- Acabas de arruinarme un trabajo – dijo con voz suave, saliéndose de encima de él y levantándolo para mirarlo. El chico no lo miró.

Sin decir más lo empujó suavemente para que caminara. El chico comenzó a cojear, intentando disimular, fue entonces cuando notó que estaba descalzo. Suspiró y sin decir nada comenzó a caminar más lento hasta llegar a su auto estacionado.

Lo hizo entrar al asiento trasero y se sentó a su lado, quejándose por el agua y cómo no había traído abrigo, sacudiendo un poco el agua de su cabello y de sus hombros. Miró entonces al chiquillo delgado y lo analizó con la mirada: temblaba, de pies a cabeza, por el frío y el miedo. Estaba empapado, su cabello estaba teñido de un rosado algo desteñido, parecido a un pomelo, despeinado y mojado pegándose a su frente; traía solo una camiseta blanca manchada con sangre con el cuello rasgado, pegada al cuerpo, los pies descalzos y heridos por correr, su cinturón y su pantalón estaban abiertos, tenía un golpe sangrante en la frente, los labios levemente morados, los ojos inyectados en sangre y marcas enrojecidas de manos alrededor de su cuello.

Lo comprendió todo de inmediato.

- ¿Cómo te llamas? – preguntó metiendo el arma una vez más dentro de su maletín. Miró al chiquillo, quien no levantó la mirada en ningún momento ni mostró señal de querer responder. Aclaró su garganta y suspiró – Rápido, no tengo todo el tiempo del mundo.

- Joshua.

- ¿Qué eres de ese hombre?

Silencio. Silencio. El sonido de saliva recién tragada.

- Necesito que me respondas. Ese hombre que acabas de apuñalar mil veces era el sujeto al que tenía que eliminar, acabas de quitarme el trabajo. – dijo algo irritado. El chico bajó la mirada - ¿Qué eres de él?

- Hijo.

Oh. Oh.

- No sabía que tuviera un hijo – dijo algo confundido. Los archivos decían específicamente que era soltero y vivía solo. El chico se encogió de hombros.

- Nadie sabe.

La lluvia se escuchaba lejana desde dentro del auto negro estacionado en medio de la oscuridad, las gotas golpeaban los vidrios como una suave melodía que se repetía eternamente.

- ¿Por qué lo hiciste?

El olor a sangre y lluvia se había apoderado de todos los rincones del auto y de los sentidos de Mingyu. Sabía la respuesta, era obvia, estaba escrito en cada centímetro del ser de ese chiquillo tembloroso. Aun así le respondió.

- Intentó violarme.

Se le revolvió el estómago y presionó dos dedos contra el tabique de su nariz, sintiendo un dolor de cabeza causado por esa situación inesperada. Qué hacer, qué debía hacer ahora.

- ¿Me vas a matar? – preguntó al fin él primero, con una voz tan suave que si no estuviesen solo los dos en el auto Mingyu habría dudado de si de verdad lo había escuchado. Negó con la cabeza.

- Nah, no mato a cualquier persona, solo hago encargos.

- Mátame, por favor – dijo con un tono de voz firme que lo obligó a mirarlo.

Los ojos con los que se encontró ya no mostraban miedo ni debilidad, no, ahora los ojos frente a él solo mostraban una cosa: odio. Estaba hablando seriamente, como si todo el futuro del universo dependiera de esa respuesta.

Suspiró.

- No puedo hacerlo, pero tampoco puedo dejarte aquí sin más, tendrás que venir conmigo – respondió haciendo una mueca. No hubo respuesta esta vez.

Manos sucias. [MinShua]Where stories live. Discover now