10.

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Era bastante ridículo como, después de todo ese tiempo, Lucas volvía a terminar en un baúl. Y si, aún ahora, él era el único juguete con el que nadie quería jugar. Aunque hubiera pasado más de un año, los recuerdos permanecían frescos en su cabeza rellena de retazos. La noche en la que perdió a Damián y el día en el que Grace lo encontró. Se preguntaba si esa soledad era la misma que había sentido su amigo cuando fue alejado de Jazmín.

No encontraba culpa en no haberle dicho a Damián acerca de lo que pasó con la niña y su padre, pero si se sentía infinitamente miserable por nunca haberle dicho lo mucho que significaba para él.

Su estancia en ese baúl era mil veces peor que la anterior, la diferencia estaba en que ya sabía lo que era ser libre, ser querido. Podía salir, si, pero no quería hacerlo, salir de su baúl estaba bien por un tiempo ¿Pero luego qué? Siempre pasaba algo malo. Ya no tenía fuerzas para volver a intentarlo, ya no quería seguir haciéndolo. Llegado a este punto, creía que era mucho más fácil lidiar con el dolor de la soledad que con el del abandono.

Escuchó como la puerta se abría y pequeños pasos llenaban la habitación, una cara había aparecido en su campo de visión. A pesar de que la ausencia parcial de luz le impedía ver del todo bien, sabía que esta era una cara nueva. Había escuchado sobre un niño nuevo llegando al orfanato.

Con dedos fríos tomó a Lucas y lo llevó hasta su pecho, había olvidado esta sensación, pero lo había hecho por elección propia. Quería salir, escapar, volver al baúl ¿¡Quién lo hubiera dicho!? ¡Lucas quería volver a su baúl!

–Qué lindo. – Lo había dicho en un susurro, como para que nadie supiera que se había escapado de su habitación y ahora estaba allí. –Hola, soy Joseph.

Las mismas palabras del primer día.

¡Quería gritarle a la cara que lo soltara y lo volviera a poner en su baúl! ¿Acaso un poco de paz era mucho pedir?

No quiero pasar por esto otra vez. Damián. Gracie.

–Tal vez tú si quieras ser mi amigo. – Una lagrima rodo por la mejilla del menor. El muñeco suspiró para sus adentros, le tomó muy poco mandar todo a la mierda.

Tal vez amar no sería tan malo esta vez, si de algo estaba seguro era de que no le mataría, y si lo hacía ¡Pues bienvenida fuera la muerte!

 *:・゚✧*:・゚✧

 – ¿Listo?

El niño sonrió y se acurrucó aún más. – Listo. – Se sentía como la primera vez, pero de una forma totalmente distinta.

–Esta es la historia de una niña llamada Gracie. Pero no es solamente su historia, es la historia de Damián, el muñeco de porcelana. De Gael, el niño nuevo. De Cristina y de Erick. Es la historia de todos ellos, y de cómo nadie quería a un juguete roto, ni aunque este estuviera en oferta.

Había una vez.

Había una vez.Where stories live. Discover now