Prefacio

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Miércoles 10 de diciembre del 2014

Detective: ¿De dónde conoce a Iris Perciballe?

Lia y Fiorella: Es mi madre adoptiva.

Detective: ¿Desde qué edad sabía sobre la existencia de esta Mafia?

Fiorella: Desde mis catorce años.

Lia: Desde los doce.

Detective: ¿Por qué no denunció esta Mafia a la policía?

Fiorella: Tenía miedo, y no tenía nadie más aparte de Iris. Hubiera sido tonto de mi parte hacerlo.

Lia: Sentía que le debía mucho a Iris. Y más pequeña no lo veía como algo tan grave, ella me decía que jamás le hacían daño a nadie.

Detective: ¿Qué papel tomaba usted en esta Mafia?

Fiorella: Enamoraba a los hombres, en el secuestro mi participación era casi nula.

Lia: Al principio era solo un testigo, hasta que me asignaron a Timothy Vonetti como mi primera víctima.

Detective: ¿Hasta dónde llegaba su participación en la parte de secuestrar?

Fiorella: Fingir ser una víctima más de aquél asalto. Le hacían creer al hombre que me hacían daño para herirlo emocionalmente, y después lo drogaban para poderlo secuestrar. Yo solo veía y lloraba como si en realidad estuviera aterrada.

Lia: Pues... solo he participado una vez en ello, y no tuve que hacer mucho. Mi papel no era más que fingir terror y llorar un poco.

Detective: ¿Quiénes eran los que secuestraban si no era usted?

Fiorella: Iris y algún acompañante hombre. Nunca sé sus nombres, casi siempre es alguien nuevo o no se da el momento para conocerlos bien.

Lia: Aquella vez fue Iris y... Ahm, pues fueron Iris y un hombre al que yo no conocía. Me temo que no puedo ayudarlo en eso.

Detective: ¿Está consciente que mentir para encubrir a alguien en un interrogatorio oficial se considera un crimen grave?

Fiorella: Sí, lo estoy.

Lia: Supongo que sí...

Detective: ¿Recibía usted algún porcentaje del dinero del secuestro?

Fiorella: Sí, todo se depositaba a mi cuenta bancaria, pero nunca me fijaba en la cantidad. Mis gastos dentro de la mansión eran casi nulos, Iris se encargaba de todo en cuanto a lo económico.

Lia: No lo sé, era nueva en eso. Timothy y yo escapamos dos semanas después de su secuestro, aproximadamente.

Detective: ¿La Mafia estaba involucrada en algún otro crimen aparte del secuestro?

Fiorella: No.

Lia: No que yo sepa.

Habían pasado ya diez minutos desde que Lia salió de aquella incómoda y fría sala. Ella esperaba que la sala de espera estuviera en un silencio sepulcral, pero no era así, agentes de policía iban y venían; de todas formas, su sentido auditivo no estaba presente en lo que sucedía a su alrededor.

Después de salir del interrogatorio, era el turno de Fiorella entrar. Se abrazaron muy rápido, pero de una forma sincera. Lia le deseó suerte y desde ese momento no hizo más que pensar en su hermana.

Estaba apoyada en el regazo de Toy, mojando un poco de su sudadera cuando de repente alguna lágrima rebelde caía. Él le besaba el cabello cada vez que eso pasaba. Todo el tiempo se mantuvo acariciándole los hombros, que aunque parecía un gesto reconfortante, Lia no prestaba mucha atención.

Por fin, después de lo que pareció una eternidad, Fiorella salió escoltada del detective que las había interrogado. Caminaba tensa y su gesto no parecía haber recibido las mejores noticias. Lia se levantó de su puesto y fue corriendo a reunirse con su hermana, pero antes de que ella pudiera darle un abrazo, un oficial de policía se interpuso entre sus cuerpos.

Lia frunció el ceño, pidiendo una explicación en silencio.

―Fiorella Perciballe, quedas bajo arresto hasta el día de tu juicio ―pronunció el detective, como si se lo dijera a Fiorella, aunque claramente su hermana ya lo sabía.

Lia abrió los ojos como platos.

―¡¿Qué?! ¿Por qué? ―cuestionó Lia, pero nadie parecía prestarle atención. El oficial que se había interpuesto en su abrazo la apartó de un leve empujón, abriéndole paso a una Fiorella esposada mientras otro oficial la dirigía a la salida como si fuera la peor de las criminales―. ¡Por lo menos déjenme despedirme de ella! ―exclamó ella.

El detective se dio la vuelta y la miró a los ojos.

―Lo siento, pero creo que no será posible.

Lia esquivó al detective y fue corriendo hasta la puerta por la que Fiorella ya había salido.

―¡Fiorella! ―gritó mientras el oficial que la estaba escoltando la ayudaba a ingresar a la patrulla.

Lo último que recibió de ella fue una mirada llena de lamentos.

El motor del auto rugió, anunciando que el mismo no estaría aparcado en ese lugar por mucho tiempo, y en un abrir y cerrar de ojos, la patrulla ya se estaba yendo.

Los ojos verdes de Lia se inundaron en lágrimas, nublándole la vista. ¿Por qué ella estaba libre y su hermana no? No importaba el tiempo o las veces que se haya cometido el crimen, ella también era una criminal.

De pronto sintió que sus piernas no podían mantenerse de pie un segundo más, y sus rodillas se doblaron hasta golpear contra el pavimento.

***

«Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal.»

FRIEDRICH NIETZSCHE


Mafia Femenina: Vidas y Muertes (Libro III) [CONGELADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora