16: Pasar el día.

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Nathan corría en mi dirección, se detuvo frente a mí. Parecía asustado.

—¿Estás bien?—me preguntó en tono de preocupación. Asentí en respuesta. —Joder, tu barbilla.

—¿Qué?—cuestioné asustada.

—Está sangrado.— me ayudó a pararme por completo.—Traeré el auto.

Genial. Muy genial. Eso me pasa por actuar sin pensar, por actuar impulsivamente.
Nathan regresó en el auto y me ayudó a subir. Abrió la guantera y sacó una cajita de toallas humedas.

—Te voy a limpiar, no te muevas—sacó una toalla húmeda y la dobló.
Mientras limpiaba la sangre y la tierra de mi barbilla, yo estaba concentrada en sus ojos, eran verdes, pero tenían un toque especial. Me gustaba observarlo mientras estaba en silencio.

—No es una herida grave—dijo finalmente mientras, esta vez, sacudía mis rodillas.—¿A dónde pensabas ir? 

—Lejos de ti y tu mal humor—respondí cabizbaja y me alejé un poco.

—Deja de decir tonterías, Olivia.

—Estoy hablando en serio.

—Estoy tratando de ser amable contigo—contrarrestó y lo miré incrédula.

—Claro, eres amable diciendo que soy una carga—me crucé de brazos.

—¿Tienes frío?—preguntó como si no fuera algo obvio.

—Claro que no, solo me están temblando las rodillas—miré hacia otro lado.
Cerré los ojos y me dispuse a dormir un rato más.

—Ven aquí, Olivia—me atrajo hacia él y me abrazó. Me tomó por sorpresa. Depósito un cálido beso en la coronilla de mi cabeza. Recosté mi cabeza en su pecho.—actuaste como una tonta al salir corriendo.

—Me diste a entender que no querías estar conmigo—justifiqué.

—¿Crees que si no quisiera estar contigo te abrazaría?—me apretó aún más. Me sentía segura cerca de él, su presencia me daba protección.

—Aveces creo que me odias—confesé en voz baja.

—No te odio—rió despacio, me encantaba su risa—Es sólo que tu actitud me llega a desesperar.

—¿Iremos a McMinnville?—volví a preguntar.

—No—ay, gracias al cielo—pasaremos la noche bosque adentro—lo miré confundida.

—¿A qué te refieres con "pasaremos la noche bosque adentro"? ¡Apenas son las 6 de la mañana!

—Pasaremos el resto del día en cualquier lugar, y por la noche, llegaremos a cualquier pueblo.

—Aún no entiendo.

—Vamos a entrar con todo y auto a uno de esos lugares llenos de árboles que están en los pueblos, dónde no hay nadie.

Oh.

—Suena tenebroso—farfullé.

—¿Qué te parece si tu y yo disfrutamos éste día?—depositó un beso casto en mis labios. Me sonrojé. Cerré los ojos y asentí en respuesta.—Vamos a comer algo.

Regresé a mi posición inicial, solo que ésta vez mi mano y la de Nathan estaban juntas.
Es raro, Nathan es raro. Hace 10 minutos era el chico más frío del mundo, ahora no quiere soltar mi mano.

—Me gustan tus piernas—dijo, con la mirada puesta en la carretera. Dios, éste chico quiere matarme hoy.

—¿Mis piernas?—cuestioné nerviosa—no tienen nada de especial—me encogí de hombros.

Nathan: Un Mundo Sin Color Where stories live. Discover now