Capítulo 3: Batallas.

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¿Se había confundido? Era imposible, al menos eso pensaba Kagami mientras caminaba cabizbajo por el pasillo del hospital para marcharse. Rozó con las yemas de sus dedos los labios que la noche de antes Aomine estaba besando con pasión, ese beso que no rompió en ningún momento. Recordaba perfectamente el sentimiento, cada movimiento de Aomine, cómo sus manos temblaban, cómo una lágrima resbaló por su mejilla. Le quería, había notado exactamente eso, su dolor y en parte su alegría por aquel beso.

No podía entenderlo, si tanto le quería... ¿Por qué le echaba? ¿Por qué se enfadaba tanto con él? Era algo a lo que no podía darle una explicación razonable por más vueltas que le daba. Ambos se morían por estar juntos, él mismo habría dado lo que fuera por volver a esa habitación y abrazarle hasta dejarle sin respiración. Le había preocupado. Verle en aquella cancha desmayado había revuelto todo su ser pero el muy desgraciado le había echado de su habitación.

- ¿Estás bien? – escuchó que preguntaba su padre.

- Sí, vámonos a casa.

- ¿Está bien?

- ¿Ese terco arrogante? Sí, eso parece. Tiene fuerzas suficientes para echarme de su habitación.

- Siempre fue un chico indomable, pero es lo que más te gusta de él – sonrió su padre.

- Sé que me quiere, o al menos sé que siente algo por mí pero... se niega a admitirlo y no entiendo por qué. Ya le he dicho que le quiero, ¿a qué tiene miedo?

- No lo sé, Taiga. A veces afrontar los sentimientos es complicado.

- No para Aomine. Él siempre ha sido muy sincero en todo. Lo sentí, mi corazón me lo dice, ese chico me quiere pero me está alejando de él y voy a descubrir por qué lo hace. No pienso retirarme sin darle batalla y él lo sabe.

La cena no fue todo lo que Ryo esperaba. En su último viaje a Estados Unidos se había dado cuenta de algo... la importancia de la familia y todo lo que se había despegado de su único hijo cuando perdió a su esposa. Quizá fue aquella obra de teatro que fue a ver con un cliente importante la que le hizo abrir los ojos, quizá fue la relación que tenía ese mismo cliente con su hijo pequeño, no estaba muy seguro... pero algo en él había cambiado. No podía seguir así, no podía dejar que un recuerdo le impidiese estar con su hijo. Ahora trataba de remediarlo y sabía de sobra que para Kagami, que él estuviera allí en la casa, cenando juntos... era extraño.

Ambos se miraban en silencio. Ryo cortaba el filete de carne cuando su hijo pasaba la mirada hacia él y elevaba el rostro cuando le veía cabizbajo jugando con sus trozos ya cortados sin probar bocado. Estaba claro que Kagami estaba sumido en sus pensamientos sobre ese chico del hospital. Le preocupaba pero ni siquiera él podía hacer algo para alegrar a su hijo en aquel extraño día.

- ¿No tienes hambre? – preguntó Ryo al final rompiendo ese tenso silencio de la cena. Kagami le miró.

- Después de lo del hospital... se me ha quitado el apetito.

- Si no tienes dudas sobre lo que siente por ti, ¿por qué no vuelves y hablas con él?

- Porque no quiere verme. Me ha echado de su habitación.

- ¿Y ya está? ¿Te rindes así sin más?

- No me he rendido... pero estoy pensando en algo.

- ¿Tanto tienes que pensar?

- Es Aomine... es un luchador – dijo Kagami seriamente – si no quiere verme, créeme que nada ni nadie le convencerá, para conseguir que me enfrente necesito un buen plan, encontrarme con él y no dejarle ganar – sonrió Kagami – pero va a ser complicado coincidir con él ahora que deja el baloncesto.

El fin de la soledad (Kagami-Aomine/ Amor yaoi: Akashi-Aomine)Where stories live. Discover now