Adiós

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Disclaimer: Los personajes de Cómo entrenar a tu dragón no me pertenecen, derechos a Dean DeBlois, Cressida Crowell y DreamWorks.

Reto del día 9: One- shot donde un personaje muera.

...

Se conocieron cuando ambos fueron a la universidad, se llamaba La Academía de Dragones, extraño nombre, pero era buena.

Su primer encuentro no fue el más memorable de todos, ella estaba leyendo un libro, Fangirl, se estaba identificando con la protagonista, encontraba que ese libro era como la descripción de su vida. Mientras que él estaba leyendo otro libro, Los gatos guerreros: Media noche, la lectura para él le era interesante, se entretenía. Ambos caminaban leyendo, esta fue una muy mala acción en ese entonces, puesto que, ambos chocaron y sus libros cayeron al piso, haciendo que perdieran la página en la que estaban. Obviamente los dos se molestaron bastante, hubo insultos, discusiones e, incluso, un odio profundo hacia el otro por seis meses.

Después de ese incidente, se encontraban en todas partes, tenían casi las mismas clases, el edificio en el que se quedaban era el mismo, agradecieron que no les tocó el mismo apartamento, se encontraban en los parques, centros comerciales, incluso en las vacaciones. Era una maldición que ambos querían deshacer.

Su desesperación por no ver al otro los estaba consumiendo, no querían ver nunca más a la otra persona maldita. Cuando volvieron a encontrarse sin intención, ella lo encaró:
-¿Podrías dejar de seguirme?- preguntó
-¿Yo seguirte? Lo siento, linda, tú me sigues a mí- respondió él con burla
-¡No digas mentiras!- gritó- ¡A cada lugar que voy estas ahí!
-No es mi culpa que cierta rubia me siga-
-¡Yo no te sigo, tú lo haces!-
-¿Yo me sigo a mí mismo?- dijo con una cara pensativa, obviamente se estaba burlando
-No, idiota, ¿sabes qué? No quiero seguir perdiendo el tiempo contigo, apestas- dijo dando media vuelta, yéndose enojada, hasta que cierta mano la detuvo en medio paso- ¿Qué?
-Bueno ya, perdón, no era mi intención estar peleado con una chica por una estupidez- le dijo él disculpándose- Aunque no fui el único que debería hacer una disculpa
-Bien- respondió ella rodando los ojos- Lamento haberte dicho todas esas tonterías sólo porque perdí la página en la que estaba-
-Disculpada, ¿yo lo estoy?-
-Disculpado- dijo con una sonrisa- Oye, ¿cómo te llamas?
-Hipo, ¿y tú?- preguntó él
-Astrid-
-Qué lindo nombre-
-Bueno, Hipo no está tan mal- dijo ella con un tono burlesco

Y así, la historia de amor comenzó. Luego de esa conversación, siguieron encontrándose en todas partes, ahora envés de mirarse con odio, se daban una muy agradable sonrisa y un saludo de mano. Para la tercera vez que volvieron a reencontrarse, él le pidió su número.
-Oye, oye, ¡Astrid!- le gritó detrás de ella
-¿Si?- preguntó dándose vuelta
-Eh...yo...eh..quería saber si tú, este, digo, es decir, quería saber si me podrías dar tu número- dijo con nerviosismo, con mucho nerviosismo
-¿Por qué no lo dijiste antes? Claro que sí- respondió sonriente

Los mensajes de texto volaban de aquí a allá, eran muchos, conversaban todos los días, nunca faltaba uno. Las llamadas tampoco se quedaron atrás, algunas veces se quedaban hasta las tres de la mañana para poder seguir conversando, incluso cuando tenían que verse al día siguiente en las clases.

Seis meses después, Hipo se le declaró, Astrid lo golpeó por tardarse tanto pero de todas formas lo aceptó, a ella también le gustaba.

Su primer beso fue inolvidable, fue en año nuevo, al parecer sus familias se conocían por lo que decidieron pasar todos juntos esa festividad. Se dieron el beso justo cuando dijeron 0, junto con los sonidos de los fuegos artificiales.

Luego de eso, la universidad para ellos era lo mejor que les podría haber pasado, en todo les tocaba juntos. Lo que antes era una maldición para ellos ahora era una bendición.

Al terminar la universidad, Hipo le pidió matrimonio, el mismo día de San Valentin, la llevó por un lago y en el bote se lo propuso. Astrid, de nuevo lo golpeó por tardarse tanto y luego lo besó, había aceptado ser su esposa.

La boda fue una maravilla, todos felices, nadie se interpuso a los novios, por suerte para ambos. La luna de miel tampoco estuvo mal, se fueron a Noruega, era uno de sus lugares favoritos.

Tres años después Astrid se enteró de una noticia, iba a ser madre. Esa misma noche le contó a su esposo del maravilloso descubrimiento, él se puso muy feliz, no podía estar más feliz, tenía todo lo que quería.

Nueve meses habían pasado, el bebé ya estaba por nacer, hasta que, hubo un terrible inconveniente, perdieron al bebé, murió. Ninguno de los dos lo podía creer, su hijo había muerto.

Astrid cayó el depresión, sólo su esposo podía consolarla, aunque él no estaba tan bien que digamos, él también sufrió bastante, pero tenía que ser fuerte por su esposa, tenía que serlo.

Habían pasado ya cinco años y la pareja pudo superar esa tragedia, puesto que, Astrid quedó otra vez embarazaba. La buena noticia es que el bebé nació sano y salvo, este sí había sobrevivido.

Pero no todo termina aquí, lo peor estaba por suceder, después de volver del trabajo, Hipo, se dirigió a buscar a su esposa y a su hijo. Lo que encontró no fue nada agradable, Astrid estaba sangrando, ni ella ni él sabían el por qué, por lo que, fueron al médico de inmediato.

La atendieron sin ningún problema, pero los doctores no sabían la verdadera razón de por qué sangraba, específicamente por la nariz, les parecía extraño. Tuvieron que hacerle más exámenes.

Días después le dijeron los resultados, tenía leucemia, lo máximo que le daban de vida fue un año más. Y los doctores no se equivocaron, un año después, Astrid murió, dejando atrás a su esposo junto a su hijo.

Esto lo destrozó a Hipo, su vida ya no tenía sentido sin su esposa, pero sabía que tenía que cuidar a su hijo, no lo abandonaría, tenía que ser fuerte por él.

Cuando fue el funeral, él era el más afectado, su hijo, de apenas un año y medio, no comprendía mucho, por lo que a él no le afectaba bastante. Después de que enterraran a Astrid, Hipo se agachó al lado de su tumba e hizo una promesa.
-Mi amor, quiero decirte que estoy feliz de que ahora puedas descansar, estoy feliz porque sé que me estás observando desde arriba y que aún me amas, estoy feliz porque sé con certeza que en algún momento volveré a verte, no importa si es después de la muerte o sea en esta vida o en otra, sólo sé que volveré a verte, es una promesa. Adiós My Lady, jamás dejaré de amarte, siempre estarás en mi mente y juro que nuestro hijo sabrá lo mucho que lo amaste, adiós mi amada Astrid- dijo con lágrimas en los ojos, tomó a su hijo en brazos y se fue del cementerio, dejando atrás a la única persona que ha amado en realidad, pensando que todo comenzó gracias a unos libros.

Que la imaginación fluya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora