CapítuloDiecisiete|Desesperación|

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...

El sonido de algo rompiéndose alertó a Noah, quien justo estaba a un par de metros de la puerta. No importaba lo mucho que tocara, porque Kara no salía y eso comenzaba a mortificarlo. Duró un minuto ahí, poco más y no lo soportó.

¿Y si tiraba la puerta?

—¿Que está haciendo usted allí, señor?

Noah giró, encontrándose con el conserje.

—Soy el dueño de este departamento y necesito entrar ahora mismo.—mostró su identificación y su credencial como miembro del complejo.

El hombre lo miró dubitativo durante unos segundos. Luego, prosiguió a buscar entre el montón de llaves que tenía. Posiblemente eran las de todos los departamentos. Dos minutos después, encontró la llave y abrió la puerta. Noah entró al departamento y cerró suavemente la puerta detrás de sí. Todo estaba obscuro, a excepción de la luz que provenía de la habitación principal. Caminó hasta ésta y todo estaba acomodado, como si nadie hubiese estado ahí.

Regresó a la sala y detalló la lámpara de la mesita de noche estaba hecha añicos en el suelo. Algo malo había pasado allí. ¿Pero dónde estaba Kara? Escuchó levemente el sonido de dientes chocando entre sí. Agudizó sus oídos y se dirigió al lugar de donde provenía dicho sonido.

Encendió la luz de la cocina y la escena que tenía frente a sus ojos, no le gustó en absoluto.

Mataría a quien se atrevió a hacerle daño. De eso estaba muy seguro.

Se acercó a ella lentamente. Estaba desnuda y tenía la cabeza baja mientras se abrazaba con fuerza a sí misma. Tenía las manos y brazos cubiertas de sangre. 

—Kara...—Intentó acercarse pero ella sollozó.

Apretó sus puños sintiendo sintiéndose impotente al verla en ése estado. ¿Que tanto daño le habían hecho? En ése momento escuchó cómo la puerta se cerraba de un portazo. Corrió fuera del departamento buscando al desgraciado que se había atrevido a hacerle daño a Kara, pero lo único que encontró fueron muchas gotas de sangre por el corredor. Regresó al departamento y cerró la puerta. Ella era lo más importante en ésos momentos.

Entró de nuevo a la cocina y detalló que Kara seguía en la misma posición. Fue a su habitación y buscó una toalla para cubrirla.

—Kara... Mírame. Soy yo, Noah.

Ella subió rápidamente su cabeza, con sus ojos muy abiertos. Sin poder evitarlo, Noah la pegó a su pecho y la estrechó entre sus brazos. Los sollozos de Kara se hacían cada vez más fuertes y él ya no podía soportarlo más. Le dolía verla así. En ése momento sólo quería encontrar al maldito que se había atrevido a colocar sus sucias manos sobre su cuerpo. Pero, no podía dejarla sola en ése estado. La cargó hasta la habitación y la metió en la ducha. Detalló sus expresiones mientras le levaba la sangre que la cubría y comprobó que no tenía ninguna herida, así que rápidamente intuyó que había herido de gravedad a ése desgraciado. Cuando terminó y la limpió, la llevó a la cama, en donde la detalló a fondo y la ira comenzó a recorrer todo su cuerpo. Tenía las mejillas completamente enrojecidas y llenas de rasguños. Dejó salir el aire de sus pulmones al encontrarse con una serie de marcas de dedos y chupetones a lo largo del cuello y clavículas.  Tenía muchas marcas, raguños y chupetones a lo largo de todo el torso.

¿Pero que diablos había pasado allí? Todo había sido su culpa. Sabía que no podía descuidarla y fue lo primero que hizo. Sólo había pensado en protegerse a él mismo y olvidó todo el peligro al que ella se encontraba expuesta. Comenzó a caminar de un lado a otro recordando la grabación de la cámara de seguridad de la clínica. Allí, se veía claramente cómo un hombre de estatura media entraba a hurtadillas a la habitación y se quedaba ahí alrededor de cinco minutos. Era el Animal Dos.

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