Capítulo 2: Sentimientos.

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Los dos chicos se habían quedado absortos mirando el coche que se marchaba mientras Kagami mantenía aquella servilleta manchada con sangre en su mano. Una fuerza superior a él estrujó su corazón sin contemplación alguna. Ahora ya no estaba preocupado por Aomine, estaba desesperado por saber la verdad tras ese chico, por descubrir lo que estaba ocurriendo. Había cambiado demasiado, estaba siento cortés con todos, amable, su juego empeoraba, su respiración no era buena, esos mareos repentinos y la sangre... algo le pintaba realmente mal.

- Maldito Aomine – susurró para sí mismo dándose cuenta ahora de que ese chico estaba fingiendo ante todos, estaba mintiéndoles a la cara y estaba pasando por algo él solo como siempre hacía.

- Kagami... - susurró Tetsu mirándole con atención – estoy preocupado.

- Yo también – le confirmó Kagami.

Aquel día, Kagami regresó a la casa más preocupado que cualquier otro día. Miraba el teléfono cada cinco minutos tratando de sacar un resquicio de valentía para llamar a Aomine, pero no podía, no quería alejar a ese chico de él y sabía que se alejaría en cuanto se sintiera descubierto. Estaba perdido y no sabía qué hacer para poder ayudar a su solitario amigo, ése que siempre pensaba que podía con todo él solo.

Kagami sabía mejor que nadie cómo era la soledad. Desde que regresó a Japón, había estado solo, no había querido relacionarse demasiado ni comenzar nuevas amistades, sólo se centró en el baloncesto. Ni siquiera cuando Himuro volvió, su amistad fue la misma y todo ello era debido al fallecimiento de su madre. Cuando ella murió, se encerró un poco en sí mismo y se alejó del resto del mundo, incluso había llegado a pensar que no necesitaba a nadie y que todos eran un estorbo. Nunca quiso encapricharse con nadie más, el cariño sólo le llevaba a un sentimiento, tristeza al saber que podía perder a esa persona, pero todo cambió con Aomine.

Él... ese chico de gran entusiasmo y vitalidad que entró en su vida arramblando con todas sus creencias, era imposible pasar de él, era arrogante y egocéntrico, le llenaba de ira y quería machacarle a como diera lugar. En su lugar, cuanto más jugaba con él, más sentía que se encariñaba con esa vitalidad y ese carácter bromista que tenía con sus compañeros. Se enamoró sin darse cuenta de un chico rebelde, independiente y extremadamente terco, quizá era exactamente como él, era lo que necesitaba en su vida. Pero ahora la preocupación y la tristeza volvía a su vida al darse cuenta... de que Aomine estaba mal y no sabía qué hacer para ayudarle.

Esa tarde, Kagami se encerró en su cuarto sin poder evitar darle vueltas al asunto de Aomine. Él siempre había sido un chico fuerte y muy cerrado para hablar de sus sentimientos y emociones, pero era tan parecido a él que podía entender su miedo, ese miedo a abrirse a alguien y que te hicieran daño. Aomine era sólo un chico "malo" o al menos en apariencia, así se defendía de todo el mundo. Kagami, tumbado en su cama bocarriba, elevó la mano y la miró, eran tan parecidos los dos, él mismo se había refugiado en esa faceta que, a veces, aterraba a la gente y que imponía respeto para hacerse respetar, para que nadie se atreviera a hacerle daño y al final... había bajado la guardia con Aomine. Se había enamorado de ese chico.

Eran las doce de la noche y sus ojos se habían cerrado. Ni siquiera se había cambiado de ropa y la casa estaba en completo silencio. Ryo estaría en la oficina, puede que en algún viaje, la cuestión era que esa casa estaba siempre disponible para Kagami, tan sólo el servicio se encontraba por los pasillos, pero a esa hora, todos dormían. La muerte de la madre de Kagami había sido un duro golpe tanto para Ryo como para Kagami, por eso, pese a que su padre aún se refugiaba en el trabajo, se había mudado con él a la mansión que compró cuando regresó a Japón un año después de que él ya se hubiera instalado en el casi vacío apartamento del centro.

El fin de la soledad (Kagami-Aomine/ Amor yaoi: Akashi-Aomine)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora