Capítulo Catorce

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—¿Quién crees que se encargará de tu cuidado hasta que des a luz? —preguntó con petulancia—. ¿Quién crees que fue el que supo donde te encontrabas y con quién, cuando fuiste secuestrada, y dio el aviso? —pasó la esponja por la espalda sedosa de la joven, mientras decía—: ¿Quién crees que fue el que le dio la idea a Castiel? De todas las mujeres del planeta, ¿por qué crees que te eligieron a ti para este experimento? Fui yo el que le dijo al Ángel Caído, que al ser tú el amorcito de uno de los exterminadores, el más temido por todos por cierto... Haría más daño, que si tomara a cualquier otra mujer del montón. ¿Y sabes qué? —se giró y se puso delante de ella, con la esponja todavía en la mano. Con esta, comenzó a lavarla por los hombros, mientras le sostenía la mirada—. Castiel los odia tanto, que está dispuesto hacer cualquier cosa, con tal de humillarles y darles donde más les duelan... Y es ahí dónde entras tú en la ecuación.

Jennifer se estremeció ante sus palabras. Ya no solamente era por el hecho de estar siendo lavada por ese bastardo, loco y egoísta, sino también tras asimilar lo que le acababa de decir. Prácticamente le había dejado claro que ella, además de ser un arma con el que dañar la organización de los exterminadores, era también el "amorcito" de uno de ellos... De Mitchell. Porque era a él a quién se refería, ¿no? ¿Sería eso verdad? ¿Drew, tras su espionaje, había notado eso, había llegado a esa conclusión? Entonces... algo de cierto tendría que haber ahí, si creía algo así. Eso, por un lado, le hacía bastante feliz, ya que, quisiera o no, tenía que reconocer que amaba a ese hombretón de cabellos negros, pero... Por otro lado, se sentía asustada, temerosa de que, en el caso de ser cierto, él sufriera por ella cuando descubriera lo que le habían hecho... Siempre y cuando, esa panda de lunáticos consiguieran llevar a cabo sus maléficos planes.

Ahora, más que nunca y con una mayor determinación, Jennifer tenía claro que tenía que evitar a toda costa, que eso sucediera... Ya no estaba solamente en juego su vida, su felicidad y su futuro, sino también el de Mitchell y el del resto del mundo. Por eso, haría lo que fuera, lo que hiciese falta, para que ni Castiel, ni Drew ni ninguno de esos seres malignos, se salieran con la suya...

El roce de la esponja sobre sus senos, hizo que Jennifer saliera del estado de trance en el que se había sumergido mientras cavilaba, para ser consciente de las caricias lascivas de Drew. Bajó la mirada y se encontró con que el hombre, seguía empalmado. No había más que ver cómo se alzaba una tienda de acampada en la parte delantera de sus pantalones, para ser consciente de eso.

—Puedo yo sola... —le advirtió la muchacha, cuando vio las intenciones del hombre. Este, acababa de abandonar sus pechos, para continuar con su lavado hacia abajo, hacia su sexo, pasando previamente por su vientre.

Nada más decirle eso, Jennifer le sujetó con fuerza de la muñeca, para detener tu descenso. Él, en respuesta, la miró con rabia, con una alarmante amenaza en la mirada. Ella tragó saliva, ahora un poco más asustada, pero no aflojó su agarre. Justo cuando Drew iba a dar una fuerte sacudida para liberarse y seguir con lo que estaba haciendo, llamaron a la puerta.

Drew blasfemó en voz baja, maldiciendo entre dientes.

—Drew, te necesitamos arriba —dijo una voz desde el otro lado de la puerta—. Vienen varios vehículos y tenemos que asegurarnos de que se trata de Castiel y sus hombres, y que no son los exterminadores que vienen a por la mujer —aclaró. Por la voz, Jennifer supo que se trataba de Austin, el vampiro asesino de su amiga Sarai, el mismo que quería beber de ella cuando se encontraba maniatada en la otra habitación.

—Voy, un segundo —gruñó el hombre, mientras se ponía en pie; no le había costado liberarse del agarre de la mujer, pues Jennifer, le había soltado nada más escuchar la voz amortiguada de Austin—. Termina de lavarte —le ordenó—. Toda —le aclaró, mientras se secaba las manos con la toalla que estaba preparada para el uso de ella y que se encontraba sobre la silla, refiriéndose al cabello— Ahí tienes un albornoz y un cepillo para el pelo. 

Esclavo de las Sombras (Historia pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora