Maratón. Solucionando el caos 3. Por siempre Kristanna

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Especial Kristanna

Narra Anna...

Sinceramente no tengo ni ánimos para salir de casa.

Extraño mucho a Kristoff, de verdad, lo amo tanto que soy capás de ir hasta donde esté, hincarme y rogarle que regrese conmigo, pero mi maldito orgullo no me deja, sabiendo que no podré soportar estar sin él.

Mi nene era un gran consuelo, pero saber que no lo tendré terminó de matarme de una manera horrible.

Trataré de seguir, sin embargo, por mi familia y amigos que son unos hermanos más, sólo por ellos.

Y bueno, lo admito, por el chocolate también.

Me vestí con un vestidito corto color verde menta en corte A, me puse unos zapatos de tacón bajito, me maquillé al estilo ahumado, me coloqué brillo labial rojo sabor a cereza, me dejé el pelo suelto, tomé mi cartera y mochila y fui directo a casa de Eugene.

Lo bueno es que después del martirio al que llamo tarea, iremos a tomar una malteada de chocolate, o bueno, al menos yo sí.

***

Me encontraba en la puerta principal que, por alguna extraña razón, estaba abierta, entonces entré.

La casa de Eugene no me impresionaba puesto que no era la primera vez que estaba ahí, sin embargo hubo algo que llamó mi atención: en el suelo se encontraba un camino hecho con pétalos de rosa que conducía a la habitación de mi amigo, como no había nadie, yo de curiosa subí.

Pensé que tal vez el trabajo consistía en algo que tengamos que trabajar con flores y al subirlas al piso de arriba se cayeron.

Sí, pensé, porque al seguir avanzando noté que también había velas de olor a chocolate... Que raro, ¿No?

Cuando llegué al final del camino me topé con la puerta del cuarto del barbas de chivo, abierta.

Pasé e inmediatamente después de estar adentro, la puerta se cerró sin explicación y me asusté, pero no le tomé importancia gracias a lo que mis ojos observaban: una alcoba perfectamente decorada como para una declaración romántica, había flores y hasta comida... ¡Comida!

- Oh, Flynn, ya llegaste, ahora dime ¿De qué trata todo... -La persona que menos esperé encontrarme aquí, apareció, al parecer también se sorprendió al verme- ... Esto?

Se me quedó viendo directo a los ojos, ¡Dios! Lucía tan guapo que con solo saber que tenía sus ojos sobre mí, mis piernas flaquearon.

Vestía una camisa cuadrada color morada, pantalón negro y converse del mismo color. Se peinó el cabello como siempre.

De verdad extraño a Kristoff, mi Kristoff... Pero lo perdí por idiota.

Escuché la clara melodía de una canción conocida para mí: Ataque al corazón de Demi Lovato, versión español. Pero ésa voz no era de ella, a ésta voz si la conocía, era Mérida.

¿De dónde venía la música? Quien sabe.

Desde ése momento comprendí que todo esto era idea de mis amigos, ahora cuando los vea no sabré si matarlos o besarlos.

Corrí hacia la puerta e intente abrirla con las lágrimas más indomables que jamás me había permitido dejar fluir.

Anna- ¡Eugene no es gracioso! -Rendida me dejé resbalar por la puerta, me hice bolita y sin dejar de llorar susurré- No lo es.

Cuando menos se me ocurrió, comenzaron a cantar: Dueles de Jessy & Joy. Pero ésta vez eran Eugene y Rapunzel.

Kristoff- Será inútil todo, no podrás abrir. -Se sentó a un lado de mí, por lo cual mis nervios terminaron por convertirse en escalofríos- No sabemos lo que están planeando. -Me volteó a ver y me secó las lágrimas con su dedo pulgar- No llores, Anna. Sé que me odias, pero no es para tanto. Nunca me ha gustado verte llorar.

Anna- No te odio. -Luchaba contra mi orgullo, quería lanzarme a sus brazos y decirle cuánto lo amaba- Tú sabes perfectamente todo lo que siento por ti.

Quedamos en silencio por un largo rato, ninguno quería hablar, era un silencio cómodo.

Hasta que por fin me decidí a hablar, entonces ya estaban cantando My heart will go on, y eran Mér y Punzie.

Anna- Kristoff, lo de el bebé, yo... -Con lágrimas saliendo de los ojos de ambos, me interrumpió.

Kristoff- Lo sé, ya me lo habían contado. -Cerró los ojos y suspiró con pesar- Anna, ¿En qué momento llegamos a esto? No lo entiendo.

Anna- No lo sé. -Respondí sincera, sin fingimientos, ya no habría más de eso- Yo sólo... Fui una estúpida.

Kristoff- No, no, no, el estúpido fui yo. -Me miró- Jamás te pregunté si seguías sintiendo algo por Hans.

Anna- ¡Es que no siento nada por él! ¿No lo entiendes? -Ya me había alterado- ¡Kristoff, el amor de mi vida eras tú!

Kristoff- ¿Entonces por qué diablos nos hicimos daño? -Se levantó de su lugar, tirando de su cabello.

Anna- ¡No lo sé! -Imité su acción.

Kristoff- Éramos... La pareja perfecta. -Me miró con tristeza.

Anna- ¿Ya quedó en el pasado para ti? Es eso, ¿No es cierto? -Estaba gritando- ¿Hay alguien más?

Kristoff- ¡Con un demonio, Anna, no hay nadie más, tú eres la única, siempre lo has sido y siempre..! -Negó con la cabeza.

Anna- ¿Siempre qué? -Deseaba que terminara ésa frase, lo deseaba con todo mi ser- Anda, termina de decirlo, ¿Siempre qué, maldita sea?

Kristoff- No puedo, no tiene caso. -Ya estaba muy lejos de donde yo estaba, me acerqué a él un poco más.

Anna- Vamos, Kristoff. -Rogué a centímetros de su rostro, su aliento ya me inundaba.

Kristoff- Siempre lo serás. -Dubitativo contestó lo que mis oídos deseaban escuchar.

Entonces oí la única canción que nos faltaba: Love me like you do.
Como ya era de suponerse, esta vez la cantaron mi hermana y Jack alternando en los coros y estrofas, cantando juntos volviendo su voz en una sola, lo que me animó a hacer lo que tanto quería.

Al diablo mi maldito orgullo... Lo besé, corté el espacio que había entre nosotros, lo tomé de la nuca y con amor lo besé.

Él aprisionó mi cintura, correspondiendo a mi beso.

Era él lo que yo necesitaba.

Al terminar aquella hermosa dosis de medicina del alma, nos abrazamos y llorando nos dejamos caer al piso, nuestras piernas ya no respondían.

Estaba más que feliz.

Narra Kristoff...

Estaba feliz y lo que le sigue. Por fin regresó a mi, mi dulce zanahoria, pensé que nunca la volvería a tener así.

Todo se los debo a los chicos. Ni a mi se me habría ocurrido algo así.

Anna- Perdóname. -Me suplicaba con la mirada.

Kristoff- No tengo nada que perdonarte, amor. -La abrazé de nuevo.

Nos quedamos así por un rato. Luego comimos y al terminar de hacer lo último, hice lo único que nos faltaba.

Kristoff- Anna, te amo, y mucho, ahora que hemos aclarado nuestras diferencias yo debo preguntar... -Me miraba atenta con una leve sonrisa formada en su rostro- ¿Quisieras volver conmigo?

Anna- ¡Y aún lo preguntas! -Me miró con reproche- ¡Pero claro que sí!

Se lanzó a mis brazos y yo gustoso la recibí. Besé su coronilla y aspiré ese delicioso aroma que tanto me encantaba de ella... Chocolate.

En ese instante supe que todo estaría bien. Ya no había nada que temer. Ella estaba conmigo y no dejaría que se fuera.

Juntos por siempre.

Por siempre Kristanna.

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