Aquel Vecindario

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29 de noviembre 2009 - Rusia

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29 de noviembre 2009 - Rusia

Yuri se encontraba como de costumbre observando a su ruso vecino, la tarea le resultaba sencilla dado que sus casas quedaban una frente a otra. El japonés hace medio año que se había mudado a aquel lugar, su familia solía viajar mucho, algo que le agradaba y a la vez disgustaba; pues encontraba maravillas en cada lugar al que iban, pero no las tenía por siempre.

Ese día era su cumpleaños número 17, se supone debía estar celebrándolo; más no había nadie en casa, así que decidió abrigarse para dar un paseo por el vecindario.

Al estar fuera cerrando la puerta, sintió una penetrante mirada sobre sí, buscó de dónde provenía, sorprendiéndose al notar que quien le observaba era su vecino. Optó por ignorarlo y continuar con lo planteado, sin embargo un llamado le detuvo.

—¡Ey tú!

Sobresaltado y confuso por lo anterior, giró su cuerpo en dirección al ojiazul.

—¿Me hablas a mí? —preguntó desorientado, aun sin creerlo.

—¡Claro! Eres el vecino que me espía todos los días —respondió burlón.

El rostro del pelinegro se encendió en un tono carmín, nunca pasó por su joven mente la posibilidad de haber sido visto alguna vez. ¡Quería que la tierra se lo tragase!

—¡Nunca he hecho algo como eso! —gritó todavía rojo de la vergüenza—. Simplemente han sido casualidades —Intentó decir tranquilizando su voz—, ¿para qué me hablaste?

—Bueno... —pronunció sonriente, nada convencido de lo anterior— digamos que llevamos bastante tiempo siendo vecinos y nunca hemos conversado —Comenzó a avanzar hacia el pelinegro, a grandes pasos—. Y aprovechando que te vi salir quise saludar, un gusto —Extendió su mano frente suyo.

—Igualmente un gusto —titubeó correspondiendo al saludo.

—Hace frío, ¿no crees?

—Algo...

—¡Oh disculpa! ¿Ibas a alguna parte? —cuestionó ladeando la cabeza.

—No exactamente —contestó rascando una de sus mejillas en señal de nerviosismo.

—Si gustas podemos charlar un rato en mi casa, y tranquilo que no te haré nada si es lo que piensas —Se apresuró a decir al ver el rostro desconfiado del nipón.

—Esta bien —Realmente pensaba que todo era un sueño, ¡a quien espió por meses le dirigía la palabra! Tratando calmar todo pensamiento, siguió el andar.

Así, ambos se adentraron al hogar del ruso.

—Y dime, ¿qué te trajo a San Petersburgo? —interrogó el peliplata, curioso, ofreciéndole una taza de café.

—Gracias —mencionó tomando lo entregado—. Básicamente fue debido al trabajo de mis padres, solemos viajar mucho —declaró, para posteriormente tomar un sorbo.

Aquel Vecindario. | VikturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora