♭Adolescencia.

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Ya en el instituto, Keenan había aprendido a controlar los síntomas de asco cada vez que alguno de sus amigos le daba un golpecito cariñoso o cuando las chicas se acercaban demasiado al bailar. La solución la halló durante el tercer curso: los porros. Entre más fumado fuese, menos consciente era de lo mucho que le asqueaba el ser tocado y así era más fácil. Su mente quedaba tan borrosa que ni siquiera era capaz de pensar en ese miedo aterrador a quedarse solo. Es más, lo prefería. Pasó su primera vez y todas las demás hasta arriba de maría, por no hablar de las noches enteras tirado en el césped de la casa de su tío, fumando mientras recitaba de memoria algún poema que le había gustado de niño.

Sus padres estaban al otro lado del charco y su tío se preocupada aún menos por él desde que había encontrado una novia veinte años más joven e interesada en el dinero que creía que tenía, así que nadie advirtió el hecho de que había dejado de acudir al psicólogo y, en cambio, había optado por fumar. Y sorpresivamente, esos cigarrillos le devolvieron la vena artística que tras el 'accidente' había perdido. Volvió a leer y a dibujar, especialmente a lo segundo. Era un chico con un buen potencial a la hora de estudiar, pero él mismo se echaba a perder.

 Era un chico con un buen potencial a la hora de estudiar, pero él mismo se echaba a perder

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Keenan.Where stories live. Discover now