La secta de los hermanos Hernández

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Los hermanos Santos y Cayetano Hernández formaron una secta con la idea de estafar a todo un pueblo

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Los hermanos Santos y Cayetano Hernández formaron una secta con la idea de estafar a todo un pueblo. Mezclando lo poco que sabían de mitología inca y azteca, los hermanos Hernández lograron que muchos habitantes del ejido Yerbabuena, en Tamaulipas, les rindieran tributos económicos y sexuales.

Después de unos meses los habitantes comenzaron a molestarse por no ver las promesas de los hermanos Hernández cumplidas. Ante esto, los hermanos fueron a Monterrey en busca de una mujer que se prestara a seguir la farsa y encontraron a Magdalena Solís. Ella junto con su hermano Eleazar Solís fueron a Yerbabuena y siguieron la farsa de que ella era la reencarnación de una diosa.

Al poco tiempo, Magdalena creyó que en realidad era una diosa y cuando dos seguidores quisieron unirse, ella los condenó a la pena de muerte. Al poco tiempo de los primeros asesinatos, Magdalena Solís comenzó a exigir sacrificios de sangre.

Las víctimas eran torturadas a través de golpes, cortadas, quemaduras y mutilaciones, para después ser desangrados hasta morir. La sangre de estas personas era mezclada con sangre de pollo y marihuana o peyote, para ser consumida por ella y los sacerdotes: su hermano Eleazar y los hermanos Hernández.

La secta terminó en 1963 después de que la policía no hiciera caso a la denuncia de Sebastián Guerrero, un joven de 14 años que había visto uno de los sacrificios. Un oficial acompañó al joven a su caso y se acercó a la zona de los sacrificios.

Los dos fueron encontrados descuartizados, junto a otras seis víctimas, después de que la policía arrestara a Magdalena y Eleazar Ortiz. Santos Hernández se resistió al arresto y murió en la balacera. Su hermano Cayetano fue asesinado por uno de los miembros de la secta que en el caos de la pesquisa, decidió que quería poseer una parte del cuerpo del "sacerdote". Magdalena y Eleazar Ortiz fueron condenados a 50 años en prisión.

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