Capítulo cuatro.

534 64 17
                                    

Un don para Maddie.

Tenía una suerte de mierda. Al parecer cada chico en el que me fije siempre terminará con una chica igual a Marly. Tal vez porque ella sí es especial y yo no, después de todo ella era una semidiosa poderosa y yo sólo... sólo soy Maddie, sin cosas resaltantes.

Abrazo mi almohada mientras giro por onceava vez en lo que llevaba de la noche. Suspiro, a la vez parece un gruñido. Quería dormir pero no podía, cada vez que mis ojos estaban a punto de cerrarse un nuevo pensamiento poco feliz aparecía en mi cabeza. Como ese donde me preguntaba cómo demonios mi nombre puede significar "amada por todos" y no tener suerte en el amor.

Tal vez debía retirarme de esto. Una pequeña angustia aparece en mí, pues una gran parte de mí deseaba pasar por eso, deseaba algo del amor que hablaban en mis libros. Tanto tiempo leyendo sobre él, tanto tiempo sonriendo ante las acciones de los protagonistas e imaginando pasar por algo así.

Supongo que están las personas que sienten el amor, y los que observan. Puede que yo sea de las que observan.

—Te desanimas muy rápido.

Grito ante ese susurro en mi oreja izquierda. Me levanto de la cama empujando mis sábanas y mirando hacia todas partes con pánico. Estiro la mano intentando con desesperación encender la luz, una mano ya se encuentra en el interruptor. La luz se enciende y el rostro de una mujer a apenas diez centímetros del mío aparece.

— ¡Hola! —ella saluda y yo grito.

— ¡¿Qué haces aquí?! —chillo retrocediendo, Afrodita hace una mueca.

—No grites, por el Olimpo, me dejarás sorda... Además, ¿qué es ese tono?, ¿acaso no me soportas o algo así?

Habla indignada mientras yo intento ordenar mis pensamientos. Se pasea alrededor de mi cama hasta quedar frente a frente, cruzando los brazos. Su apariencia cambiaba constantemente, lo que me daba algo de dolor de cabeza.

—Creí que tú no me soportabas... —termino admitiendo en voz baja, ella alza una ceja interrogante—. Uh, como la otra vez parecías odiar a Marlee yo creí que...

—Odiar a Marlee es una cosa, odiarte a ti es otra.

— ¿Entonces la odias?

—No, sólo que ella me recuerda a... No —parpadea repetidas veces y sacude la cabeza—. No vine a hablar de Marlee.

—Ella es el centro de la casa, todas las visitas son para ella —comento amargada, levantándome y tomando mis zapatos—. Pensé que te equivocaste de habitación, la de ella está un poco más hacia...

—No me equivoqué de habitación, estoy justo donde quiero.

Me sonríe abiertamente, conteniendo la emoción. Yo sólo la miro con duda, ¿qué querría Afrodita, una diosa, conmigo?

—Te escuché quejarte del amor —se sienta en el borde de la cama y palmea el espacio junto a ella, me siento allí algo incómoda—. Y una niña como tú no debería estar tan amarga con el amor.

—Niña —repito, y eso es lo que siempre soy ante los demás.

—Una muy hermosa —me guiña un ojo—. Una de las razones por las que no deberías pensar así. Por favor, debes tener a cientos bajo tus encantos.

Me encojo de hombros y entrecierro los ojos para aclarar mi vista, olvidé dónde dejé mis gafas.

—Seguro sería así si alguno me prestara un poco más de atención —digo sarcástica, chasqueo la lengua y no me contengo para decir lo demás—. Digo, si recordaran que no sólo existen Nico y Marly Potter. Que hay alguien atrás que intenta alzar la mano para ver si alguna vez le permiten resaltar aunque sea cinco malditos segundos, y que está cansada de ser tercer puesto en todo porque sus hermanos mayores son demasiado brillantes y la opacan por comple... —me detengo cuando siento que mi rostro está demasiado caliente, poso las manos en mis mejillas mientras suspiro.

Los ojos de Afrodita brillan satisfechos al escucharme hablar así, y yo caigo en mis palabras. Bajo la cabeza avergonzada. Si bien era lo que sentía, no quería decirlo así.

