Benjamín se echa a reír. —Él te quitó a tu novia, ¿cierto? —concluye—. El gerente de Grupo M. 

Aguanto con dignidad su burla. —No del todo  —digo, resignado—. Ella... siempre suya.

—Es que ése es tu problema, Armando —señala Benja—. No eres el macho alfa.  Y apuesto a que el gerente de Grupo M si lo es. 

—¿Ahora eres experto en conducta humana?  —resoplo.

—Se lo que ellas quieren —dice Benja, orgulloso—. Las mujeres son predecibles.

—Ajá —El moco y su imaginación—. ¿Y qué es lo que, según tú, las mujeres quieren?

—Al macho alfa —sonríe Benja—. Buscan lo que él ofrece: Seguridad. 

Me río. —Mejor cállate. 

Benja se acomoda en su asiento. —Te quejas de ser la segunda opción —me recuerda. Se ve que le gusta este tema—. Parte del problema es que fuiste becado a una universidad de prestigio y te rodeaste de tipos adinerados. 

Eso es verdad. 

—Las mujeres no quieren al perdedor, Armando —continua Benja—. Echa un vistazo al tipo de novelas que leen. Empezando por el famoso Señor Darcy , la mayoría de novelas rosa tienen como protagonista a tipos que son dueños de empresas enormes, que tienen coches lujosos, helicópteros, yates.. Gente importante. Mucho dinero —enfatiza—. Y tú, bueno... Si un autor escribiera  una novela sobre ti, ¿qué contaría, Armando? ¿Cómo lavas ropa y friegas platos? ¿Qué clase de autor sin prestigio haría eso?

Gruño. —Podría hablar, no sé, sobre que soy abogado.

—Estás de vacaciones, eso no es importante ahora. Eres un tipo aburrido y ordinario, Armando —concluye—. Condenado a ser personaje secundario. 

—¿Qué? ¿Eres el Gurú del amor ahora? —pregunto, herido. Ah, mi dignidad—. ¿Qué va a saber un chico de quince años sobre mujeres?

—En tu época, nada. Pero yo que tengo disponible esto —dice, señalando su teléfono—, y te puedo asegurar que sé más que tú sobre mujeres... y sobre muchas cosas más.

—De forma distorsionada, moco —devuelvo—. Ahora guarda eso y ayúdame a guardar los platos. 

Benjamín me toma otra foto. —Así que piensas que soy incapaz de seducir a una mujer desde este aparato —me reta. 

—Seguramente a muchas pubertas —corrijo— Pero... ¿mujeres de mi edad? Imposible. 

El semblante de Benjamín se relaja y sus ojos brillan con diversión. Imagino que le resulta jocoso que tipos como yo rechacemos el internet como medio para conocer mujeres. 

—¿Y tienes amigos con redes sociales? —pregunta. 

Lo pienso un poco. —Sí... ¿por qué? 

—¿Tienen fotos tuyas?

—Supongo. ¿Por qué? —insisto en saber.

—Me dejaron una tarea en la que tengo que mostrar fotos de mi familia —dice, dudoso—. Y tú eres mi familia. 

Asumo que le cuesta contarme cosas. Debo darle confianza:

—Oh. ¿Necesitas fotos mías?

—Seee... algunas.

—Traje mi laptop. Ahí tengo muchas —señalo.

El enano salta. —¿En serio? ¿Puedo ir por ella?

—Claro, está en mi habitación.

Me agrada ser de utilidad en sus tareas del instituto. 

Termino de guardar los platos y empiezo a limpiar la mesa y demás muebles de la cocina. Al mismo tiempo medito lo que el moco dijo. Es cierto, ¿a qué mujer le parecería atractivo un hombre haciendo quehaceres domésticos? 

Armando entre faldas ©Where stories live. Discover now