Capítulo 24.- Gato y Ratón

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- No es una amenaza, sabes perfectamente lo que puede pasar.- Sonreí, aunque no pudiera verme.

- Bueno, entonces, demuéstramelo.- Le dije, casi riendo, mientras me apartaba y empezaba a correr sin un rumbo fijo, simplemente apartándome de su lado. Llevábamos más de un año jugando al gato y al ratón, y es evidente que las costumbres tardan en perderse. De vez en cuando necesitábamos una dosis de nuestras carreras para mantenernos en forma. Y llevábamos mucho sin una.

Sin los viejos tiempos.

Es triste recordar esos viejos tiempos en los que escapaba de todo el mundo como algo bueno. Recordaba las carreras y las risas cada vez que me escapaba de alguien y como Surina siempre estaba enterándose de todo cuando no debería saber nada. El ser invisible y Surina sin duda eran mi mejor fuente de información.

La nostalgia hizo que me ralentizara, solo para darle a Daimen la ilusión de conseguir atraparme durante un efímero segundo. Apenas rozó mi brazo, yo escapé y seguí corriendo, agradecida de ni haberme planteado la posibilidad de llevar vestido aquel día, no me apetecía ir dejando ropa mientras escapaba.

Daimen se detuvo a mitad del camino, intentando localizarme. Era difícil cuando jugaba con la ventaja de ser un fantasma, lo sabía, por eso tal vez me detuve. Si es que, a pesar de lo que digan y lo mucho que lo repitan, Daimen no es el único bueno en temas de perseguir a la gente, y, si quiero, no tengo por qué ser vista. Vale que hay veces que bajo la guardia, porque la confianza suele ser muy mala compañera mía, pero eso no significa, ni mucho menos, que Daimen fuera en todas las situaciones capaz de capturarme. Simplemente que al gato le gusta jugar con su presa, y el ratón también hace de las suyas.

Corrí hacia la sala de mandos, a sabiendas de que allí sería más fácil esconderme de él, nunca le había gustado acercarse a nada en esa nave cuando entraba, temía tocar algo sin querer al intentar atraparme. Eso me daría tiempo para buscar un próximo plan de ataque, tal vez algo más violento. Si acababa esto cuanto antes, mejor.

Él rió mientras aumentaba el paso, como si se me hubiese escapado algo. Abrí la sala de mandos, esperando encontrarme el ruido característico de los engranajes mientras la nave parecía maniobrarse casi sola. Sin embargo, lo que me encontré fue una sala apagada, apenas escuchando el sonido del viento que recorría la habitación por la ranura de una ventana. Me quedé estática en el centro de la sala, hasta que me di cuenta de que estábamos en tierra.

- Mierda- Murmuré, girándome para encontrarme a Daimen bloqueando la puerta. Intenté volver a maldecir, pero me dije que ya la había cagado lo suficiente por una hora, que intentara mantener la compostura.

- No fuiste muy hábil al no notar el hecho de estar en tierra.- Rió, buscando algo que me delatara en el camino, al tiempo que avanzaba y cerraba la puerta. Si yo estaba quieta, no tardaría en dar conmigo, pero si me movía, sería peor. Giré sobre mi cuerpo, procurando que mis pantalones no rozaran e hicieran ruido, y observé que tenía al alcance de mi mano unos cuantos botones que no sabía para qué servían.

Bueno, a situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

Apreté todo lo que pude, notando como aquello hacía que se activaran los engranajes y poco a poco la nave empezó a oscilar y un ruido como de ventilación se escuchó en la cabina. Daimen corrió a apagar los botones mientras yo abría la ventana ya entreabierta y salía corriendo a la cubierta, todavía algo inclinada, y me deslicé hasta la barandilla inferior. Tardé unos segundos en recuperar la respiración mientras veía la larga distancia que había entre mis pies y el suelo, y lo cerca que había estado de recorrerla. Al girarme, vi que Daimen parecía haber recuperado el control de la nave, y que miraba por la ventana con rabia en los ojos. Creo que eso sí que le había cabreado de verdad.

El Fantasma del LhandaWhere stories live. Discover now