Rachel Roth

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Muchos creen que la infancia es la época mas feliz de la vida.

La sociedad nos a mostrado que no.

Hoy en día uno debe esforzarse a sobrellevar las decepciones desde que eres pequeño.

La vida no es cuento de hadas.

Rachel sabia bien eso.
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Ya era madrugada, pero como podría saber si todas las ventanas estaban cerradas. Bloqueadas.
Grandes tablones de madera se veían en las paredes. Paredes que ocultaban una terrible historia.

Los gritos se volvían mas intensos.

- ¡Basta, por favor, basta!-

Un quejido, luego silencio.

Un charco de sangre escurría por la puerta de su habitación, y en la esquina del cuarto, un bulto de mantas se estremecía y lloraba.

Una pequeña niña de cabellos negros se encontraba con la cabeza entre las rodillas intentando acallar su llanto.

Ya había venido venir este momento.

Sabia que su madre estaba muerta.

"Tal vez, ahora este mas tranquila. Tal vez, ahora ella encuentre paz" pensó.

Cada noche era igual. Golpe tras golpe, insulto tras insulto.

Arella ya no aguanto mas.

"Quizás no fue la mejor manera de acabar con su dolor, pero al menos estará en paz, si, esa paz que tanto buscaba"

La puerta se abrió.

Aún en la oscuridad de la habitación, Rachel sabía quien era.

Miro la cara del asesino, al que difícilmente se le podría llamar padre.

- ¡Estaras feliz ahora, ¿no?!

El hombre era totalmente aterrorizante, no había ni un sólo ápice de compasión en su mirada. Sus manos llenas de sangre lo comprobaban.

- ¡CALLATE! ¡callate ingrata si no quieres reunirte con tu madre! -

La ira la inundaba, ¿tan insignificante fue Arella?

- ¡Pues mátame! ¡hazlo ahora!, no me importa.

El dolor era grande, se desbordaba y ahogaba su cerebro impidiéndole pensar.

Trigon levanto a la niña por el cuello, una criatura de tan solo doce años. Doce años en los que vivió encerrada con su madre en esa casa, sufriendo los abusos de un maniático.

Trigon estaba decidido de exterminarla, que irrelevantes le parecía aquellos sin propósito. Pero Rachel, Rachel tenia uno. Uno muy próximo.

- Pequeña tonta, soy tu padre, te guste o no, y vas a respetarme.

-Un accidente genético no te convierte en mi padre.

Las grandes manos cubiertas de sangre de Trigon empezaron a ahorcarla fuertemente.
La niña se quejaba intentando escapar.

El desprecio era bastante, mas no suficiente.

- No, aún no - se repitió así mismo. - No hasta que tu propósito sea consumado, no hasta que tu existencia sea justificada -

Cayó al piso tras ser liberada, se froto el cuello y dio grandes bocanadas de aire recuperando el aliento mientras escucha como otra vez la encerraban y arrastraban algo pesado. El cuerpo sin vida de la mujer que una vez fue su madre.

Lentamente se levanto del suelo y se dirigió a su escritorio donde había un ordenador y unos audífonos.

Esa era su salida de la realidad. Su pasaje a otro mundo.

Lo encendió y cargo la página a la que siempre entraba.

Y justo cuando cuando pensaba en él, escucho un sonido y vio un mensaje.

MALQUIOR 027: Hola. No pude esperar hasta mañana. Me gusta hablar contigo.

Con solo ver eso en su rostro resplandeció una minúscula sonrisa.
Una sonrisa de felicidad.
Algo que raras veces sentía.

Esa era la primera ves en todo el día que sonrió.

Su madre fue la única persona que la amó, y por eso ahora, ella tenia un gran hoyo en su corazón.

Ahora ese espacio estaba vacío, pero, quizás, aunque parezca muy rápido, era momento de rellenarlo.

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Bueno, apoyen a esta pobre historia con una estrellita o un comentario.

Bbrae: Una historia diferenteOù les histoires vivent. Découvrez maintenant