Pretty Little Hogwarts

Emily

Los pájaros cantaban. Ya había amanecido. Pero ella no había cerrado los ojos en toda la noche. No había podido silenciar su mente. Evitar su corazón.

Ese mismo día comenzaba su nueva vida. Su nueva esperanza. Todo había sido extraño los ultimos meses. En realidad, todo era extraño desde la desaparición de su amiga Alison, así casi un año atrás. Secuestro, posible asesinato, ningún testigo, ninguna pista. Sólo desapareció. Y cambió su vida. Pero hace pocos meses, el cambio volvía a aparecer. Un cambio más impactante. Su madre, envuelta en llanto, no pudo continuar sus mentiras. Y confesó.

-Eres una bruja, Emily.

Hasta el día de hoy, seguía sin poder creerlo. Sin poder asimilarlo.

Esa noche su madre le confesó que había ocultado sus cartas de Hogwarts durante años, porque, junto a su padre, no pensaban que abandonar los estudios y el equipo de natación fuera una buena decisión. Ellos querían que su hija se concentrase en obtener buenas notas en los exámenes y sobresalir en deportes. En tener una vida correcta. Y hacer brujería no formaba parte de la vida de una "correcta ciudadana".

No podía creerlo. Le parecía una estupidez. ¿Por qué su madre lloraba? ¿Por qué inventaba esas tonterías? Pero su madre continuó hablando. Al parecer, al desaparecer Alison, los padres de Emily notaron que ella...  desaparecía también. Que su vida se volvía triste, vacía. Trataron de no caer en la tentación de revelarle la posibilidad de un mundo de fantasías. No querían que superase las cosas con magia, querían que aprendiera a sobreponerse a una pérdida y seguir. Como su padre hizo tantas veces en la guerra. Como ella hizo tantas veces en la vida. Pero Emily no parecía salir de su estado, y a tantos meses de la desaparición de Alison, ya sin esperanzas de que regrese y traiga consigo a la verdadera Emily, ya no pudieron más. Ya no podían seguir negándole la posibilidad de un mundo mágico, lejos del sufrimiento. Ya no podían seguir negando la realidad. Y por eso decidieron decirle la verdad.

Emily no creyó. Lo negó. Preguntó por qué eso, por qué en ese momento, por qué una broma así.

Su madre le mostró las cartas del colegio. Las cartas que rogaban su presencia, que manifestaban preocupación por sus estudios mágicos, por su salud, por su vida.

Preguntó cómo era posible. Como podía tener sentido. Su madre dijo, sonriendo con ojos llenos de lágrimas, que muy en el fondo siempre notó un poder en ella. Emily siempre abrazaba con cariño sincero, siempre tenía las palabras justas para consolar a alguien, siempre lograba que los niños dejasen de llorar con tan sólo hablarles. Como madre, creyó que su hija sólo era una niña con buen corazón. Pero al llegar la carta de Hogwarts de la mano de un mago que explicó que su hija era una persona mágica, lo entendió. Entendió que Emmy siempre fue mágica, y que no sólo tenía un buen corazón, sino que leía los de los demás. Y actuaba para ayudarlos. Era buena. Y eso era lo más mágico.

Fue un enredo de emociones, de preguntas, incluso de llantos y discusiones <<¡¿Cómo pudieron ocultarme algo así?!>>. Pero al cabo de dos meses, ya no recordaba cómo había sido todo en detalle. Sólo estaba segura de querer emprender su viaje a Hogwarts. De vivir su nueva vida. Su vida mágica.

Se levantó de la cama, corrió a su baúl y confirmó que tenía todo lo pedido en la lista de artículos mágicos. Las plumas, los calderos, su varita y túnica, junto a demás artefactos comprados en el callejón Diagon aguardaban en su baúl. Su mochila contenía unos viejos libros para entretenerse en el viaje a otro continente y unos cuadernos viejos para usar de diarios en su aventura. Incluso un cuaderno era de Ali, y  aunque lo intentó no pudo deshacerse de él. Era lo único referente a su antigua vida que llevaría en su viaje.

La impaciencia la estaba matando. Despues de bañarse, vestirse y peinarse, se sentó frente a la ventana. Esperaría impaciente hasta que su madre se despertase y la acompañase a tomar el avión a Inglaterra.

No pudo evitar sonreir y decirse a si misma "Estoy lista".