TRES

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ARTHEMIS

Y bueno... huyó, vaya drama el mío. A veces simplemente pienso, y reitero con cierto pesar, que el destino no quiere a mi persona y que busca, aunque sea por joder, una minúscula oportunidad para jugármela, para que sienta lo que es la desgracia en carne propia.

Que hijo de puta estás hecho, que hijo de puta. No puedo evitar entrecerrar los ojos ante tales divagues. No sé como coño es que siempre me encuentro en estas situaciones, me he de plantear el dejarlas yo con la palabra en la boca, no es posible que siempre sea yo el que se quede como idiota. Y no digo que sea idiota, sino que ellas piensan que lo soy y no.

Salgo del lugar después de salir de mi aturdimiento, con la intención de ir dónde más cómodo me siento. Suelto la coleta en la que mi pelo estaba apresado y lo revuelo, volviendo a hacer el pequeño moño detrás de mi cabeza. Su nombre es Athenea, un nombre peculiar para una belleza peculiar, una linda pelirroja, quien lo diría.

¿Que podría decir? ¿Qué apenas la conozco y ya ha causado tal impacto en mi sistema que solo puedo pensar en pasar mis dedos por su cabello, y comprobar que efectivamente, es tan sedoso como aparenta? ¿O que su pequeña estatura me hace pensar en envolverla hasta que crezca?

Finalmente, también me voy del lugar con una sensación de temor por lo rápido que corren mis ideas por la mente, tal vez, ni siquiera vuelva a ver su bonito rostro, y no por falta de ganas, sino porque no creo en la suerte, y menos en la coincidencia, por lo que seria improbable que volvieramos a vernos. A menos que sigamos en contacto, esa idea me llama más.

En mi rostro se forma una sonrisa pícara, tal vez ni la suerte ni la coincidencia la traigan por si solas, pero con un poco de ayuda, tal vez sí.

El camino de regreso es tan monótono como el de vuelta, no hay nada que mirar ni nada con lo que entretenerse. Voy caminando por la Rambla, viendo la cantidad de personas paradas en  los quioscos, muchos con destino incierto, tal vez al Palacio de la Música, o a quien diablos sabe donde irán parar.

Al llegar a mi casa, me quito los zapatos y la camiseta dejando solo mis pantalones jeans, luego iré por algo más cómodo, lo dejo todo en el sofa y me echo en él para encender la televisión. Ahora solo queda soportar la aburrida noche que me espera.

Mi teléfono suena y yo con una pereza inmejorable me levanto a cogerlo. Miro quien es el trastornador de paz, para darme cuenta que es mi mejor amigo, Jharel. 

-Puedes darte prisa, estoy en Brisas y no hay más que mujeres mamasitas que aclaman por un macho que las domine. ¡Ven!- suspiro mientras una sonrisa sale de mi boca.

-Joder Jharel, podrías haber llamado antes que estaba vestido. Dame media hora- le cuelgo, no hace falta ni escuchar su respuesta, se que está mirando a alguna tipa.

Corro hacia la habitación principal y tomo una camiseta fina de cuello uve, unas botas Timberlands, me hago la coleta y sigo mi camino al baño, un poco de perfume por aquí, otro poco por allá y listo.

¡Joder, que bueno estoy!

En menos de media hora estoy en la puerta, pagando la entrada. No es muy difícil localizar al castaño que tengo de amigo, el muy idiota sabe que es guapo y lo aprovecha, está rodeado de mujeres a más no poder. Me abro paso entre las señoritas y me coloco a su lado.

-¿Qué hay?- grito, aunque a él debió de llegarle como un susurro.

-¡Esto es vida, coño!- grita mientras agita su cabeza después de beber lo que parece ser un tequila del pecho de una señorita.

Yo simplemento veo su entusiasmo y me río. Más mujeriego no puede ser. Voy echando un vistazo al lugar, tiene buen ambiente, todo está decorado con palmeras, simulando una playa. Se ve bien. El ambiente poco a poco empieza a desenvolverme y el alcohol a  deshinibirme. Haciendo patinar a mi cerebro hacia lugares inhóspitos.

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⏰ Última actualización: Aug 08, 2019 ⏰

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