09

937 49 2
                                    

Liv

Se quedó callado.

Pude ver sorpresa en su mirada, esa mirada que me había perseguido durante los últimos siete años.

Se veía impecable. Su traje negro sin corbata, sus brillantes zapatos negros, su cabello cortado elegantemente, su reloj asomándose bajo su camisa blanca y ese porte elegante. Se veían tan…sexy.

—¿Y bien? ¿Pensabas llamar o seguir viendo la puerta?

—Lo…siento…yo…

Era increíble que uno de los mejores abogados de Chicago, el abogado que había ganado un caso contra un asesino, el abogado frio y calculador que solía aparecer en los noticieros estuviera nervioso. Ethan me miraba como si fuera una especie de animal raro.

¡Claro!

Pensé, así no es como debe lucir la pareja o algún acompañante del flamante abogado Gould. No. Deben lucir elegantes y con clase, deben vestir uno de esos caros y formales trajes relucientes, con el cabello peinado para lucir respetable. Y yo no era nada de eso.

Nunca lo sería.

Los años me habían cambiado. Ya no era la niña que soñaba con ser una gran artista y estudiar en Francia. Ya no soñaba con nada, excepto con no tener que soportar al estúpido hombre que venía a cobrarme la renta cada fin de mes.

—Lo siento Liv.

—Liv. Hace años que nadie me llama así. ¿Ethan piensas pasar o te vas a quedar en la puerta toda la noche? —Pregunte y lo deje solo. Estaba cansada, quería dormir, tenía trabajo la mañana siguiente y levantarme temprano era una maldita tortura.

Escuche la puerta cerrándose mientras me dirigía a la pequeña cocina. De pronto sentí una gran necesidad por haber limpiado esa mañana, me volví y vi a Ethan parado analizando cada rincón de mi casa.

Ya no tenía la gran casa en la que había jugado a ser Indiana Jones de pequeña.

No.

Ahora mi casa era un pequeño departamento con cajas por todos lados, una pequeña mesa y una sala vieja, al fondo una puerta que llevaba a mi habitación y al baño, por último mi pequeña cocina. Siempre me había sentido orgullosa por haber logrado tanto yo sola, pero ahora…con Ethan parado ahí…me sentí completamente…nada.

—No es mucho, pero es mi casa.

—No tienes pinturas. ¿Por qué Liv? ¿Dónde están tus cuadros?

—Hace años que deje de hacerlo. —Lo vi mirarme como si estuviera loca— El arte no paga la renta.

—Pero…Liv…ese era tu sueño…

—Exacto Ethan. Solo eran sueños. Cosas que solo pasan cuando duermes. Nada más. —Dije y regrese a la cocina. Tenía que alejarme de ese pensamiento. Mis manos escocían cuando pensaba en los pinceles, en el olor de la pintura, en las sombras. No. Deja de pensar en todo eso. Me reprimí por milésima vez.

—¿Por qué Sky? —Pregunto mientras sacaba dos tazas.

—¿Por qué, qué Ethan?

—Son muchos porqués, ¿No crees?

—¿Y de todos ellos, cual es la respuesta que más quieres saber? —Me miró y mi mente me llevo a esa noche cuando estuvimos juntos por primera y única vez, sus ojos estaba llenos de ansiedad y deseo. Me veía como si fuera un pedazo de filete y él se estuviera muriendo de hambre. Se acercó y me quitó las tazas de las manos, tomo mi cara y se acercó hasta que pude sentir su aliento en mis labios.

Mi piel lo reconoció de inmediato y me estremecí. Sus manos tocando mi cara, su cuerpo tan cerca del mío.

—Son muchas preguntas Sky, pero eso no me interesa ahora —Dijo inclinándose y dándome un pequeño beso en la comisura de mis labios, giro su cabeza e hizo lo mismo del otro lado de mi cara, mi respiración comenzó a acelerarse y mis piernas me empezaron a temblar. Mi cuerpo lo reconocía, mi cuerpo lo recordaba. ¡MALDITA LA HORA EN LA QUE ME QUITE EL ESTÚPIDO SOTÉN! —Solo responde sí o no, amor mío. ¿Quieres que me detenga?

¡NO! ¡MALDITA SEA! ¡NO TE DETENGAS!

Pensé, mientras sus manos recorrían mi espalda y su boca depositaba pequeños besos en mi cuello. Suspire. Mi boca me traicionó. Gemí.

—¿Tomó eso como un no?

—Ethan…yo…

—Sí o no, amor mío.

—No…no…no…Ethan…no te detengas.

Fue todo. Sus brazos me aprisionaron contra su pecho. Sus manos recorrían mi espalda mientras su lengua entraba en mi boca. Mis manos sujetando sus brazos. ¡DIOS! No recordaba que Ethan tuviera unos brazos grandes y fuertes. Sus manos bajaron hasta mi trasero y me apretó mucho más, sentí su erección a través de su pantalón y gemí. De un solo esfuerzo me tomo en brazos, mis piernas se aferraron a él mientras nuestros besos eran cada vez más profundos.

—¿Dónde…tu cama? —Me preguntó y no recuerdo cómo llegamos a mi habitación. Lo que si recuerdo es su boca besando, mordiendo y jugando con mis pechos mientras su mano exploraba entre mis piernas. Cuando Ethan estaba completamente desnudo…

¡DIOS!

¿Qué demonios había hecho este hombre?

Su abdomen plano y marcado, sus grandes brazos, su espalda firme y sus piernas más fuertes.

De pronto, la realidad me golpeo. ¿Qué había hecho yo con mi vida?

Oh, Sí. Nada.

Ethan se detuvo y me obligo a mirarlo. Sus ojos llenos de deseo y necesidad como los míos, su respiración entre cortada, su cuerpo encima del mío.

—No lo hagas. No pienses. No ahora. Por favor amor, te necesito más que nunca. Necesito hacerte mía. Necesito tomarte de todas las formas posibles. Te necesito Sky.

Lo atraje hacia mi boca. Sentí su mano recorriendo mi pierna mientras sus labios bajaban por mi cuello dirigiéndose a mis pechos. Cada beso lograba estremecerme de la forma que solo él había logrado. Nos dejamos llevar por la necesidad, el placer y la paz que nuestros cuerpos tanto anhelaban. Me aferre a su espalda, con cada embestida empecé a sentirlo cerca. Gemía y gritaba su nombre mientras él me penetraba cada vez más profundo. Cuando llegamos juntos al placer máximo nos aferramos al otro como si dependiéramos de ello para vivir.

Seré honesta. No tengo ni idea de cuantas veces lo hicimos esa noche. Pero lo que sí sé, es que nunca nos dejamos de besar. Cerré los ojos deseando que no fuera otro de mis sueños y que a la mañana siguiente tuviera a este hombre a mi lado abrazándome. 

Solo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora