces Katsuki, llamando de vuelta la atención de los chicos que estaban junto a él—. ¿Ven esa mierda? —les preguntó, incrédulo, apuntando sin reparo a un par de metros más allá dentro de la cafetería—.No logro entender cómo diablos ese inútil se ha podido conseguir una novia, ¡va en contra de la naturaleza!

Ese tipo de comentarios, pensaron ambos con una sonrisita, eran de los que más les causaban risas; los celos inconscientes de Bakugou eran algo que debían ser disfrutados, a pesar de que ocurrían con frecuencia.

— ¿Te refieres a Uraraka? —preguntó Denki, que tenía un poco más de control en su nivel de risotadas a diferencia de Eijirou.

—Sí, la perra esa.

—Hombre, llamar de esa forma a las chicas no está bien —le reprochó Kirishima, exasperado luego de controlar las risotadas que amenazaban con salir de su boca.

— ¡Pero es que es una perra! —exclamó con voz potente, causando que varios se volteasen a mirarlos—. ¡¿Qué?!

—Vale, vale —Eijirou alzó ambas manos en un gesto que pretendía ser tranquilizador—. No te alteres, tío.

— ¡¿Alterarse?! ¡¿Quién demonios se está alterando, eh?!

—Siguiendo con el tema —les interrumpió Kaminari, procurando que Bakugou no comenzara a explotar todo—, según mis fuentes, ellos no están saliendo. Ya sabes, Uraraka y Midoriya.

Para el asombro de ambos, las manos de Katsuki se dejaron caer sobre la mesa sin ningún rastro de explosión y el enojo del rubio se limitó a un chasquido de lengua, que para los dos chicos a su lado, resultó curiosamente gracioso.

—Bueno, era obvio, idiotas —les dijo en tono aburrido—. Está comprobado científicamente que es imposible que ese zoquete le guste a alguien.

—Sí, claro — respondieron ambos al unísono, mostrándose divertidos.

— ¿De qué mierdas se ríen, par de tarados?

—Nada, hombre, no es nada.

Y así continuó la tarde, que para Kirishima y Kaminari resultó ser bastante tranquila o al menos dentro de lo que se podría llamar tranquila cuando eras estudiante de la UA. Sea como sea, al rededor de las nueve de la noche, cuando el calor de la primavera se desvanecía llegando a la noche, ambos se vieron envueltos en la escena enfurecida que su amigo protagonizaba en medio de la cocina, con un pecoso siendo levantado del suelo por el cuello de su camiseta y con la camisa negra del rubio cubierta con mayonesa.

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