Abro sin siquiera llamar. Hay dos personas en la habitación, mas bien la cama, semi desnudos. Pero no es mi hermano, es un chico y una chica que creo haber visto alguna vez.

— ¡Largo de aquí! — les grito apartando mi vista. — No pueden estar aquí ¡Largo!

La chica en ropa interior se sale de encima del chico. Tiene una risa tonta y al intentar ponerse de pie de la cama se tambalea y cae sobre su rostro. Está totalmente ebria.

El chico después de burlarse un rato de la pobre chica ebria, al fin la ayuda. La toma de la cintura y la ayuda a salir de la habitación. Esto ya es demasiado.

¿Donde demonios está Trent?

La habitación suelta un olor horrible. Esta habitación es un desastre, probablemente siempre esté así, debe ser una de las razones por las cuales no deja que ni siquiera nuestros padres entren en ella.

Y la razón más importante debe ser que desde donde estoy, puedo ver las pequeñas macetas con plantas de marihuana bajo la cama. Sabía que mi hermano no era el perfecto hijo que creen tener mis padres.

Me harté, simplemente voy a ir a mi habitación y esperaré a que mis padres lo descubran todo.

Salgo cerrando de un portazo y camino despreocupadamente hasta la puerta blanca con una enorme calcomanía de un oso panda tremendamente tierno pegada en medio.

Abro la puerta quedando en penumbra. Llevo mis dedos a la pared buscando luz. La habitación cobra vida y quedo en shock.

Siento algo extraño en mi vientre al verlo. Lo encontré, encontré a mi hermano. Sentado en mi cama, vistiéndose.

Y hay otra persona más, drogada en mi cama. El chico que pensaba que era el más guapo y varonil jugador de Fútbol Americano.

— Largo de aquí. — Trent camina hacia mi y me empuja. No me muevo, sigo shockeada.

— ¡Eres gay! — murmuro.
— Cállate. — tapa mis labios con su mano.

— ¡Suéltame! — lo aparto de un manotazo.

— No vas a decir ni una puta palabra. — me amenaza.

— ¿Qué cosa? ¿Qué eres gay? — grito haciendo que el tipo en mi cama se revuelva. Tendré que quemar esas sábanas.

— Voy a hacer que te vayas muy lejos. — trata de llevar su dedos hasta mi cuello como si quisiera estrangularme pero retrocedo chocando con el librero. Se ríe y retrocede.

— Me pregunto ¿que dirán nuestros padres de esto? — su sonrisa se borra. — Lo sabrán muy pronto, ya que están apunto de llegar. — para mis padres él es el perfecto, el que ayuda en la iglesia. Si tan solo ellos supieran que en lugar de ir a la iglesia se va a fumar y tomar con sus estúpidos amigos.

— Y yo me pregunto ¿a quién le van a creer? — se acomoda bien la chaqueta. Camina hasta la ventana. — Ya que no voy a estar aquí para cuando lleguen.— abre la ventana y un viento helado se cola en la habitación.

Estamos en un segundo piso, es un imbécil. — Buena suerte zanahoria.
— dice sin una pizca de gracia antes de salir.

Oh Dios. Y ¿ahora que hago?

Corro hasta la ventana y miro hacia abajo, Trent corre entre los arbustos y el auto de mis padres está llegando.

Tienen que creerme, yo no hice esto. Aunque ellos siempre están de lado del super estrella de mi hermano el que "ayuda en la iglesia" y juega al fútbol.

La Rosa Negra © #CA2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora