Capítulo Diez

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Mitchell escaneó el lugar en su búsqueda, fijándose sobre todo en aquellas cabezas rubias que había en las proximidades, pero con horror, comprobó que ninguna de ellas correspondía a la de Jennifer. Definitivamente, ella había desaparecido.

Gritó su nombre varias veces, incluso preguntó a los presentes si sabían algo, si la habían visto marcharse y en ese caso, si lo había hecho sola o acompañada... Pero nadie sabía nada, ni habían visto nada extraño... Era como si la tierra se la hubiera tragado.

Frustrado por su fracasada búsqueda, decidió salir del local y probar suerte en la entrada. Nada más salir, le preguntó a su amigo el portero, pero éste estaba tan colocado y harto de ver entrar y salir a tanta gente, que no supo asegurarle nada de nada.

Estaba igual que al principio, sin saber nada sobre el paradero de su protegida, y encima, estaba más enfadado que antes. ¿Podría la noche ponerse peor aún? Al ritmo que avanzaba ésta, no lo ponía en duda. Sólo esperaba que, estuviera donde estuviera Jennifer, ésta se encontrara bien y fuera de peligro.

Entonces las dudas lo asaltaron de golpe... ¿Quizás ella no quería saber nada más de él y por eso había desaparecido? ¿O lo mismo ésta había escapado de sus garras porque aún seguía ofendida por haber tratado de mala manera a su pretendiente? <<No>>, se dijo. Ella había respondido con pasión a sus besos y caricias. Ella no se fue y huyó por voluntad propia, algo le había pasado y él tenía el deber de averiguarlo y dar con ella.

Entonces, la imagen de Castiel burlandose de él desde la otra punta de la pista de baile, le dio en qué reflexionar... ¿Qué hacía aquel Ángel caído allí? ¿A qué había ido a ese lugar? ¿Quizás para comprobar que su maléfico plan se estaba llevando acabo con éxito?. <<Eso es. Seguro que tiene algo en mente y de algún modo, Jennifer es necesaria para sus maléficos plantes>>, se dijo una vez más Mitchell. Ese bastardo tramaba algo y Jennifer era parte de sus maquinaciones... Castiel estaba detrás de su desaparición. Él estaba casi seguro de que era así, ahora faltaba comprobar si estaba en lo cierto o no. Pero... ¿Cómo?

Un clic sonó en su cabeza, muy similar al sonido que hacen las piezas de un puzzle cuando acaban encajando, recordándole lo que él era y lo que mejor se le daba hacer... Cazar seres malignos.

<<Bien. Por lo que veo, es hora de sacar al perro>>, se dijo mentalmente con una sonrisa en los labios mientras se adentraba en un callejón oscuro, lejos de posibles miradas indeseadas.

Se sacó del dedo su anillo de oro y después de lanzarlo al suelo y pronunciar las palabras adecuadas, apareció ante él su querida mascota infernal envuelto en una neblina grisácea.

Acarició la cabeza morena del animal, segundos antes de darle la orden de búsqueda. El perro de ojos rojos, obedeció al instante; se puso en funcionamiento a toda velocidad, cogiendo impulso con sus cuartos traseros y lanzándose hacia el interior del callejón, corriendo frenéticamente hacía esa dirección.

Mitchell comenzó a correr a la par del mismo, sabiendo que pronto daría con uno de esos seres y, quizás, con la respuesta que tanto ansiaba conocer: el paradero de Jennifer.

                                               ***

La cabeza le dolía horrores, todo le daba vueltas y tenía en la garganta el regusto amargo de un sabor extraño y nuevo para ella. La habían anestesiado con cloroformo, estaba casi seguro de ello. No es que antes hubiera probado esa experiencia, pero lo que sí sabía cierto, era que alguien le había cubierto la boca con un trapo húmedo; ese era el último recuerdo que tenía antes de que la oscuridad se apoderara de ella. Por eso, había llegado a esa conclusión.

Esclavo de las Sombras (Historia pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora