Prólogo

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Recostado en el sillón y con una sonrisa de satisfacción en los labios, Mephisto bebía su té con los ojos fijos en la gran pantalla plana incrustada en la pared. Los violentos destellos que de vez en cuando desprendía iluminaban la pequeña habitación, y el demonio mantuvo su visión enfocada en las imágenes en movimiento, tratando de ignorar lo que sucedía a su alrededor.

Let me enlighten you

This is the way i pray

"Prayer", una plegaria -o a lo que se refiriera la estúpida canción-, Mephisto no la habría llamado exactamente así. El chico de la imagen no representaba eso, sino la belleza absoluta y relajante de ceder ante la verdadera naturaleza de uno mismo. En la pantalla se podía ver un primer plano de Rin dejándose caer sobre sus rodillas, con los párpados revoloteando mientras las llamas azules engullían su frágil cuerpo y se arrastraban por el suelo, terrible y deslumbrantemente hermosas, envolviendo todo con la voluntad de devorar.

Living just isn't hard enough

Burn me alive inside

Y la gente a su alrededor comenzó a gritar.

Era como música para sus oídos.

Mephisto amaba esa forma natural pero desenfrenada con la que los humanos reaccionaban a estas cosas. Además, claro está, del lucrativo propósito de todo eso.

—¿De verdad te vas a hacer otro? Puede que este duela de verdad y ya sabes que no sanas igual que antes —dijo alzando la voz para que lo escucharan por encima de la música.

Sus ojos verdes se desplazaron interrogantes hacia la pálida figura que se extendía sobre la siniestra camilla de metal, mirando su propio reflejo en el espejo que formaba el techo.

—¿Joven amo, está seguro? —preguntó la criatura con cuernos que se cernía sobre el chico, tamborileando ligeramente en el borde de la mesa con sus largas garras.

—Sí.

Rin parecía adormilado y apático, pero su cola lo traicionaba, moviéndose nerviosamente cuando el demonio de los cuernos le levantó la camiseta. Mephisto apartó la vista, reacio a seguir viendo todos esos horribles instrumentos que se exhibían en la bandeja de plata y que estaban a punto de usarse.

—No sé por qué te lo permito —gruñó—. ¿Por qué dejo que te atormentes de esta forma y que me traumes mentamente al mismo tiempo? Y encima lo pago yo.

—Oh, bueno, perdóname, pensé que con todo lo que te hago ganar, eso no sería un problema —respondió irónicamente el medio demonio, estremeciéndose cuando pasaron un algodón empapado en antiséptico por la zona del ombligo.

—Y no lo es, pero... —­Mantuvo los ojos fijos en la pantalla, ignorando el jadeo de su hermano pequeño cuando la aguja lo atravesó—. Dejando toda esa mierda, la diversión y el dinero a un lado, sé que no estás bien. No estás mejorando, solo intentas hacer como si nada —suspiró—. Shura dijo que encontraría una forma de ayudarte, pero sé que si ella fuera tú, incendiaría al Grigori hasta que quedaran solo cenizas. Está tratando de actuar de forma normal, pero no engaña a nadie. Shiro sabía que te amaría, y lo hace.

Con los ojos entrecerrados, Rin tomó una larga calada de su cigarrillo y exhaló una suave nube de humo. Dejó caer la mano y su brazo quedó colgando por el borde de la camilla.

—Lo sé, pero... ¡AAAAAAHH! ¡MIERDA! —La colilla del cigarrillo se deslizó de entre sus dedos temblorosos, aterrizando en la pierna del demonio de los cuernos.

—¡POR LA POLLA DE BEELZEBUB! ¡AQUÍ NO SE FUMA! —gritó. El demonio respiró profundamente, echando vapor a través de sus amplias fosas nasales mientras se obligaba a tranquilizarse—. Lo siento, joven amo, pero había una señal en la puerta...

—Uuuups. No la he visto.

Rin volvió a alzar la vista para ver su propio reflejo. Sus grandes ojos observaron su rostro pálido, con brillantes lágrimas que amenazaban con derramarse, los labios apretados en una expresión de dolor, el pecho palpitante debajo de la ropa y las dos piezas de metal que destacaban entre los rastros de sangre de su ombligo. Dejó salir un suave sollozo.

—¿Crees que le gustaría verme así? ¿Crees que él disfrutaría viéndome en este estado?

Mephisto apretó los dientes, con los puños tensados a sus costados.

—Ya está —concluyó poniéndose de pie—. Cuando hayas terminado con esta mierda, ve a casa, come algo y descansa un poco. Después tienes que volver al trabajo, puedes disfrutar todo lo que tú quieras, pero recuerda que sigue siendo trabajo y espero que des lo mejor de ti.

...

La Academia de Vera Cruz había sido completamente restaurada y los edificios volvían a elevarse orgullosos, como si no hubieran sido volados en pedazos y destrozados por las llamas infernales. Todo era una copia exacta y fiel de lo que solía ser, incluyendo la antigua aula pequeña y oscura de la escuela Cram.

Todos estaban contentos de poder volver a la rutina, pero Ryuji no podía dejar de... pensar. Le resultaba extraño hasta el más mínimo detalle de la forzosa, aunque exitosa iniciativa, de traer de vuelta la normalidad que había habido hasta antes del ataque de Satanás. Todo ese empeño solo lo había llevado a la conclusión de que era un pequeño intento de encubrirlo todo y pretender que nada había salido mal.

Pero sí que salió mal. Esa noche murieron muchas personas, y las que no, acabaron gravemente heridas. Todo se volvió patas arriba durante el transcurso de los acontecimientos, e incluso ahora, más de un año después, la preocupación y la tensión eran visibles en las caras de los maestros a pesar de todas las medidas de seguridad adicionales.

Y en el top de todo eso estaba Okumura. Se había marchado.

"Marchado" en el peor sentido de la palabra, pensó Ryuji fijándose en el asiento vacío junto a Moriyama. El medio demonio, el hijo de Satanás, el idiota que había despertado tantos sentimientos contradictorios y dramáticos dentro de todos los presentes simplemente se había ido. "Abandonó" dijeron. Lo que era imposible, puesto que los Grigori habían dejado muy claro que si Okumura no aprobaba el examen de exorcista, sería ejecutado.

Entonces, ¿cómo podría abandonar la escuela Cram? ¿Y por qué lo haría? Nadie dio ninguna explicación y Okumura-sensei se mostraba reacio cuando sacaban el tema, ofreciendo solo unas pocas palabras frías.

Y así llegó otro pedazo de información que resultaba algo desconcertante: la Franja Media. El gemelo mayor había abandonado la escuela Cram y se había alejado de su hermano y de todos los que conocía realmente, para irse a un lugar supuestamente ubicado entre Assiah y Gehenna que era como una especie de antecámara del infierno. Era la primera vez que escuchaban de eso, y aunque quisieran una explicación más amplia, ningún maestro parecía dispuesto a dársela.

Contrariamente a las hipótesis mencionadas por algunos maestros, Bon no pensó en ningún momento que su compañero de clase se hubiera ido debido a un impulso repentino y definitivo de ceder a su naturaleza demoníaca y estar con sus "familiares", por así decirlo. No después de todo lo que habían pasado juntos, no creyó que Rin simplemente renunciaría a su objetivo por un impulso. No, una sospecha mucho más oscura plagaba su mente desde hace varios días, una que no se atrevía siquiera a pronuncia ni en un susurro.

Pero fuera lo que fuese, Ryuji quería saber, necesitaba algún tipo de cierre.

Porque echaba de menos a ese idiota.

Age of AstarothWhere stories live. Discover now