—Está bien desahogarse, Maddie, no temas seguir.

—No... Yo no quería decirlo así —balbuceo—. Amo a Maddie y a Nico, no malinterpretes por favor, es sólo que...

—Quisieras que te noten un poco más —adivina, sólo me queda asentir con pesadumbre—. Yo puedo ayudarte con eso.

Sus palabras no me daban seguridad, no entendía por qué ella querría ayudarme. No tengo algo para darle a cambio, no sé sus verdaderas intenciones.

— ¿Por qué? —pregunto mirándola a los ojos, los suyos pasaban por todos los colores cada segundo, Como un caleidoscopio—. Debes tener alguna otra intención debajo de todo esto, no te creo eso de simplemente ayudarme por caridad.

Bufa indignada y se levanta sujetando la falda de su vestido mientras comenzaba a dar vueltas por la habitación.

—No puedo creer que pienses así de mí, ¡es ofensivo!... Y si quiero ayudarte es porque a fin de cuentas eres descendiente mía —me señala—. Mi hija fue Astoria Greengrass, su hija Meredith y tú...

—Hija de Meredith, o sea tu bisnieta, lo sé. Me enseñaron eso, ya me encargué de quitarle información a mamá.

—Oh, chica lista —sonríe encantada—. Igual a tu bisabuelo.

Espero a que siga dándome razones para confiar en ella, pero al parecer ahora está recordando sus tiempos con mi bisabuelo. Me habría gustado no apreciar esa sonrisa pervertida.

—Entonces...

— ¡Entonces ha llegado tu hora, Madison! —explota de pronto, tomando mis mejillas con sus manos—. Es hora de que Agapita se haga ver, de que todos caigan en sus redes.

Algo se desliza en mi cuello, miro confundida al dije en forma de corazón que ahora colgaba sobre mis clavículas. Vuelvo a mirar a Afrodita intentando esconder mi ansiedad, no sabía lo que eso significaba.

— ¿Qué es esto?

—Lo que tú eres en realidad —sonríe mostrando todos los dientes—. Hará que tu don se traslade a tu exterior —abre los brazos— y dejes de ser tercer puesto.

—No tengo un don —le digo molesta—. Ya dime qué es esto.

Agapi mou —espeta, el collar brilla y lo siento fundirse en mi cuerpo.

Suelto un chillido mientras el collar parece ingresar en mi pecho, voy al espejo y noto que ahora es como un tatuaje justo en el medio. Un tatuaje de corazón con lazos que lo sujetaban.

Tóra tin kardiá sas aníkei se ména —sigue y se me escapa el aire, me sostengo de la mesa para no caer—. Es algo muy simple, cariño —pasa su mano por mi espalda y susurra a mi oído—. Ahora sólo debes decir esas palabras y cualquiera caerá a tus pies, cuando quieras y como quieras.

Gruño bajando la cabeza y tocando la zona donde estaba el tatuaje.

—Es un hechizo.

—Es lo que quieres.

—No lo quiero si sólo es posible con un hechizo —alzo la voz volteando hacia ella—. ¿Es que sólo me mirarán si tengo un objeto mágico encima?

Afrodita toma mi muñeca con fuerza, su toque me quema.

—Tú sabrás usarlo... ¿Querías un don como Marly y Nico? Ahora lo tienes, aprovecha.

Me suelta y retrocede. Miro mi muñeca al rojo vivo, con letras grabadas en ella. Las mismas palabras en griego que ella había dicho. El dolor me hace cerrar los ojos mientras lágrimas caían. Una luz intensa atraviesa mis párpados, para cuando vuelvo a mirar Afrodita ya no está ahí, sólo ha dejado un fuerte olor a perfume dulce.

Ahora sí quiero dormir, dormir y cuando despierte notar que esto fue un sueño. Un simple, raro, y para nada posible sueño.

****

Agapi mou, tóra tin kardiá sas aníkei se ména: Amor mío, ahora tu corazón me pertenece.

Agapi mou (SSG)Where stories live. Discover now