Capítulo 5

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Alex

Todos los días eran iguales para mí, y el miércoles fue un día como cualquier otro, así como el jueves también. Estar o no de vacaciones no cambiaba mucho para mí, ir a clases y estar con amigos, tampoco, nada cambiaba y todo era igual cuando la única persona que me importaba, no estaba presente y se encontraba a miles de kilómetros de mí, en otro país e incluso en otro continente. Siempre era lo mismo, levantarme, pensar en ella, ir al colegio y que alguno me preguntara cómo estaba o cómo me sentía, refiriéndose a si seguía pensando en ella o había logrado juntar las fuerzas suficientes para alejarla de mi mente por unos pocos segundos, volver a mi casa y quedarme horas y horas mirando el techo sin hacer nada más que pensar en ella. Me sentía vacío, e incompleto sin ella a mi lado. Me sentía una persona diferente, alguien distinto. Sentía como si de repente y sin avisarme me hubieran quitado mitad de mi vida, y tenía que averiguar cómo funcionar de nuevo sin ella a mi lado. No podía, me sentía extraño sin ella, darme vuelta y que no me estuviera mostrando su dentadura perfecta como siempre. Con cada hora que pasaba, su ausencia se sentía incluso aún más pesante y dolorosa. La extrañaba como loco y ni siquiera era capaz de expresarlo con palabras. Me dolía que no estuviera conmigo y ni siquiera saber cómo estaba ella, con quién estaba o qué estaba haciendo. No sabía si ella pensaba y me extrañaba como yo a ella, y esperaba que lo hiciera, porque yo estaba sufriendo como un miserable, y lo único que quería era que me dijeran que todo era una broma y que al día siguiente la vería en el colegio, sentada en su lugar de siempre. Necesitaba que alguien me dijera que solamente estaba dentro de una pesadilla sin fin y que debía despertar para verla junto a mí, reposando su mano sobre la mía y su cabeza en mi hombro. Me había convertido en otra persona tanto por su presencia como por su ausencia, y como el tonto que era, me predispuse a ver todas las fotos de ella y de nosotros dos que tenía guardadas en mi celular. Extrañaba estar igual de feliz como aparentaba estarlo en aquellas imágenes, y más que nada extrañaba que ella fuera el motivo de mi felicidad y alegría de todos los días. 

Arrojé el celular lejos, pero aún seguía ahí. En mi cabeza, en mi mente, en todas partes. Nunca lograría dejar de pensar en ella por más que lo intentara, por más que quisiera. Pero ese era el problema, yo no quería olvidarme de ella, no quería pensar que nunca iba a volver y que no la volvería a ver. Me levanté de la cama y me senté frente a mi computadora. Lo único que tenía abierto era la ventana de Skype, y como siempre, cuando avisté su pequeña foto demarcada en un cuadrado en la esquina derecha superior, solté un suspiro y pensé cuanto quería que se encontrara a mi lado y no allí, solamente en una foto impresa en mi computadora. Ella era perfecta para mí, y ni siquiera se lo había dicho antes de que se fuera, porque había pensado que tendría muchas oportunidades para decírselo cuando volviera, pero me había equivocado. Amaba todo de ella, su cabello lacio y morocho que llegaba hasta su cintura y que ella odiaba porque le molestaba pero que no se cortaría por nada del mundo, sus ojos marrones que no eran iguales a los de nadie más, que me pertenecían solamente a mí y a nadie más que a mí, sus labios rosados que tantas veces había saboreado con los míos, y aquella sonrisa simpática y cautivadora que formaba con su boca cada vez que se reía o simplemente moldeaba para hacerme sonreír a mí. Hacía más de tres meses que no la veía, pero hacía un mes me había vuelto loco cuando mencionó que por el momento no volvería y terminaría el secundario en Italia. Comprendía que su familia era importante, pero no podía dejarme como si nada, no podía tirar todo el tiempo que habíamos estado juntos a la basura. Nos queríamos, nos amábamos, éramos una pareja sin importar la distancia. Que estuviera lejos y no fuera a volver no disminuía en lo absoluto todo lo que yo sentía por ella, sino todo lo contrario, aumentaba. Cada día la añoraba más, cada día la extrañaba más, cada día se me hacía más difícil y largo sin ella a mi lado. Quería que volviera, necesitaba que volviera y me indicara que todo estaba bien y que nunca más volvería a dejarme. Necesitaba sentir su presencia y su piel sobre mi piel. Extrañaba rodearla con mis brazos, besarla y dormirme con ella a mi lado. Me sentía vacío y solo. No había momento que no estuviera pensando en ella, y por dentro me preguntaba cuando terminaría aquella tortura. No quería pensar en ella estando lejos, quería pensar en ella estando en su casa, a unas pocas cuadras de la mía. Quería pensar que estaba cerca y que podía verla cuando quisiera, que estaba a minutos de distancia nada más, no a horas.

Anteriormente le había mandado mensajes pidiéndole que me explicara por qué había dejado de parecerle lo suficientemente importante como para no tener ningún motivo para volver, quería saber si lo nuestro había terminado y esperaba que no, porque yo no estaba listo ni dispuesto a darle un fin a lo nuestro. No estaba listo para separarme de ella, y no quería tampoco. Pero ella probablemente pensaba lo contrario, porque no me había respondido ninguno y ni siquiera visto ni vuelto a entrar a Skype desde aquella llamada que había hecho con todos para contarnos que no volvería.

Ese día había sido el peor de todos, enterarme que mi novia no volvería y no sabía cuándo le volvería a hablar o ver me había destrozado por completo, y no había dejado de llamarla por tres días seguidos, pero nunca había contestado. Necesitaba oír su voz, necesitaba verla, necesitaba abrazarla y sentir que era la misma de siempre, que era mía y solamente mía como lo era hacía seis meses.

Sabía que todos la extrañaban, pero nadie lo hacía como yo, nadie estaba sufriendo como yo. Yo estaba esperando que ella volviera, que no se hubiera rendido y que regresara para por lo menos despedirse de mí y asegurarme que se había ido para estar con su familia y no porque no quería estar más conmigo. Mi cabeza estaba volviéndome loco y estaba más paranoico que nunca. A veces soñaba que me engañaba y que estaba besándose con algún italiano que había conocido, porque ella siempre era simpática con todos y se llevaba bien con todas las personas, por lo que no tendría problemas en socializar con el que fuera. A veces imaginaba que se había ido nada más para alejarse de mí y no tener que verme nunca más, y otras veces pensaba que quizás en realidad nunca me había querido y nuestra relación no había sido más que un engaño, un truco. Necesitaba oírla decir que me quería, que me amaba, que no me había olvidado. Necesitaba oírla pronunciar mi nombre como si me necesitara. Necesitaba estar seguro de que me quería tanto como yo a ella.

Suspendí mis manos sobre el teclado listo para escribir de nuevo que la extrañaba como loco y que cada día era más difícil sin ella, pero no apreté ninguna tecla. Quizás ella ya no quería recibir mis mensajes, quizás ya no quería que la molestara y ansiaba que la dejara en paz. Pero yo no quería dejar de molestarla, no quería brindarle su espacio. Quería que estuviera conmigo y me asegurara que era importante para ella. Me quedé mirando las letras sin realizar movimiento alguno. Pensé en llamarla, pero no atendería porque estaría haciendo mejores cosas como para preocuparse por atenderme. La necesitaba tanto que me dolía pensar en todos los momentos que había estado con ella. Extrañaba nuestras conversaciones de todos los días y noches, extrañaba que viniera a mi casa de sorpresa y que se quedara toda la tarde conmigo para no hacer nada más que abrazarnos y besarnos, extrañaba que fuéramos una sola persona y no cada uno por su lado, extrañaba todo. La extrañaba a ella. Extrañaba a la persona que yo era cuando estaba con ella.

Formé dos puños con mis manos y me levanté antes de golpear el teclado, aunque las puertas de mi armario no recibieron la misma suerte. Estaba fastidiado, enojado, y frustrado porque no sabía nada. Ya nada tenía sentido sin ella, y nadie comprendía como me sentía. Solo ella me entendía, y se encontraba muy lejos de mí. Recogí mi celular del suelo y no me importó que los nudillos de mis manos estuvieran ligeramente rojizos por haber golpeado el armario. Cuando se trataba de ella, nunca podía controlarme, nunca podía estar calmado. Miré mi fondo de pantalla que era una foto de nosotros dos, abrazados y sonriendo. Necesitaba eso. La necesitaba a ella.

—Te extraño Scarlett, por favor vuelve antes de que siga volviéndome loco —dije sin importar que no hubiera nadie en mi habitación aparte de mí. Quizás decirlo en voz alta haría que de alguna forma volviera.

Di vuelta el celular para dejar de mirar aquella foto, pero no pude apagar mis pensamientos y lo que sentía por ella. Estaba cansado de extrañarla y no saber cómo estaba. Estaba cansado de que no estuviera a mi lado. Estaba cansado de todo y más que nada de su ausencia tan notable y desagradable.

¿Qué se suponía que hiciera, cuando la persona que más amaba, no se encontraba a mi lado?

Amistades ComplicadasTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon