1: Una semillita

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Lunes 20 de diciembre del 2014

Lia tomó el portarretrato que estaba en su antigua habitación. La foto que el mismo tenía era una de ella y Fiorella juntas: Lia tenía apenas once años y Fiorella quince. Estaban en un lago al que Iris una vez las llevó a pescar; por supuesto que ella no pescó junto a las hermanas, sino que lo hizo el dueño del lugar, pero aun así fue un gran día.

En la fotografía Lia tenía a un pescado atrapado entre sus manos con una gran y espontánea sonrisa mientras Fiorella simulaba que estaba a punto de besar al animal. No recordaba bien si había sido Iris quien tomó la foto, pero era de sus favoritas a pesar de todo el tiempo que había pasado.

Guardó el portarretrato en la caja, junto a muchas otros objetos personales que debía llevarse.

Suspiró y miró a su alrededor. Su antigua habitación ya casi estaba vacía: no había ropa ni sus objetos personales. Sin todo eso, ya ni parecía su habitación. Sin embargo, le daba pesar tener que abandonar el lugar el cual había sido su hogar durante toda su vida.

El día en el que detuvieron a Fiorella, Toy le ofreció a que se quedara en su departamento. Lia no se negó, pues ¿qué iría a hacer en la mansión? Melissa ya había regresado a vivir a su casa real, Corin se iba con ella, y Fiorella e Iris estaban presas. Aparte, aunque quisiera quedarse en su propia casa, no podría, pues la habían clausurado por motivos de investigación.

Al siguiente día, Toy fue a la mansión a recoger ropa para ella, pues no tenía qué ponerse y adaptarse a la ropa de Toy no era una opción. Al ser él parte del cuerpo de la DIA, le permitieron pasar, pero apenas por diez minutos. Por suerte, él fue veloz y alcanzó a llevarse todo lo que Lia necesitaba.

El día sábado por la tarde, Lia recibió noticias sobre lo que pasaría con la mansión y todas sus pertenencias: ya que nada de lo que se había obtenido era por dinero limpio, el gobierno se quedaría con la mansión y sus pertenencias materiales; Lia tenía el derecho de llevarse su ropa, productos de uso diario y pertenencias personales el día lunes ―y también lo que fuera de Fiorella e Iris―.

Y allí estaba ella, llevándose lo que era su vida en pequeñas cajas y maletas. Era demasiado surrealista y trágico todo aquello que se sentía la protagonista de una de las muchas novelas que solía leer cuando no era más que una sirvienta más dentro de la Mafia. Se limpió las lágrimas después de bufar una risa, pensando en lo irónico que resultaba todo eso.

Se sobresaltó un poco cuando escuchó que tocaban la puerta. Terminó por limpiarse las lágrimas que habían empapado su rostro y sorbió por la nariz. Cuando alzó la vista, se fijó que no era nadie más que Melissa.

―Perdón... ¿puedo pasar?

―Claro, adelante. Ya casi acabo de guardar todo.

―Siento mucho todo lo que está pasando, Lia, pero... Bueno, estuve en el sótano un rato y encontré varias cajas con álbumes y cuadernos, y... En fin, un montón de cosas polvosas. Entre esas cajas encontré esto ―dijo Melissa, extendiéndole un cuaderno con pasta de cuero. Las hojas estaban amarillas y soltaba un prominente olor a polvo―. Es un diario, pero ni lo he abierto. Creo que es de Iris, aunque la verdad no estoy segura. De todas formas, creí que te podía interesar, así que aquí tienes.

Lia tomó el cuaderno entre sus manos, un poco temerosa de lo que podía encontrar allí. Vio la pasta principal y le sacudió un poco el polvo. Había un nombre grabado con bordado en la esquina inferior derecha, pero apenas y podía notar qué nombre decía porque los hilos se habían descocido un poco, tal vez con el tiempo.

―Ahm... ¿Quieres que bote el resto de cajas o prefieres llevarlas todas contigo?

―Por favor, guárdalas todas. Me llevaré todo de aquí ―replicó Lia, en un tono de resignación.

Mafia Femenina: Vidas y Muertes (Libro III) [CONGELADA] Where stories live. Discover now