Negó con la cabeza y encendió el televisor para distraerse, confiaba en que Ladybug era su alma gemela, su media naranja, eventualmente estarían juntos, si de verdad estaban hechos el uno para el otro todo saldría bien al final.

Y si no estaba saliendo bien, entonces no era el final.

-...está causando pánico en las calles de París- decía Nadja Chamack en la pantalla, mostrando imágenes de lo que parecían ser jaulas de ramas verdes aprisionando civiles y después a Ladybug persiguiendo a una villana akumatizada de traje verde.

-Hay problemas- su gesto cambió por completo, cada que la gente corría peligro cualquier otro pensamiento de su vida cotidiana perdía toda la importancia, su cabeza se ocupaba completamente en la situación que debía solucionar y Adrien Agreste dejaba de existir para convertirse en Chat Noir -¡Plagg!

El kwami salió de entre las almohadas de la cama, tallándose los ojos perezosamente.

-¿Qué quieres?

-No es momento de siestas, ¡hora de trabajar!- Le informó su portador mientras éste se acercaba a él -¡Plagg, transfórmame!




La batalla se llevaba a cabo en el patio del museo Louvre, el crepúsculo comenzaba a desvanecerse abriendo paso a la noche.

Ladybug se encontraba saltando entre las ramas de una especie de construcción que Madame Fougère había creado con plantas verdes de tallos tan gruesos como troncos de árbol y llenas de espinas por todas partes, no había podido evitar espinarse un par de veces pero no más allá del antebrazo o la pantorrilla, nada grave.

En la punta de la pirámide Louvre, se encontraba la villana, siendo alzada por una telaraña de lianas que salían del enredijo de ramas que invadía el lugar, todo el terreno se había vuelto una completa maraña de troncos, tallos, hojas, espinas y demás.

Su traje consistía en un vestido verde oscuro de hombros descubiertos y falda corta que dejaba a relucir unas esculturales piernas que terminaban en botas cafés de medio tacón y agujetas, su piel lucía un tono verde claro y su cabello un flamante rojo que parecía brillar, igual que el verde de sus ojos. De entre su cabellera sobresalían sus orejas puntiagudas, como las de un elfo, y sus poderes parecían salir de los largos guantes cafés que enfundaban sus manos.

Una esfera de tierra quiso atacar a la heroína pero ésta la esquivó.

-Veo que no te gusta ensuciarte las manos- le gritó Ladybug desde su posición aún desventajosa.

-Para eso estás tú- le gruñó en respuesta antes de lanzar otro ataque.

Hizo girar su yoyo para protegerse y logró disolver la esfera, sin embargo se ensucio en el proceso y un poco de tierra le cayó en los ojos. Su vista se nubló.

-No soy una persona con la que puedas bromear, Ladybug- las lianas se elevaron más, desplazándose hacia la presa de quien las controlaba -Me entregarás tu miraculous o verás tu fin.

Entonces una enredadera ascendió por entre las ramas en las que la chica estaba parada y la tomaron por los tobillos, impidiendo que se moviera al tiempo que más tallos comenzaban a alzarse a su alrededor, encerrándola en una jaula verdosa y llena de espinas.

La heroína se talló los ojos, sintiendo el ardor que la suciedad le provocaba y poco a poco se le unieron los pinchazos de las espinas.

-Lo pedí por las buenas, pequeña mariquita- una de las ramitas se acercó titubeante a las orejas de la prisionera, dispuesta a enrollarse en aquellas piezas de joyería y arrebatárselas.

Blanco, negro y rojoWhere stories live. Discover now