Suspiré y despedí a Ashley con la mano. Mi coche esperaba en el parking, justo en el piso de abajo. En vez de hacer mi camino directo de diez minutos hasta mi apartamento, opté por desviarme en la última curva y conducir un par de calles más. Decían de muchas ciudades que eran tan activas y luminosas por la noche, que nunca dormían, eso escuché sobre Los Ángeles o Las Vegas, sin embargo, si alguna de esas afirmaciones cobraba un sentido más real era la que se refería a la gran ciudad de Nueva York. 

Podría ser perfectamente de día por la cantidad de luces, personas y locales abiertos en cada esquina. Y a pesar de mi afición por la oscuridad y la clandestinidad, de vez en cuando me gustaba perderme entre el barullo, las risas y murmullos de la gente y el tiempo. Para alguien al que la vida le había tratado tan mal y buscaba la mayor distancia posible de la gente por su propio bien, yo necesitaba el calor humano tanto como el aire para respirar. Simplemente esta era la penitencia que había elegido para mí: quitar vidas a sueldo para pagar deudas hasta que alguien pusiera fin a la mía. ¿Qué llegaría antes?


11:09 a.m 

La mañana definitivamente comenzaba mal. Apenas era la hora del almuerzo de media mañana y ya tuve que hacerme cargo de más de la mitad de clientes de Logan. Ese maldito adolescente que acababa de llegar al negocio de pizzería en el cual ocupaba gran parte de mi tiempo, era solo un recién llegado y ya estaba alterando el local de una manera loca. No sabía dónde estaban la mitad de los ingredientes en la cocina, tampoco tuvo la suficiente memoria para quedarse con las temperaturas adecuadas para cada pizza una vez metidas en el horno, y por no hablar de su mal interpretación de camarero amable. 

Así, para ser su primer día, todo marchaba mal y me está sacando de mis casillas. Deseaba poder haber conservado mi soledad en la tienda como empecé hace unos meses, pero la semana pasada, John habló conmigo para informarme de que iba a cambiar eso, el negocio estaba en crecimiento y yo solo no podía encargarme de todo. Entonces se le ocurrió la fantástica idea de "contratar" a su hijo mayor para trabajar en el negocio, un chico estúpido, sin experiencia ni ganas de trabajar que tenía que tolerar porque me arriesgaba a que éste sencillamente fuera con el chisme a su padre, acabando firmando mi carta de despido. Joder, adoraba la simplicidad de matar a gente por encargo frente a esta situación comprometida de mierda.

Me separé un poco de los fuegos y volví a echar un vistazo a la caja, donde el chico Logan, intentaba mantener una conversación más allá de las dos palabras con un cliente. Apestaba como él se desenvolvía, pero solo podía desearle suerte para que el cliente no se espantara y lo perdiéramos. Si mi escasa paciencia no se había agotado aún era porque tenía un cariño interno hacia su padre, quien había confiado en mí en primer lugar para dejar su negocio a cargo. Era un buen hombre, despistado a veces –se olvidaba la mitad de los días las llaves de su casa en la tienda de pizzas y viceversa-, pero creía en John como en muy pocos. Habíamos llevado el negocio nosotros dos solos desde meses atrás, consiguiendo lo que hasta ahora se convirtió en el mejor de la zona. Este Logan tendría que aprender, me ocuparía de ello.

-¿Qué es lo que ha pedido?-Me acerqué una vez el cliente al que atendía en la barra se hubo ido.

Logan me miró, su cara todavía un poco demasiado pálida para estar en una tienda donde seguramente superábamos los 35º C grados de temperatura.

Bajó su cabeza y cerró la caja registradora. Juraría que estaba evitando mostrarse avergonzado delante de mí.

-Él ordenó seis pizzas grandes para dentro de una hora. Las llamó algo así como ¿londinenses?

-¿Qué?-Exclamé.- ¡Para dentro de una hora!-Grité enfurecido.-¡Logan de ninguna manera! Es imposible que pueda tener tantas pizzas para menos de una hora, te dije que me consultaras en los pedidos.

InsaciableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora