PRÓLOGO

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Shirley despertó de su sueño profundo cuando un estruendoso relámpago por todos los cielos haciendo un ruido excepcional. El cielo rugía como si fuera a caerse en algún momento, y sus lluvias cada vez eran más feroces. Se levantó con rapidez del sofá en el que se había quedado dormida y buscó el control remoto para apagar la televisón. No recordaba exactamente la hora en la que se había acostado a dormir, pero debió haber hecho algo demasiado cansado como para que ella se quedara dormida mirando su programa favorito.

Las luces de la sala le lastimaron sus ojos por unos segundos, pero luego recobró la buena visión y se dispuso a revisar cada espacio del sofá en busca del dichoso control. Paseó sus ojos por cada parte del sofá sin tener rastro alguno, entonces desvió su vista hacia el suelo y lo notó en el suelo. Lo cogió y elevó su mano para apagar la televisión, pero tres golpes se escucharon. Alguien tocaba la puerta.

Ella se detuvo de inmediato y unió sus cejas.

¿Mamá no había vuelto del trabajo? – Pensó.

Los golpes se hicieron sonar de nuevo con lentitud. Shirley colocó el control remoto con cansancio en el sofá y se dirigió a la puerta. Sus pisadas estaban llenas de tranquilidad apesar la tormenta, siempre se sentía cómoda estando dentro de su casa, y no le llenaba de miedo siempre y cuando el rugir del cielo no se escuchara sobre su casa, o ella estuviera afuera.

Tiró del picaporte abriendo la puerta y su rostro se volvió pálido.

Su madre no estaba ahí. No había nadie.

Eso la había hecho quedar en shock por unos segundos. Se aclaró la garganta y sin pensarlo dos veces cerró la puerta puerta con rapidez colocándole el seguro.

Suspiró intentando controlar su respiración agitada. Esto no podía estar pasándole. Con el pulso tranquilizándose volvió hacia el sofá en pasos lentos y con los sentisos pendientes de cada parte de la enorme sala.
Era gigantesca, y muy pintoresca. Era el tipo de lugar que no es capaz de ser protagonista de eventos paranormales, y ella amaba eso. Muchas de las otras casas impartían terror y angustia ennlas noches. Shirley siempre se sintió aliviada de que ese no fuera el caso de su hogar.

¿Qué tan mal puede ser su suerte?

Estando sola en casa, sin su hermana y sin su madre, ella era vulnerable. Solo tenía una mejor amiga y ella dormía muy temprano, y se levantaba de la misma manera. Era la persona incorrecta para llevarle serenata, jamás lograría despertarse. ¿Y una llamada para avisarle sobre un posible fantasma? ¡Menos!

Entre los pasos lentos que Shirley daba, su miedo iba aumentando en sobremanera. El control remoto no daba señales de estar ahí, y conforme cada paso que daba, los sollozos estaban próximos a salir desesperados desde lo más profundo de su ser. Cerraba los ojos poco a poco, intentando concentrar su vista hacia donde ella creía haber colocado el control.
Cuando finalmente llegó hasta el sofá, su sollozo se hizo presente.

El control remoto había desaparecido.

Se cubrió el rostro con sus manos mientras su corazón palpitaba fuerte. Shirley sentía el miedo correr por cada rincón de su cuerpo, y deseaba poder huir fuera de la casa que comenzaba a asfixiarla del susto, pero no podía. Tanto el interior como el exterior se le hacían sitios peligrosos.

Sin despegar las manos de su rostro se sentó en el sofá esperando a que el sueño le entrara y se quedara dormida, o mejor aún, quería despertar y fijarse que fue un simple sueño. Pero pára su mala suerte, no lo era.

De pronto sin esperárselo, un ruido provino dentro de su hogar. Las ollas de la cocina se escucharon retumbar en el silencio. Shirley soltó un sollozo atemorizada.

¿Qué es lo que estaba pasando?

Su casa no podría estar embrujada. Ella había vivido ahí desde que tenía memoria, no podría estar lleno de fantasmas ni de esas cosas paranormales.

Shirley respiró hondo y liberó su rostro. Tenía que haber una buena expliacción para ésto, y definitivamente iba a emcontrarla. Existían buenos bromistas en el mundo y Portland no se liberaba de ellos. Había jóvenes que disfrutaban caminar a altas horas de la noche y dar a uno que otro amante de la noche un susto que lo marcaría de por vida.
Shirley resopló ante ese pensamiento, no estaba de humor como para recibir una broma en éste momento y mucho menos de ese tipo. No sabía la hora en la que se encontraba peor no le hacía falta. Haría pagar a aquel que se dispusiera a marcarla con una norma de mal gusto.

Con el enojo inundando sus mejillas se levantó decidida a descubrir al malechor que se introdujo hasta su hogar. Encendió las luces de la cocina y observó con lentitud. Los trastes yacían escorados a la perfección en su sitio. La alacena estaba en orden, y los aparatos de cocina estaban apagados.

Suspiró de alivio.
Nada ha pasado aquí. – Se consoló.

Shirley se dió la vuelta con una sonrisa de alivio, pero ésto no había terminado.

Sus ojos se comenzaron a llenar de lágrimas y sintió que su corazón pronto iba a salirse de su pecho. Abrió los ojos como platos, y con un nudo en su garganta dio un paso hacia atrás.

Un chico de ojos cafés estaba parado enfrente de ella. Su cabello aparaentaba ser de un negro profundo, y su ropa, definitivamente era negro. El chico estaba empapado y su rostro estaba serio. La analizaba con la mirada, mientras mantenía las cejas arquedas como si fuera una sorpresa mirarla, como si algo raro hubiera en ésta escena. Aunque, claro que había algo raro. Él en la casa de Shirley.

¿A qué hora había entrado?

No sintió sus pasos, y Shirley recordaba haber cerrado todas las puertas y ventanas antes de haberse recostado.

— ¿Eres Shirley? –Preguntó con una voz ronca. Ella abrió sus ojos con sorpresa mientras soltó un sollozo. — ¿Shirley Broke? —Preguntó de nuevo.

Asintió levemente mientras cubría su rostro.

— Tú... –dijo él. Shirley abrió sus manos que aún continuaba sobre su rostro y miró al chico entre los espacios que sus dedos le otorgaban. Tenía su vista fija hacia un punto detrás de ella. Estaba perdido. Sus labios se encontraban abiertos levemente y después en un acto fugaz sus ojos cafés la observaron.

Todo se volvió negro. La imagen del chico se desvaneció y Shirley cayó al suelo inconsciente.

Pronto, todo está a punto de cambiar.


N/A:

¿Qué tal el prólogo? Anda pobre, lo sé. Espero mejorar conforme la historia avance. Les recomiendo continuar con la lectura y dejar sus críticas constructivas.

¡Gracias por la estrellita!

DÉJÀ VU. » s.m. [CANCELADO TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora